|| Críticas | Sitges 2025 | ★★★★☆
Decorado
Alberto Vázquez
Tras la cortina, la ventana
Ignacio Navarro Mejía
Sitges |
ficha técnica:
España, 2025. Presentación: Fantastic Fest 2025. Dirección: Alberto Vázquez. Guion: F. Xavier Manuel y Alberto Vázquez. Producción: Abano Producions / Glow / María y Arnold AIE / Sardinha em Lata / UniKo. Música: Joseba Beristain. Dirección artística: José Luis Ágreda. Reparto (voces): Chelo Díaz, Damián Cortés, Daniel Lema Blanco, Óscar Fernández, Luis Iglesia Besteiro, Gaspar González Somoza. Duración: 95 minutos.
España, 2025. Presentación: Fantastic Fest 2025. Dirección: Alberto Vázquez. Guion: F. Xavier Manuel y Alberto Vázquez. Producción: Abano Producions / Glow / María y Arnold AIE / Sardinha em Lata / UniKo. Música: Joseba Beristain. Dirección artística: José Luis Ágreda. Reparto (voces): Chelo Díaz, Damián Cortés, Daniel Lema Blanco, Óscar Fernández, Luis Iglesia Besteiro, Gaspar González Somoza. Duración: 95 minutos.
Hemos empezado con esta referencia porque es sin duda la principal de la nueva película de Alberto Vázquez (basada por lo demás en su anterior cortometraje), convenientemente titulada Decorado. Hay, sin embargo, dos diferencias fundamentales, de forma y de fondo. Formalmente, estamos ante una película de animación, lo que altera toda esa realidad y, de hecho, esta adquiere desde el principio un componente fantástico, irreal. Pero, en el fondo, es más desesperanzada y, en cierta medida, más cruda que la obra anterior, pues su desenlace es opuesto y todo su desarrollo no gira en torno al descubrimiento y consiguiente deseo de abandonar los límites del marco impuesto (que también), sino, sobre todo, a la crisis existencial que padece su personaje principal y de la que le es imposible, por naturaleza, escapar. El director de Psiconautas y Unicorn Wars prosigue en su despiadada alegoría de los infiernos del ser humano, representado por criaturas mitológicas, y, tras el abandono, la depresión y la violencia bélica, aborda ahora la crisis de mediana edad, esa que sigue al matrimonio y a las amistades que se conservan por inercia y al empleo que ya ha habido tiempo de conseguir y perder. Esto es lo que le pasa a Arnold, con cuerpo de ratón pero alma y pensamiento de ser humano cuarentón, que habita junto con su mujer, amigos y demás vecinos (todos animales) una pequeña ciudad rodeada de un gran bosque y, más allá, de unas altísimas e infranqueables montañas. Con todo, insistimos, no estamos ante una película de Disney o similar, con su paisaje mágico y sus animales parlantes y algo antropomorfos. Aquí la elección de los personajes y el dibujo de su ambientación son lo único que nos remite al cine de animación más convencional, pues todo lo demás se aleja de esas convenciones.
En este sentido, Vázquez y su coguionista Francesc Xavier Manuel Ruiz subvierten las expectativas, partiendo de ciertos clichés, dentro y fuera del fantástico (el marido y la mujer que se conforman una vez domesticados, el malvado explotador, antaño conocido y luego manipulador, el diablo y la sirena como seres monstruosos, las palomas mensajeras, los fantasmas moralizantes…) para darles la vuelta hasta un extremo que, más que rozar la parodia, nos enfrenta a nuestro espejo cotidiano, distorsionado ciertamente, pero espejo al fin y al cabo. A través de este mundo imaginado, y más allá de la trama principal, se nos habla también de la especulación inmobiliaria, de los derechos de los trabajadores, de la marginación social acentuada con la drogadicción o de la soledad para cualquier ser vivo que tenga conciencia de sí mismo (incluso ese diablo, esa sirena, esas palomas o esos fantasmas). Hasta en el caso del diablo y la sirena, personajes tan secundarios como excluyentes, el metraje se toma un tiempo para darles transcendencia y asegurar su sintonía con el conjunto, en ese caso concreto introduciendo de repente, de manera brillante y conmovedora, su voz en off. Este detalle no hace sino realzar las múltiples capas dramáticas con las que juegan Vázquez y su equipo, avanzando por una fina línea en la que su mundo construido amenaza siempre con desmoronarse, incluyendo numerosos momentos de histrionismo y enajenación (acentuados por una banda sonora de chocante clasicismo, como en la escena del entierro), pero manteniendo siempre intacta tal edificación. Por muy lejos que se lleve la búsqueda de un significado, de algo que de sentido a la vida, o por mucho que se pretenda una libertad plena, ajena a cualquier atadura, la realidad siempre nos devuelve a la inmediatez, a la comprobación más descarnada y directa del mundo que nos rodea, cruel, sucio, injusto, pero uno que todos compartimos y por el que estamos condenados a trabajar juntos. En su asombroso nihilismo, Decorado nos deja tan boquiabiertos como desolados, al recordarnos que, aunque cada cual tenga su identidad propia y pretenda ir por libre, siempre habrá alguien a nuestro lado que nos observe, que nos interpele y de quien dependa nuestra frágil supervivencia. ♦
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