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    Crítica | Volveréis, Jonás Trueba [Cannes 2024]

    || Críticas | Cannes 2024 | ★★★★☆
    Volveréis
    Jonás Trueba
    El cine, ¿puedes hacernos mejores?


    Rubén Téllez Brotons
    Cannes |

    ficha técnica:
    España, 2024. Título original: Volveréis. Duración: 114 min. Dirección: Jonás Trueba. Guion: Jonás Trueba, Itsaso Arana, Vito Sanz. Música: Iman Amar, Ana Valladares, Guillermo Briales. Fotografía: Santiago Racaj. Compañías: Coproducción: España-Francia, Los ilusos films. Reparto: Itsaso Arana, Vito Sanz, Fernando Trueba, Francesco Carril.

    El cine de Jonás Trueba está cargado de la frescura de la inmediatez, de esa vitalidad característica de las obras abiertas, rodadas con tanta velocidad que sus imágenes, metales candentes que arden ebrios de energía, no tienen tiempo de enfriarse, de embalsamar las rebanadas de realidad que las componen. Hay, detrás de cada una de sus escenas, una desesperación por devorar la existencia y por hacer un cine en el que la necesidad de devorar la existencia posea a sus personajes; una necesidad de nadar mar adentro para sentir la calidez salada de las olas erosionando la piel de pura satisfacción. Trueba trabaja siempre con el mismo equipo, compuesto por pocas personas, y lo hace rápido para mantener intacto durante todo el proceso el fulgor de pasión que le motivó para llevarlo a cabo. Ahí está, como paradigma, Tenéis que venir a verla, una obra pequeña en su inmensa sencillez que, con tan sólo cuatro personajes y dos localizaciones, conseguía retratar esa sensación de aislamiento y extrañación que cargaba la atmósfera del día a día pospandemia. En ella, Itsaso Arana y Vito Sanz daban vida a una pareja que subía a la casa de campo de unos viejos amigos (Irene Escolar y Francesco Carril) con los que habían perdido un poco el contacto. Con una duración de una hora y un tono contemplativo que imbuía al espectador en ese entorno verde y abierto, la película era una inyección de optimismo que invitaba a observar un mundo oscurecido por el covid desde una perspectiva luminosa.

    En Volveréis, su nuevo trabajo presentado en la Quincena de Cineastas de Cannes, Arana y Sanz interpretan, de nuevo, a una pareja que está a punto de dejar de serlo: han decidido divorciarse y van a organizar una fiesta para celebrarlo. A partir de esta sencilla premisa, Trueba vuelve a construir una película que es, ante todo, un organismo vivo que se va filmando al mismo ritmo que se proyecta sobre la pantalla. A través de un juego de metacinematográfico que no pretende tanto reflexionar sobre los límites de la realidad y la ficción, como dejar patente el carácter moldeable de sus imágenes y el proceso de construcción constante al que están sometidas, el autor de La virgen de agosto se adentra en la cotidianeidad de una pareja que ha perdido el amor, pero no la complicidad, y que, para evitar ahogarse en el polvo melancólico del pasado, opta por celebrar: celebrar que han tenido una relación de catorce años en los que la sinceridad y el cariño marcaba su día a día; celebrar que el divorcio no supone un punto y final en su relación, sino un punto y seguido; celebrar que la vida continúa y que todavía tienen muchas películas que rodar (ella es directora y él, actor).

    Curiosamente, la mejor descripción de Volveréis la ofrece su propio realizador. Casi al final del metraje, los protagonistas se reúnen con el equipo de la cinta que han rodado para ver un primer montaje de la misma y debatir sobre los posibles cambios que pueden implementar. Uno de los allí presentes apunta que la película “no es circular (las que desarrollan un discurso), ni lineal (las que se adentran en terreno desconocido para plantear interrogantes), es otra cosa muy distinta”. Y lleva toda la razón, puesto que la idea de Trueba no es otra que la de confeccionar un espejo luminoso cuyo pulso se sincronice con el del espectador, con el fin de quitarle las legañas de tristeza que ensucian su mirada para que, de tal forma, el abanico de reacciones con el que se enfrenta a la vida no esté compuesto por emociones negativas que le impiden disfrutar del presente e ilusionarse por el futuro. Arana y Sanz se pasan gran parte del metraje explicándole a sus seres queridos que su separación no es ninguna tragedia griega, que ellos están bien, que van a seguir siendo amigos, y que divorciarse es algo completamente normal. El director busca en todo momento romper los mitos del pesimismo y demostrar que el cierre de una etapa vital no es motivo para regodearse en la tristeza, para encerrarse en un castillo de nihilismo y darle la espalda al mundo; sino, más bien, justo lo contrario. Para Trueba, la vida y las películas son un proceso de renovación constante que tiene como centro neurálgico el deseo de celebración y disfrute. “El cine, ¿puede hacernos mejores?”, se preguntaba Stanley Cavell en la portada de su famoso ensayo. Jonás Trueba cree que sí; y Volveréis, con su estructura fragmentada que funciona por acumulación, con las maravillosas interpretaciones de sus actores (ojo a Fernando Trueba como padre de la protagonista), con su luminosidad nada ñoña y su humor fluido y desenfadado, es el claro ejemplo de ello. ♦


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