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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Queso de cabra y té con sal

    || Críticas | ★★★☆☆ |
    Queso de cabra
    y té con sal
    Byambasurenn Davaa
    El esplendor de la nada


    Adrià Allande
    Barcelona |

    ficha técnica:
    Mongolia, Alemania, 2021. Título original: «Die Adern der Welt». Directora: Byambasurenn Davaa. Guión: Byambasurenn Davaa, Jiska Rickels. Música: John Gütler, Jan Miserre. Fotografia: Talal Khoury. Reparto: Bat-Ireedui Batmunkh, Enerel Tumen, Yalalt Namsrai, Algirchamin Baatarsuren, Ariunbyamba Sukhee, Purevdorj Uranchimeg, Alimtsetseg Bolormaa. Productoras: Basis Berlin Filmproduktion, MongolTV, ARTE, RBB Fernsehen. Duración: 92 minutos.

    Como si se abriera el telón, en la distancia y a través de una carretera infinita, un coche rojo recorre los paisajes que van a definir la historia de Amra (11) y su familia. En una de las estepas del círculo de Mongolia, lugar donde la mirada no avista fin y solo se percibe, junto al viento, el galopar de los caballos salvajes, el joven protagonista sueña con participar en el concurso de jóvenes talentos que llega a la pequeña escuela, con la promesa de ir a visitar la capital y formar parte del programa. Mientras tanto, su padre, figura y centro moral, tanto para la familia como para el pueblo, profesa una lucha por preservar el espíritu de la comunidad y sus costumbres. Byambasuren Davas, tras una década del estreno de Los dos caballos de Genghis Khan, ofrece una obra que se acerca, desde la dualidad y la tensión que habita entre lo viejo y lo nuevo —recuperando el célebre título de S.M. Eisenstein— una mirada al conflicto de nuestro tiempo y, especialmente, el de los pequeños pueblos.

    La familia de Amra, al igual que sus convecinos, forman parte de la comunidad nómada. El centro de actividad es el mercado y cada uno, con su puesto, lleva a cabo una actividad sustancial. La vida en la estepa no es fausta en opulencia, pero sí en esenciales, y así lo siente la familia. El respeto por lo natural se hace presente y más en el páramo, donde el hombre y sus yurtas ocupan una insignificante huella en el vasto paisaje. Por ello, humildemente, tanto Amra como su padre, Erden, al terminar la jornada oran frente a un árbol vestido con lazos azules; resonancia del espíritu de lo silvestre. Sin embargo, como en cualquier parte, la sombra de la timocracia y sus intereses abordan por el cambio e invaden el orden de las pequeñas comunidades. El terreno es rico en minerales y la mirada industrial, junto a su milicia ministerial, aposenta su interés en el lugar, desterrando a los habitantes de la estepa y, por consiguiente, toda posibilidad de prosperar de la misma forma en como lo hacían sus ancestros. El mundo del nómada no abarca más que la realidad interior de la yurta y la de su cuadra, aquellos que la habitan y la preservan, desde las raíces hasta su copa. No es una existencia necesariamente hosca, pero sí ardua, no tanto por dificultad como por fragilidad, por lo que el soporte de la comunidad y los vínculos abiertos, entre unos y otros, son una parte fundamental de su subsistencia. El miedo y la impotencia debilitan a la comunidad, así como los propios sucesos de la narración, terminan por dar un vuelco e involucran al joven Ama en una posición incómoda; reaccionario, por una parte, y, a su vez, subyugado al dispositivo industrial.

    Queso de cabra y té con sal, cuarta película de Byambasuren, se desarrolla de forma parecida a la orografía de sus paisajes. La puesta en escena es limpia y transparente, ataviada por los colores del crepúsculo y los celestes de la primera noche. El ritmo, como la llanura que habita la familia de Amra, es pausado y la cadencia, por momentos, solemne; recordando a las imágenes del viejo Dersu Uzala andando por la agreste tundra rusa junto a su capitán. La construcción de la película y su artificio es funcional. En todo momento consigue llegar a sus intenciones, aunque, quizá, con diafanidad. Recordando a Robert Bresson y a su célebre obra aforística, Notas sobre el cinematógrafo, «las ideas hay que esconderlas, pero de manera se las encuentre. La más importante será la más oculta». El deseo por terminar desarrollando una película para un público concreto, en lo que respecta a la edad, acaba determinando la forma en la que se relata la historia, así como sucede con su final. La película, en esencia, como definiría Maria Zambrano, es una preservación al culto de lo sagrado, a la mirada y mímesis de lo poético, pero que, lastimosamente, termina desembocando en otro paradero distinto al de su propia condición. Sin embargo, no por ello le resta valor a la historia ni a los sacrificios de Amra, su lucha por parecerse a su padre e ir descubriendo, con sigilo, su propia autonomía y voluntad frente a un mundo corrompido por la codicia. Con ello, Daavas ofrece una melodía armoniosa, sofisticada y con un trasfondo lleno de humanidad, así como un canto al cuidado de las bases sobre las que se edificó y edificará nuestro mundo. ⁜


    Die Adern der Welt , Byambasurenn Davaa
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