|| Críticas | BCN FILM FEST 2024 | ★★★★☆
Daaaaaalí!
Quentin Dupieux
El genio de cinco cabezas
Carles M. Agenjo
ficha técnica:
Francia, 2023. Título original: Daaaaaalí. Dirección: Quentin Dupieux. Guion: Quentin Dupieux. Compañías productoras: Atelier de Production, France 3 Cinéma. Fotografía: Quentin Dupieux. Música: Thomas Bangalter. Producción: Mathieu Verhaeghe, Thomas Verhaeghe, Malika Lambert. Reparto: Anaïs Demoustier, Edouard Baer, Jonathan Cohen, Gilles Lellouche, Pio Marmaï, Didier Flamand, Romain Duris, Catherine Schaub-Abkarian. Duración: 77 minutos.
Francia, 2023. Título original: Daaaaaalí. Dirección: Quentin Dupieux. Guion: Quentin Dupieux. Compañías productoras: Atelier de Production, France 3 Cinéma. Fotografía: Quentin Dupieux. Música: Thomas Bangalter. Producción: Mathieu Verhaeghe, Thomas Verhaeghe, Malika Lambert. Reparto: Anaïs Demoustier, Edouard Baer, Jonathan Cohen, Gilles Lellouche, Pio Marmaï, Didier Flamand, Romain Duris, Catherine Schaub-Abkarian. Duración: 77 minutos.
Lo mejor de todo es lo que ocurre con el protagonista. No existe un Dalí, sino distintas versiones como si fueran remixes de un track sonando en múltiples pistas. Tampoco se cuenta la vida del maestro catalán de un modo lineal, sino mediante el salto temporal. Sus edades se cuelan en un presente confuso donde la periodista que interpreta Anaïs Demoustier se entrega a la frustrante misión de entrevistar a la estrella de bigotes picudos, que le cancela una y otra vez. Demoustier es lo más parecido a un Sísifo posmoderno, esclava kafkiana de un eterno retorno donde la vida del pintor se fragmenta en una serie de rostros complementarios. Más que un retrato individual, Dupieux se inventa una hidra mitológica. No es uno quien lo interpreta –como el Adrien Brody de Midnight in Paris (2011)–, sino cinco. Desde actores conocidos del mercado francés como Gilles Lellouche, Édouard Baer, Jonathan Cohen y Pio Marmaï hasta el veterano Didier Flamand. Por desgracia, no todos están al mismo nivel de frescura y desparpajo. La caricatura de Marmaï le da mil vueltas a la de Cohen y Flamand sólo hace un cameo con miedo a morir en este metaverso delirante que parece una respuesta inteligente al espectáculo operístico de las franquicias de superhéroes. A diferencia de éstas, Dupieux se mantiene fiel a su espíritu modesto sin mayor lujo que una estética cuidada al detalle. Pero si la Marvel consiguió forjar su hombre araña all-star con la capriana Spider-Man: No Way Home (2021), conjurando a Tom Holland, Tobey Maguire y Andrew Garfield en una misma aventura de ciencia-ficción para el deleite fan; ¿por qué no podría Dupieux hacer lo mismo con una broma de un solo cartucho que aprovecha para reírse del valor mercantil del arte y la grandilocuencia de ciertos rodajes?
Sea como sea, el director de La chaqueta de piel de ciervo (2019) ha vuelto con un vigoroso one man show donde, esta vez, todo estalla a la vez y en todas partes en una sátira retorcida de trucos y engaños, muerte y resurrección, con escenas que empiezan de repente y nunca sabes cuando terminan. Como si los caminos de ida, en realidad, fueran atajos en círculo y los fallos de continuidad en el montaje le hubiesen declarado la guerra a la razón y adoptaran la consistencia de una llave caprichosa que puede abrir cualquier puerta en cualquier momento. Esto puede resultar cargante en un biográfico que, además, reduce las enormes posibilidades de Gala –interpretada brevemente por la actriz Catherine Schaub-Abkarian– a la mera anécdota. Ahora bien, la inventiva del dispositivo nunca se agota porque sus lógicas del absurdo son a prueba de cañonazos y permiten matizar sketches que se extienden como si fueran discos sonando en una sesión de música electrónica. Por otra parte, no se pierde la ocasión de guiñarle el ojo a la desternillante Top Secret (1984) –cada vez que los personajes se mueven hacia atrás– en este ragú alucinógeno de viajes en el tiempo que se permite el atrevimiento –si es que puede considerarse como tal– de mofarse de Dalí en clave machista y arrogante. Su figura se exhibe, se estira y hasta se rompe como lo que siempre ha sido: un gran pescador del subconsciente, del automatismo psíquico, pero con la autoridad de un rey loco, un juez demente, un constructor narcisista de mundos a su medida –como el Vincent d’Onofrio de La celda (2000)– que, visto en conjunto, parece un trampantojo exquisito sobre la esencia surrealista de Quentin Dupieux. ♦