|| Críticas | Sundance 2023 | ★★★☆☆
Juego limpio
Chloe Domont
Las paredes de cristal
Kevin Rodrigo Pérez
Disponible en el catálogo de Filmin
ficha técnica:
Estados Unidos, 2023. Fair Play. Dirección: Chloe Domont. Guion: Chloe Domont. Compañías productoras: T-Street, Star Thrower Entertainment. Fotografía: Menno Mans. Montaje: Franklin Peterson. Música: Brian McOmber. Diseño de Producción: Steve Summersgill. Producción: Leopold Hughes, Ben Leclair, Tim White, Trevor White, Allan Mandelbaum. Reparto: Phoebe Dynevor, Alden Ehrenreich, Eddie Marsan. Duración: 113 minutos.
ficha técnica:
Estados Unidos, 2023. Fair Play. Dirección: Chloe Domont. Guion: Chloe Domont. Compañías productoras: T-Street, Star Thrower Entertainment. Fotografía: Menno Mans. Montaje: Franklin Peterson. Música: Brian McOmber. Diseño de Producción: Steve Summersgill. Producción: Leopold Hughes, Ben Leclair, Tim White, Trevor White, Allan Mandelbaum. Reparto: Phoebe Dynevor, Alden Ehrenreich, Eddie Marsan. Duración: 113 minutos.
La ópera prima de Chloe Domont empieza como un drama disfrazado de comedia romántica. Emily y Luke son una pareja joven y exitosa, trabajan en banca de inversión y nada más empezar la película se prometen. Pero su relación la prohíbe la política de la empresa: el anillo de compromiso se queda en casa y los caminos se separan en la puerta del metro cada mañana. Emily y Luke tienen puestos al mismo nivel, hasta que despiden al superior de Luke. Parece que él va a llevarse el ascenso, pero el puesto lo recibe ella, y de pronto es su jefa. El poder pierde el atractivo o la atracción pierde poder en favor de otra cosa, se vuelve castrante.
Sobre esto, Chloe Domont construye esta película que es como un puente de suspensión, como una obra de ingeniería. La tensión al miligramo y una estructura neurótica. Las líneas fluidas que, caído el disfraz de comedia romántica y revelado el drama, dibujan una especie de thriller de oficina que va más allá de eso. En la exploración de la nueva dinámica de poder, la directora encuentra un filón que va diseccionando poco a poco. Alternando entre los juegos de miradas y los comentarios susurrados en la oficina y la creciente hostilidad de las discusiones en casa con un manejo del tono magistral. Resulta emocionante ver cómo construye la tensión siempre con la cámara, levantando el enfrentamiento desde la distancia psicológica. La imagen es cruda, física, a veces violenta.
Aunque las piedras de toque de su discurso la hagan en ocasiones predecible, el guion no se detiene en los tópicos que sugiere, sino que aprovecha para construir a dos personajes que abren nuevas vías para sus arquetipos, a los que les permite toda su humanidad. La selección de escenas y buen diálogo que Phoebe Dynevor y Alden Ehrenreich interpretan con igual control del tono van revelando a esta pareja bajo la obsesiva mirada de Domont.
¿Culpa? ¿Responsabilidad? Le pregunta a Emily su jefe. Y resuelve: es todo irrelevante. Lo dice sentencioso, como sabiendo que es una de las frases que se van a quedar flotando cuando termine la película. Es irrelevante en proporción directa al poder, claro, porque de eso va todo en Fair Play. Pero como la película avisa desde el principio, importa más lo que no se dice, el subtexto que se hace transparente como las paredes de cristal de la oficina. Y la verborrea financiera que acapara el diálogo flota como el aceite sobre una película de cristalina humanidad, como la endeble persiana que poco puede hacer por tapar lo evidente.
Cuando Fair Play termina, uno no se queda pensando. La ambigüedad de los personajes se resuelve, el manejo de expectativas es perfecto y cierra en equilibrio. Habrá a quien le parezca fría o utilitaria, cuadriculada. Apostar por la claridad es más arriesgado de lo que parece, aunque se haga como una buena canción de pop.