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    Crítica | A Sun | Netflix

    ¿Cuánto pesa la luz del sol?

    Crítica ★★★★★ de «A Sun», de Chung Mong-Hong.

    Taiwán, 2019. Título original: 陽光普照 (Yáng guāng pǔ zhào). Dirección: Chung Mong-Hong. Guión: Chung Mong-Hong, Chang Yao-Sheng. Compañía productora: 3 NG Film. Producción: Shao-Chien Tseng, Yeh Jufeng. Fotografía: Chung Mong-Hong como Nagao Nakashima. Montaje: Lai Hsiu-Hsiung. Música: Lin Sheng-Xiang. Sonido: Fiona Chang, Lin Ting-An. Diseño de producción: Chao Shih-Hao. Intérpretes: Wu Chien-Ho, Chen Yi-Wen, Samantha Ko, Liu Kuan-Ting, Greg Hsu (Hsu Kuang-Han), Wu Tai-Ling, Wen Chen-ling, Yin Shin, Long Shao-Hua, Wen Chen-Ling, Lin Chih-Ju, Chiu Chien-Hsin . Duración: 156 minutos. Disponible en el catálogo de Netflix.

    EPuede que nunca hayan oído hablar de esta película, debido al efecto de ingravidez que suele provocar el exceso de oferta en los catálogos de las plataformas audiovisuales. En el caso de A Sun (2019), es notorio el descuido por parte de Netflix en su falta de promoción, después de haber sido comprada «a granel» tras su paso discreto por el festival de Toronto en 2019. Pero algo cambió cuando Peter Debruge la incluyó en su lista de las mejores películas de 2020. Poco a poco, el filme resurgió de su nicho en Netflix para colocarse en el lugar que le corresponde, como uno de los títulos categóricos de 2020 cuyo vibrato todavía resuena en este 2021. A pesar de que no llegara a la fase final de la carrera por el Oscar a mejor película internacional, su palmarés incluye seis premios Golden Horse 2019, entre ellos el de mejor película. A Sun comparte temática con títulos como Gente Corriente (Ordinary People, Robert Redford, 1980) o la más reciente Un momento en el tiempo (Waves, Trey Edward Shults, 2019) y recoge el testigo de la Nueva Ola Taiwanesa, de películas como Ciudad Doliente (Bēiqíng chéngshì, Hou Hsiao-Hsien, 1989) o YiYi (Edward Yang, 2000), de las que también hereda las inquietudes y reflexiones, y junto a las que confirma la buena salud del cine taiwanés. También se puede establecer una conexión con su coetánea Parásitos (Gisaengchung, Bong Joon-ho, 2019), pero existe una esencia en A Sun que hace que se materialice con un mayor nivel de veracidad ante el espectador, dejando un regusto que perdura en el tiempo sin opción a la indiferencia.

    La pregnancia de la imagen se vale del impacto visual de ciertas figuras. Sin duda un primer plano que muestra la primera amputación del filme, una mano cortada que cae en una olla de sopa hirviendo, nos da una muestra de la intensidad que recorre este relato y su capacidad para fijar imágenes en nuestra memoria. Los créditos de inicio arrancan salteados por cortes de encuadres nocturnos saturados, en los que dos jóvenes conducen una moto justo antes de perpetrar un crimen decisivo para el relato. La escena final contrarresta la violencia del inicio, plasmando la conexión vital entre una madre y su hijo bajo un sol que se cuela a través de los árboles. La trama, cerrada aquí, se centra en el drama familiar de los Chen, con dos hijos opuestos entre sí. A-Hao (Xu Guang-Han), alto y robusto, es un buen estudiante que intenta acceder a la facultad de medicina, mientras que el espigado A-Ho (Wu Chien-Ho) nunca ha sido motivo de orgullo y se ve inmerso en la delincuencia. El padre, el señor Wen (Chen Yi-Wen), solo tiene ojos para A-Hao, su «sol» y el que deja en la sombra a A-Ho. La madre, Qin (Samantha Ko), resulta la figura femenina imprescindible en esta historia, cuya fortaleza soporta el desmembramiento familiar y cataliza su reconstrucción.

    ▼ 陽光普照, Chung Mong-Hong
    Nominada a mejor película en los Asian Film Awards.
    La planimetría avanza a base de encuadres sofisticados y rígidos con saltos por corte, articulados en ocasiones con ligeros movimientos de travelling de avance y retroceso mientras abordamos la historia desde la dominancia de una ocularización espectatorial, introduciéndonos de manera deliberada en la intimidad de las escenas, en ocasiones a través de ventanas, momentos cotidianos de la vida de cada uno de los personajes: A-Hao siendo expulsado de clase, preguntándole a su madre qué le ocurre y ofreciéndose a ayudar, comunicándole a A-Ho, al otro lado del cristal durante una visita al correccional, que va a ser padre cuando todavía él no lo sabe o sentado en su cama antes de suicidarse; A-Ho amedrentado por sus compañeros de celda y aguantando sin dormir para evitar las palizas con las que lo amenazan o trabajando posteriormente en el lavadero de coches; Wen, ante el padre de Oden, la víctima inicial, mientras le reclama una compensación económica endureciendo sus métodos hasta llenar el párking del trabajo de Wen de heces con un camión de desatascos de fosas sépticas, amenazándole ante su jefe con inundarlo completamente si no le paga; la madre, Qin, preocupada fumando en la cocina con A-Hao, con A-Ho recogiendo cosas en la habitación de A-Hao o renegada en su trabajo como peluquera en un local de alterne, donde se ve forzada a llevar a Xiao Yu inicialmente, para después proponerse abrir su propio negocio de belleza junto a su yerna, acción clave para la reconstrucción de su familia.

    El filme contrasta mucho la crudeza de lo visual con lo placentero y reconfortante de la banda sonora. Incorpora además un fragmento de animación, cuando A-Hao narra a su compañera de clase, Xiao Zhen, una versión libre y personal de la leyenda popular china de Sima Guang mientras esperan el autobús. El director y guionista Chung Mong-Hong construye de manera brillante este retrato intergeneracional para hacerlo resonante en cualquier lugar del planeta. El shock inicial que nos captura da paso a una narración cuyo poso final resulta sanador. La fotografía, cuya dirección también firma Chung bajo pseudónimo, apoya a través del color lo vívido del relato, fortaleciendo su contundencia visual. Esta ópera en clave de odisea moral sobre el crimen y el castigo se hilvana con el ritmo pausado de la cotidianeidad registrada, en 156 minutos de duración que se agotan sin tedio alguno.

    El título original en mandarín se traduce literalmente como «La luz del sol llega a todas partes». De ahí podemos destacar la referencia directa al conflicto de las relaciones afectivas entre padres e hijos y hermanos. El peso que ejercen cada uno sobre el otro. El hermano mayor eclipsando al pequeño, o el padre que solo tiene ojos para el mayor, sobre el que ejerce una presión nada positiva para su desarrollo. Esto lo explica Xiao Zhen, a mitad del metraje, cuando visita a los padres de A-Hao, en la ceremonia de su sepelio, y le muestra a Qin el último mensaje que recibió de él, en el que decía que se sentía como si no pudiera encontrar nunca la sombra y siempre se encontrara bajo «el sol que abrasa», en su intento por exteriorizar su aflicción de no ser capaz de encontrar la paz ni el descanso, estando sometido al peso de la luz del sol constantemente, y que sirve para argumentar el desequilibrio del afecto paternal entre los dos hermanos. Los personajes están construidos de manera excepcional, proponiendo más sombras que luces alrededor de sus experiencias y sentimientos, dibujando sutilmente cuánto pesa el resplandor diurno sobre cada uno de ellos.

    «Transita Chung Mong-Hong por el delicado sendero de las preocupaciones familiares, de sus relaciones y cuestiona la capacidad de resiliencia y de adaptación de las personas».


    A Sun funciona también como el propio astro, permaneciendo en su posición mientras sus habitantes orbitan a su alrededor. La elección del elenco y su actuación resulta efectiva, apoyando en todo momento el discurso narrativo y gravitando sobre la superficie de lo real, dotando de vida y profundidad a los individuos que pueblan esta historia. El relato y cómo se articula sorprende constantemente, pues es imposible prever qué va a ocurrir o cómo va a actuar cada uno de los personajes, que con intensidad contenida esconden más que muestran, transmitiendo con sus expresiones faciales su angustia y dolor más allá de los diálogos. Transita el autor por el delicado sendero de las preocupaciones familiares, de sus relaciones y cuestiona la capacidad de resiliencia y de adaptación de las personas. Esto se observa particularmente en los personajes de Wen y de A-Ho, que a lo largo del metraje sufren una profunda transformación.

    De algún modo todos ellos se encuentran bajo «el sol que abrasa», como al final del metraje, en la escena del enfrentamiento catártico entre la madre y el padre. Después de visitar la tumba de A-Hao, y tras dar un paseo juntos por el campo llegan a una cima desde donde se atisba Taipéi en un plano general de conjunto de espaldas con el cielo cubierto, Wen le dice que lo que le importa ahora es A-Ho y justo la escena se ilumina con luz solar. Entonces, en un plano contraplano medio de conjunto, Qin le echa en cara que no ha ayudado nunca a su hijo pequeño, le recuerda que su hijo mayor ya no está y le pide que deje de repetir su ridícula frase kármica y eslogan de la autoescuela para la que trabaja: «Aprovecha el momento, decide tu camino», pues nunca ha vivido de acuerdo a ese lema. De vuelta al plano general de conjunto y a través de un montaje paralelo combinando el plano medio de conjunto con flashbacks, Wen decide contarle su implicación con su hijo, y en un cambio de plano a contraluz desde la espalda de la madre relata cómo ha asesinado a Rabish para ayudar a A-Ho en su intento por redimir su falta de atención hacia él. El sol al fondo y sus destellos participan como un actor más, el primer plano de Qin y su reacción ante la brutalidad del relato de su marido se alterna con el primer plano a contraluz de este. Finalmente, Wen trata de transmitir sus sentimientos contándole cómo mentía a sus alumnas cuando le preguntaban cuántos hijos tenía, a lo que ahora responde la verdad, sólo le queda un hijo. Qin empuja a su marido en un grito descarnado que continúa en el abrazo de ambos en el plano general de conjunto, que da paso a un plano general que concluye la acción con un leve seguimiento lateral de una bandada de pájaros mientras sigue el sollozo de Qin como fondo sonoro.

    Esta escena, planificada de forma elegante, da cuenta del giro de guion que toma el personaje de Wen, quizá el que más sorprende dada la decisión final para acabar con la amenaza que acecha a A-Ho. Narra así el momento liberador en el que los progenitores se muestran el uno al otro, como único modo de poder reformular sus vidas y su familia. Amarra así Chung Mong-Hong el devenir del relato a la cotidianidad del ser humano a partir de sus personajes, que traspasan fronteras y barreras lingüísticas. Finalmente acompañamos a A-Ho y a su madre a dar un paseo en bici como hacían cuando él era niño y no quería bajarse una vez se subía, en un eco al recuerdo que comparte su madre con la tía de Xiao Yu cuando da a luz y las dos mujeres adultas conversan sobre cómo es el futuro marido de la recién parida. Pero esta vez A-Ho conduce y Qin va detrás, disfrutando del sol que se cuela entre los árboles, mientras mira al cielo con una expresión entre calma y desazón aceptando su nuevo momento, borrón y cuenta nueva, con el consuelo de que todo sigue y el sol no dejará de inundar de luz todos los rincones de todos los días.


    Francisco Julián Martínez-Cano |
    © Revista EAM / Elche


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