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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Tron: Ares

    || Críticas | ★★★☆☆
    Tron: Ares
    Joachim Rønning
    Give me something to believe in


    Raúl Álvarez
    Madrid |

    ficha técnica:
    EE.UU. 2025. Título original: Tron: Ares. Director: Joachim Rønning. Guion: Jesse Wigutow. Productores: Russell Allen, Sean Bailey, Lisa Dennis, Joseph Kosinski, Jared Leto, Steven Lisberger, Trent Reznor, Atticus Ross. Productoras: Walt Disney Pictures, Paradox, Sean Bailey Productions. Fotografía: Jeff Cronenweth. Música: Nine Inch Nails. Montaje: Tyler Nelson. Reparto: Jared Leto, Greta Lee, Evan Peters, Jodie Turner-Smith, Gillian Anderson, Arturo Castro, Hasan Minhaj, Cameron Monaghan, Jeff Bridges. Duración: 1 h 59 min.

    La carrera de Joachim Rønning parece condenada a saltar con mala fortuna de saga en saga. Tras llamar la atención de Hollywood con Kon-Tiki (2012), codirigida junto con Espen Sandberg y nominada ese año al Oscar a mejor película extranjera, el director noruego ha pasado por Piratas del Caribe, Maléfica y ahora Tron, trazando un improbable viaje cinematográfico que le ha convertido en un director sin apenas señas de identidad. Ares no es una excepción, ni con respecto al original de Steven Lisberger, que sigue aguantando el tipo pasados cuarenta años de su estreno, ni mucho menos frente a Joseph Kosinski, cuyo Legacy el tiempo ha situado con toda razón y merecimiento en el altar de la ciencia ficción contemporánea. El problema de partida, pues, de esta tercera entrega de Tron es la falta de personalidad en la dirección, un defecto cada vez mayor en el cine de gran presupuesto. Da la impresión de que a las majors les vale cualquiera que ejecute ordenada y obedientemente las órdenes de arriba, sobre todo en el caso de Disney, y en consecuencia el resultado suele ser un fiasco artístico y comercial.

    Más leña al fuego: ni Jared Leto es –no lo ha sido nunca– una estrella de blockbuster, ni el resto del reparto elegido parece el más adecuado para sus papeles. Mientras Disney no se decida a gastar más dinero en intérpretes que en efectos especiales, sus películas seguirán careciendo del aura y el carisma necesarias para disimular los defectos de una superproducción. Kosinski salvó los muebles de la mano de Olivia Wilde y un Jeff Bridges que se merendaba él solo la segunda hora de película. A Rønning, en cambio, lo han dejado al pie de los caballos con unos insulsos Leto –indistinguible de Morbius (Daniel Espinosa, 2022)–, Evan Peters –por qué los ejecutivos de una tecnológica siempre están caracterizados como niños rabiosos–, Greta Lee –no aguanta un solo primer plano– y el dúo imposible formado por Arturo Castro y Hasan Minhaj, supuestos genios de la informática que, sin embargo, se comportan como adolescentes en un viaje de fin de curso. Si hay que salvar a alguien, salvemos a Gillian Anderson, porque hace un esfuerzo por actuar, y a Jodie Turner-Smith, perfecta en su reinterpretación digital del T-1000 de Terminator 2 (Terminator 2: Judgment Day, James Cameron, 1991). No cuento al bueno de Jeff Bridges porque esta vez lo han reducido a una suerte de jedi recluido en una clínica de desintoxicación.

    Sabiendo, por lo tanto, que Tron: Ares es un páramo delante y detrás de las cámaras, lo que nos queda es un bonito disco de Nine Inch Nails que acompaña un par de secuencias espectaculares: la primera persecución en moto por las calles de la ciudad y la huida a través de los abismos virtuales de la corporación Dillinger. Trent Reznor y Atticus Ross llevaban cinco años sin dar señales de vida como grupo, y por algún extraño motivo que solo ellos dos conocen, han aprovechado esta película para componer una banda sonora que está más vinculada con su trayectoria musical que con la historia a la que debiera servir. De hecho, la campaña de marketing de la película ha incidido más en el trabajo de Nine Inch Nails que en el propio film, lo cual ya daba que pensar. Sea como fuere, Reznor y Ross, que también figuran como productores (pobrecillos), ofrecen las únicas señales de vida inteligente de una película que nunca logra elevarse ni aportar nada nuevo a lo ya planteado por sus predecesoras. Ares (Jared Leto) no es más una versión empobrecida y simplificada de Quorra (Olivia Wilde), el diseño de producción es una derivada menor del trabajo de Kosinski en Legacy, y el discurso sobre los peligros de la IA y el transhumanismo está escrito como si no existieran Matrix (The Matrix, Lana y Lilly Wachowski, 1999), Terminator (The Terminator, James Cameron, 1984) o Inteligencia Artificial (A.I. Artificial Intelligence, Steven Spielberg, 2001), por no retrotraernos al magma original de 2001 (2001: A Space Odissey, Stanley Kubrick, 1968).

    Que esto haya costado la friolera de 180 millones de dólares, sin contar la campaña de publicidad, es otro misterio barra broma del Hollywood elefantiásico actual, cuyos ejecutivos no dudan en gastarse tanto o más en promocionar sus películas que en producirlas. En Tron: Ares desde luego no brilla ese dineral, sobre todo si tenemos en cuenta que la historia apenas discurre en escenarios digitales, y por consiguiente el volumen de efectos es considerablemente menor que el de Legacy. Alguien ha hecho mal las cuentas o ha pagado de más a sus amigos. Entre tantas malas decisiones artísticas y las recientes acusaciones de nueve mujeres, algunas de ellas menores de edad, contra Jared Leto por supuesta conducta sexual inapropiada, el futuro comercial de la película está visto para sentencia. También el de una franquicia que quizá debió quedarse en 1982. Como le ocurre a tantas otras sagas de entonces, hoy son ya más las malas secuelas que las buenas. ♦


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