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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Paradise is Burning

    || Críticas | ★★★★☆ |
    Paradise is Burning
    Mika Gustafson
    La caída del Edén


    Belit Lago
    Barcelona |

    ficha técnica:
    Suecia, Dinamarca, Italia, 2023. Título original: Paradiset brinner. Dirección: Mika Gustafson. Guion: Mika Gustafson, Alexander Öhrstrand. Compañías: Hobab, IntraMovies, Toobox, Tuffi Films. Fotografía: Sine Vadstrup Brooker. Música: Giorgio Giampà. Reparto: Bianca Delbravo, Marta Oldenburg, Dilvin Asaad, Mitja Siren, Safira Mossberg, Ida Engvoll. Distribución: Stendhal Films. Duración: 108 minutos.

    La ausencia paternal durante la juventud da lugar a un libre albedrío que ha sido representado con frecuencia a lo largo de la historia del cine. Un ejemplo canónico de rebelión adolescente es el emblemático personaje a quien Truffaut presentaba en Los 400 golpes (1959): Antoine Doinel personificaba la libertad de un muchacho parisino que encuentra en la desatención familiar una vía de escape para configurar su propia identidad, aunque su condenatorio final acababa señalando que, tras la negligencia materna, existe la autoridad inexorable de un sistema punitivo para con aquellos jóvenes que se desvían del camino del buen comportamiento. Frente al componente dramático de las desventuras del personaje interpretado por Jean-Pierre Léaud, aparece Pippi Calzaslargas, referente cultural que podría suponer la cara B de Doinel, pero en un tono más cómico y con una narrativa particularmente fantástica. De nuevo, el borrado de modelos adultos servía para dar rienda suelta a las excéntricas andanzas que conforman el universo imaginativo de su autora, la sueca Astrid Lindgren. Recogiendo la misma idea pero desde una óptica sobria y directa, la última propuesta de Mika Gustafson, directora del documental Sylvana (2017), nos sumerge en la vida de tres hermanas que viven solas en el caótico espacio de una casa sin progenitores. Laura, la mayor, será quien se encargue del cuidado de las más pequeñas, luchando a contrarreloj ante la inminente visita de los servicios sociales.

    Paradise is burning se abre con un travelling frontal donde vemos a un perro avanzando hacia adelante a toda prisa, imagen que sirve como metáfora del viaje que emprende Laura, a quien le ha tocado ocupar un precipitado rol maternal que desempeñará dejándose la piel sin posibilidad de tregua. La falta de ejemplaridad en las decisiones que toma se corresponde directamente con la edad del personaje: una chica que ha dejado de lado la vida que le hubiera tocado vivir para evitar la desestructuración total de una familia que desconoce el paradero de su madre, y cuyo padre ocupa un vacío absoluto en la trama. Entre robos en supermercados y justificantes falsificados, la joven se convierte en una experta del vandalismo a menor escala, a la vez que instruye a Mira y Steffi en el arte de sobrevivir. La irrupción accidental de Hannah en la vida de Laura supondrá un espacio de calma y recogimiento. Capaz de ver más allá de su fachada de macarra, entablará con ella una relación curiosa en la que ambas, sumidas en una insatisfacción vital frustrante, compartirán una tranquilidad efímera en las casas ajenas en las que se cuelan, utopía del lugar inalcanzable. La mujer despierta en ella un sentimiento confuso, que navega entre la vulnerabilidad del huérfano y la atracción irrefrenable del primer amor. La protagonista parece utilizar sus armas de seducción para conseguir la ayuda de Hannah ante la amenazante visita de la asistente social, pero el embrujo, como todo en su itinerario, se le vuelve en contra.

    El atropellamiento de escenas, muchas veces cortadas frenéticamente, subraya la sensación de ajetreo con que se describe la realidad de los personajes, a la vez que aporta frescura a la propuesta, una inmediatez próxima que también observamos en el acercamiento de una cámara que invade por completo la intimidad de las niñas. Laura, siempre atenta a lo que ocurre a su alrededor, observa el entorno desde la perspectiva que encuentra en el distanciamiento social, cediendo el placer de la distracción a Steffi, la más pequeña y salvaje de las tres, y a Mira, que se encuentra en pleno proceso de cambio. Hay algo de la protagonista de La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013) en ella: además de un cierto parecido físico, las une la determinación obsesiva con que ambas luchan por conseguir lo que quieren, un instinto salvaje arraigado a la intensidad de sus miradas. El miedo subyacente en la seriedad casi imperturbable del personaje principal, ese terror a la detonación del paraíso que las tres han construido mano a mano, tiñe por completo el relato. Las escenas festivas, de desenfreno y divertimento, parecen eclipsar la naturaleza dramática de la historia, pero a medida que avanzan los acontecimientos, el avistamiento de la tragedia va tomando forma, asomándose de manera orgánica en el cambio relacional entre ellas. Con ello, Paradise is burning destaca por su vívido retrato del vínculo fraternal, una celebración del amor incondicional entre hermanas que recuerda a Mustang (Deniz Gamze Ergüven, 2015) en la escenificación del lastre compartido, convirtiéndose en una oda a la profundidad de un lazo inquebrantable que, aún zarandeado por las adversidades del destino, está fabricado a prueba de bombas. ♦


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