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    Crítica | Thor: Love & Thunder

    || Críticas | ★★☆☆☆ |
    Thor: Love & Thunder
    Taika Waititi
    Waititi no alcanza el Valhalla


    José Martín
    Telde |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2022. Título original: «Thor: Love and Thunder». Dirección: Taika Waititi. Guion: Taika Waititi, Jennifer Kaytin Robinson. Historia: Taika Waititi. Cómic: Stan Lee, Jason Aaron. Producción: Kevin Feige, Brad Winderbaum, David J. Grant. Productoras: Marvel Studios, Walt Disney Pictures, Fox Studios Australia. Fotografía: Barry Baz Idoine. Música: Michael Giacchino, Nami Melumad. Montaje: Peter S. Elliot, Tim Roche, Matthew Schmidt, Jennifer Vecchiarello. Reparto: Chris Hemsworth, Natalie Portman, Christian Bale, Tessa Thompson, Taika Waititi, Chris Pratt, Russell Crowe, Jaimie Alexander, Karen Gillan, Dave Bautista, Pom Klementieff, Sean Gunn, Matt Damon, Luke Hemsworth, Sam Neill, Melissa McCarthy, Idris Elba. Duración: 119 minutos.

    Hay que reconocer que lo que logró el neozelandés Taika Waititi con Thor: Ragnarok (2017) dentro del universo Marvel en general, y de la saga de Thor en particular, fue una absoluta genialidad. Tomó a uno de los héroes más débiles de los Vengadores (en cuanto a la calidad de sus películas en solitario) y le impregnó de ese humor descacharrante y bizarro que le había hecho triunfar con aquella comedia vampírica, con formato de falso documental, que fue Lo que hacemos en las sombras (2014). ¿El resultado? Una sorprendente soap opera intergaláctica, de tono y estética tan kitsch y desprejuiciada que remitía directamente a la vilipendiada (y absolutamente reivindicable como obra de culto ochentera que es) Flash Gordon (Mike Hodges, 1980). Chris Hemsworth siempre ha tenido carisma en el personaje del rubio e hipermusculado dios nórdico, pero carecía de esa singularidad que hacía de otros compañeros de aventuras más atractivos. Mientras que Iron Man robaba las mejores líneas de guion con su afilada ironía, Capitán América conquistaba con su ingenuidad de una época pasada o Hulk lo hacía a golpe de fuerza bruta, pero Thor no había tenido demasiada suerte en sus dos primeras traslaciones a la pantalla. Kenneth Branagh volcó sus obsesiones shakesperianas en la primera (y muy funcional) cinta de 2011, tan centrada en las complicadas relaciones entre Odín (un Anthony Hopkins idóneo para este tipo de catarsis familiares) y sus dos díscolos hijos, mientras que al más impersonal Alan Taylor le quedó grande aquella Thor: El mundo oscuro (2013), unánimemente considerada una de obras más rutinarias y creativamente fallidas del MCU. Por eso fue tan bien recibido ese cambio de aires dentro de la saga, con Waititi dando rienda suelta a una incontrolada catarata de chistes y gags visuales, capaz de espantar a quienes critiquen el abusivo humor dentro de las películas de Marvel. Y es que, directamente, Thor: Ragnarok fue una anárquica y colorista comedia de ciencia ficción. Una autoparódica entrega del Dios del Trueno en la que este se desmelenaba y sacaba a la luz una, hasta entonces, desconocida faceta cómica que le hacía caer más simpático a la audiencia y que fue extensible a otros personajes que brillaban a su lado, tales como Loki o Hulk, todos enfrentados a una sublime villana al que prestaba señorial rostro una Cate Blanchett fantástica.

    Hay que aplaudir que algunos directores no se dejen engullir por la maquinaria de este tipo de superproducciones millonarias, tratando de mantener su personalidad autoral, para sobresalir entre el adocenamiento general. Es cierto que, a veces, no se consigue encajar –la indie Chloé Zhao en Eternals (2021)–, pero cuando el milagro se obra –Sam Raimi homenajeando al grueso de su filmografía de terror en la notable Doctor Strange en el multiverso de la locura (2022), algo que dice mucho de la libertad creativa que le concedieron–, hace que se alberguen esperanzas sobre que no todo está contado en el cine de superhéroes. Waititi había dado en la diana con Thor: Ragnarok y tenía las expectativas demasiado altas –más aún, si cabe, tras ganar el Oscar a mejor guion adaptado con la aclamada Jojo Rabbit (2019)– sobre su continuación directa, esta Thor: Love and Thunder que acaba de aterrizar en las pantallas de todo el mundo. El filme comienza fuerte. Un potente prólogo presenta al personaje encarnado por Christian Bale, magnífico, por cierto, y cómo una tragedia personal le convierte en el asesino Gorr, apodado el Carnicero de los Dioses. Un inicio de viaje contundente que se ve abruptamente roto tras los títulos de crédito, cuando somos conscientes de que el extravagante humor de Thor: Ragnarok ha dado paso a una sucesión de chascarrillos y situaciones cómicas un tanto sonrojantes, que no siempre hacen gracia. En los primeros compases de esta aventura, el héroe se hace acompañar de los Guardianes de la Galaxia, algo que podría prometer mucha diversión (Chris Pratt siempre es un valor seguro para ello), de no ser porque estos desaparecen demasiado pronto de la ecuación, dejando un vacío que otros secundarios no son capaces de ocupar, pese a que Tessa Thompson como Rey Valkiria y, sobre todo, Korg (todo un robaescenas), se esfuercen en aportar buenos momentos. Se echa mucho en falta la presencia de un antihéroe tan carismático como el Loki de Tom Hiddleston, algo que Waititi trata de suplir trayendo de vuelta a la serie al gran amor terrícola de Thor, esa Jane Foster de las dos primeras entregas, aquí reconvertida en Poderosa Thor, una versión femenina del protagonista, que le ha arrebatado el dominio de su martillo mágico, Mjölnir.

    El mayor problema de Thor: Love and Thunder reside en la debilidad de su guion. Es cierto que en la anterior entrega este tampoco era lo más brillante, pero al menos tenía cierta coherencia interna dentro de su locura. Aquí conviven varias subtramas que luchan por encontrar su hueco, pero terminan saboteándose unas a otras, básicamente, por el desequilibrio tonal. Hay una parte de comedia romántica (con ABBA como acompañamiento musical) bastante simpática, que indaga en las dificultades que encontraron el Dios y su ex novia humana para llevar adelante su relación, así como en su reciente reencuentro. El martillo, ahora en poder de Jane, y la celosa hacha de Thor tienen un protagonismo muy divertido en estos tira y afloja amorosos. Sin embargo, mientras que Hemsworth se muestra cómodo en esa faceta payasa que le descubrimos en Cazafantasmas (Paul Feigg, 2016) y en la que se ha instalado Thor, Natalie Portman tiene que lidiar con las dramáticas circunstancias vitales que afectan a Jane Foster, al mismo tiempo que en su alter ego de empoderada superheroína muestra su cara más guerrera y desenfadada. Dos frentes opuestos que la actriz defiende con más profesionalidad que verdadero entusiasmo. Por fortuna, ahí están un desatado Russell Crowe, en el papel de un Zeus obsesionado con las orgías (algo que propicia el aplaudido y comentadísimo desnudo integral del héroe), y dos cabras gigantes y chillonas, para llevarse los mejores instantes humorísticos de una función que en su faceta de espectáculo de acción se muestra menos cumplidora de lo deseado. Si acaso, el clímax final en un universo monocromático posee cierta fuerza visual dentro de un conjunto que se caracteriza por una estética barroca y colorista, plagada de cantosos efectos CGI que parecen descartes de los de Thor: Ragnarok. La música de Guns N´Roses está muy presente en la banda sonora de esta secuela, que se siente intrascendente y falta de inspiración, con la que Disney patina tratando de replicar los ingredientes que hicieron de la anterior película un éxito refrescante. Esta vez, a Waititi se le ha ido la mano en exceso con el humor y ha desperdiciado a uno de los mejores villanos que ha conocido Marvel, que pedía a gritos más protagonismo y seriedad a su alrededor. Así, si Thor: Ragnarok parecía heredera del brillante delirio de Flash Gordon, la no menos ochentera Thor: Love and Thunder poseería una intrascendencia similar a la de Masters del Universo (Gary Goddard, 1987), quedando como un pequeño (y salvable) tropiezo más dentro de una fase 4 que, peligrosamente, se está acostumbrando a ellos, haciendo que la infalibilidad de Marvel se encuentre más en entredicho que nunca. ⁜


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