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    Cine Alemán Siglo XXI

    La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000)

    || Cineclub
    La comunidad
    Álex de la Iglesia
    Sporting-Real Sociedad X


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    España, 2000. Título original: La comunidad. Dirección: Álex de la Iglesia. Guion: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría. Producción: Andrés Vicente Gómez, Marco Gómez. Productoras: Lolafilms. Fotografía: Kiko de la Rica. Música: Roque Baños. Montaje: Alejandro Lázaro. Reparto: Carmen Maura, Emilio Gutiérrez Caba, Terele Pávez, Jesús Bonilla, Eduardo Antuña, María Asquerino, Marta Fernández Muro, Sancho Gracia, Paca Gabaldón, Ane Gabarain, Enrique Villén, Kiti Mánver, Roberto Perdomo, Manuel Tejada, Eduardo Gómez, Andrés de la Cruz, Manuel Tallafé, Antonio de la Torre, Mariví Bilbao, Luis Tosar, Ramón Barea, Aitor Mazo, Rodolfo Sancho.

    A Álex de la Iglesia le bastó un contundente cortometraje para convertirse en una de las promesas más interesantes del cine español de los 90. Rodado en blanco y negro, Mirindas asesinas (1991) sorprendió por la manera en que el director mezcló humor y terror en unos 11 minutos donde Álex Angulo se lució encarnando al psicopático cliente de un bar, empeñado en tomarse un refresco sin pagarlo. El mismísimo Pedro Almodóvar vio el potencial de aquel joven realizador bilbaÍno y, a través de El Deseo, su productora, apadrinó la que sería su ópera prima en el largometraje, la singular Acción mutante (1993). Con banda sonora del grupo Def Con Dos, estética ciberpunk y muchísimo humor negro, de la Iglesia mostraba un futuro (2012) en el que una banda terrorista conformada por personas deformes tenía como objetivo acabar con los guapos y ricos del país. Los resultados fueron un tanto irregulares, pero hay que aplaudir la valentía del realizador al abordar un género como el de la ciencia ficción, en una época en la que se trataba de conseguir que el público volviera a las salas de cine a consumir cine español, y hoy es considerada toda una película de culto, que sirvió de antesala a la que muchos consideramos la obra maestra de Álex de la Iglesia, El día de la bestia (1995). Aquella divertidísima comedia de acción satánica, protagonizada, como los dos trabajos anteriores, por Álex Angulo, acompañado del italiano Armando de Razza y un Santiago Segura en su primer papel importante (ganó el Goya a mejor actor revelación), fue todo un fenómeno entre la crítica y el público, que salió encantado de aquella particular visión del nacimiento del Anticristo en plenas Navidades madrileñas de 1995. A aquel gran éxito siguieron dos tropiezos como Perdita Durango (1997), un proyecto más ambicioso e internacional, protagonizado por Javier Bardem y Rosie Pérez, adaptando a Barry Gifford – aunque los resultados estuvieran lejos de los de Corazón salvaje (David Lynch, 1990)–, y la infravalorada (pero, a mi parecer, brillante) Muertos de risa (1999), negrísima historia sobre una pareja de cómicos (magníficos El Gran Wyoming y Santiago Segura) que trataba de recobrar las mieles del éxito que vivieron en los 70.

    La comunidad (2000), de la que se cumplen 25 años desde su estreno, supuso la reconciliación del director con una crítica que empezaba a darle la espalda y un público que esperaba, en cada nuevo estreno de Álex de la Iglesia, reencontrarse con aquel fresco sentido del espectáculo que nos regalara El día de la bestia. Una vez más, la historia corrió a cuenta del propio director y su coguionista de confianza, Jorge Guerricaechevarría, presentando a Julia, una mujer sin demasiada suerte en la vida, atrapada en una relación que no va a ninguna parte con Ricardo (un perdedor, como ella), y que fantasea con vivir en uno de los lujosos pisos que enseña a los posibles compradores de la inmobiliaria para la que trabaja. Por caprichos del destino (gracias a unas goteras que provienen del techo), la mujer encuentra 300 millones escondidos bajo las baldosas de la casa de arriba de un piso que trataba de vender. El dueño de semejante fortuna, murió viejo y solo, encerrado a cal y canto entre las cuatro paredes de una casa que se convirtió en su tumba, rodeado de toneladas de basura, como si tuviese miedo de que alguien pudiera entrar para hacerle daño y robarle los millones ganados en una apuesta deportiva. Pronto descubrirá Julia que los temores del anciano no eran tan infundados y que la comunidad de vecinos, al completo, está compinchada para hacerse con el dinero y repartírselo, al precio que sea. Este es el punto de partida de una película que muestra el lado más mezquino, egoísta y oscuro del ser humano. Ninguna de las criaturas que aparecen en ella sería capaz de pasar un filtro de moralidad o nobleza, ya que todos y cada uno de los vecinos –a excepción, tal vez, del ingenuo (o no tanto) Charly, un chico que se pasa media cinta disfrazado de Darth Vader– llevan décadas envenenados por la codicia, mientras que la misma Julia sería capaz de vender su alma al diablo por cambiar de vida, por lo que significará una rival a batir a la altura. Todo un hueso duro de roer.

    El carácter costumbrista y coral de la obra, así como la negrura del guion y los matices (casi todos desagradables) que describen a cada personaje, parecen deudores del mejor Rafael Azcona, recordando esta La comunidad a aquella El pisito (Marco Ferreri, 1959) en la que una pareja de novios (José Luis López Vázquez y Mary Carrillo) era capaz de engañar a una anciana con el fin de quedarse con su casa, pero añadiendo ingredientes que parecen sacados de los cómics de 13 Rue del Percebe, de Francisco Ibáñez, que también retrataban un vecindario poblado de personajes extravagantes y algo perturbados. Carmen Maura, la que fuera primera musa de Almodóvar –inolvidable, especialmente, en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) o Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)–, obtuvo uno de los mejores papeles de su carrera, justamente recompensado con un Goya, encarnando a una Julia con la que cualquier espectador puede verse identificado, muy a su pesar, ya que su catadura moral termina no distando demasiado de la de esa panda de buitres que no la deja escapar del tétrico edificio. Maura está divertidísima, casi emulando a aquella Janet Leigh de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) que ponía pies en polvorosa con un botín robado. Y es que el maestro del suspense es una de las mayores influencias de Álex de la Iglesia para este filme, homenajeándole desde sus coloristas títulos de crédito, hasta multitud de referencias o pequeños guiños a algunos de sus clásicos, como La ventana indiscreta (1954) –ese onanista Charly observando a Julia desde su ventana, mientras se ducha–, Pero... ¿quién mató a Harry? –un cadáver y un misterio– (1955) o Vértigo (1958) –esa Julia trepando por los balcones del edificio, bajo una lluvia que, todo sea dicho, también nos remite a Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Resulta un placer extra detectar todos los homenajes cinéfilos que el realizador vasco introduce en su película, aunque, afortunadamente, todo está tan bien ensamblado que nunca se tiene la sensación de estar ante un pastiche, sino ante una obra que empezaba a depurar la personalidad traviesa de de la Iglesia.

    La comunidad es una de las obras más redondas de su director, magníficamente escrita e interpretada, divertida y terrorífica a partes iguales y con las dosis exactas de humor y acción para ofrecer un entretenimiento de primer orden.


    Al igual que hiciera Luis García Berlanga en sus tiempos, el bilbaíno maneja como nadie un reparto plagado de grandes actores de los escenarios, los conocidos como característicos de nuestro cine que, si bien no son estrellas, sí que cuentan con la profesionalidad y las tablas suficientes para apoyar a la gran Carmen Maura y darle sus consiguientes réplicas. Todos tienen sus momentos de lucimiento, desde un Emilio Gutiérrez Caba (Goya al mejor actor de reparto) enorme en modo villano, como ese presidente de la comunidad que lleva la voz cantante del plan, a una Terele Pávez que encontró en este director la oportunidad de vivir una segunda juventud interpretativa, convirtiéndose en su musa desde El día de la bestia. Ella borda el papel de la típica vecina alcahueta, enojada con el mundo, protagonizando una de las escenas más bizarras y recordadas de la cinta, ese salto de un edificio a otro que se ríe de Matrix (Hermanas Wachowski, 1999), en plena efervescencia de su éxito. Pero también están maravillosas veteranas como María Asquerino o Kiti Manver, un Sancho Gracia con muy malas pulgas y excelentes actores como Paca Gabaldón o Enrique Villén –el momento en que el viejo ascensor parte su cuerpo en dos es de los más impactantes de la función–, que siempre cumplen cuando se les brinda la oportunidad. También hubo lugar para la sabia nueva y en La comunidad podemos ver algunos de los primeros pasos de actores hoy consolidadísimos, como Antonio de la Torre o Luis Tosar. La fotografía de Kiko de la Rica saca todo el partido a la sordidez del edificio en el que se desarrolla la mayor parte de la acción, en contraste con el lujo que respira el piso en el que se atrinchera Julia, mientras que Roque Baños en la música consigue ese tono entre inquietante y juguetón que la historia requería. De la Iglesia, como siempre, rueda muy bien la acción –antológica la pelea entre Maura y la Pávez en lo alto del edificio de las cuadrigas, tan icónica ya como el momento en el cartel de Schweppes del Edificio Carrión en El día de la bestia–, ayudándose de unos efectos especiales notables en su momento, ganadores del Goya. Todo contribuye a que La comunidad sea una de las obras más redondas de su director, magníficamente escrita e interpretada, divertida y terrorífica a partes iguales y con las dosis exactas de humor y acción para ofrecer un entretenimiento de primer orden. Un cuarto de siglo después de su estreno, permanece como un clásico de nuestro cine del que beberían populares series de televisión como Aquí no hay quien viva o La que se avecina (incluso aparecen dos actores de estas, como Mariví Bilbao y Eduardo Gómez). ♦


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