|| Críticas | Las Palmas 2024 | ★★★★☆
I'm Not Everything I Want To Be
Klára Tasovská
Análisis tardío
Rubén Téllez Brotons
ficha técnica:
República Checa, Eslovaquia, Austria, 2024. Título original: Ještě nejsem, kým chci být. Duración: 90 min. Dirección: Klára Tasovská. Guion: Alexander Kashcheev, Klára Tasovská. Compañías: ARTE G.E.I.E, Czech Television, Mischief Films, Nutprodukcia, Somatic Films. Reparto: Libuse Jarcovjakova.
República Checa, Eslovaquia, Austria, 2024. Título original: Ještě nejsem, kým chci být. Duración: 90 min. Dirección: Klára Tasovská. Guion: Alexander Kashcheev, Klára Tasovská. Compañías: ARTE G.E.I.E, Czech Television, Mischief Films, Nutprodukcia, Somatic Films. Reparto: Libuse Jarcovjakova.
La pantalla aún está en negro cuando la artista confiesa que le han ofrecido un espacio bastante grande en una sala muy importante para que exponga un compendio de su obra. Debe, por tanto, escoger entre la infinidad de fotos que ha sacado a lo largo de los años, seleccionar las escenas clave de su vida, desde las más íntimas hasta las más contextuales, darle un orden a las imágenes para que conformen el relato más exacto de una existencia difícil. Es el momento que lleva esperando décadas: por fin su trabajo se va a ver reconocido. Después de que la rechazaran dos veces en la universidad; de que le prohibieran retratar a los trabajadores de una imprenta en la que trabajaba; de haber luchado por su .libertad e independencia en una época en la que la mujer era condenada a ser una comparsa del hombre; de haberse marchado del bloque soviético en busca una libertad que no tenía bajo el manto de la URSS; de haberse sentido perdida y asfixiada en una sociedad capitalista que, por desconocimiento, creía más libre; de haberse resignado a sacar fotos para marcas de ropa, cohibiendo su voz creativa y condenándola a hablar a través de susurros en la esquina de su conciencia; de haber dejado dicho trabajo para centrarse en su impulso artístico, aunque eso supusiese aceptar oficios mucho más precarios, de haber conocido a infinidad de personas que la han querido y a las que ha querido: por fin atisba los fulgores del éxito. Aunque sigue sin saber quién es.
I´m Not Everything I Want To Be funciona como un río infinito condenado a no desembocar en ningún mar, a seguir fluyendo a través de un paisaje cambiante, a veces áspero y duro, otras algo más cálido y luminoso, sin alcanzar un horizonte que no existe como realidad física, sino que se desvela como una construcción mental instaurada por una sociedad que siente la necesidad de encuadrar todo en unos términos rígidos, estáticos y opresivos. Libuse Jarcovjakova busca a lo largo de los noventa minutos de metraje una identidad que, al esquivar las fronteras de la definición simple, le produce una angustia indescriptible. Sus fotos, como apéndices expresivos que, como diría Bergman, funcionan como madera y hacha, detienen la realidad en una imagen en blanco y negro que es capaz de cargar con la cerámica vacía de su dolor porque, precisamente, forma parte de ella. Su trabajo es el resultado de una vida que no sería la misma si no fuese por ese impulso que la mueve a expresarse a través de su entorno y de su propia fisicidad. De ahí, que en su obra —y en la película— se diferencien dos tipos de instantáneas que, pese a sus disimilitudes, están indisociablemente unidas, en tanto que conforman esa identidad que la protagonista busca. Por un lado, están las que inmortalizan el día a día de todos los colectivos que eran marginados por salirse de la hegemonía; y, por otro, las que retratan su cuerpo a través de angulaciones expresivas y poco convencionales. La directora parece decir que los contextos en los que se mueve la protagonista y el medio expresivo a través del que lo hace son los elementos que conforman una personalidad que está en constante cambio, que escapa de la posibilidad de ser categorizada o definida en dos o tres palabras. La identidad es el eco de una pulsión libre que la sociedad (machista, homófoba, racista, clasista) reprime. Por tanto, intentar aprisionarla en un lenguaje convencional y hegemónico es un esfuerzo inútil.
El dolor que surge de dicha represión lo describió a la perfección Pier Paolo Pasolini en su magnífico poema Análisis tardío: “Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa; / que todo aquello que toco ya lo he tocado; / que soy prisionero de un interés indecente; / que cada convalecencia es una recaída; / que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo; / que también el humorismo forma parte del bloque inamovible; / que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo; / que no intento todavía reconocer quién soy; / que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre; / que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias; / que no saldré nunca de aquí por más que sonría; / que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada; / que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola; / que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura; / que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.” ♦