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    Crítica | I Care a Lot

    (I Don’t)

    Crítica ★★☆☆☆ de «I Care a Lot», de J Blakeson.

    Reino Unido. 2020. Director: J Blakeson. Guion: J Blakeson. Productores: Black Bear Pictures, Crimple Beck. Fotografía: Doug Emmett, Mike Valentine. Montaje: Mark Eckersley. Reparto: Rosamund Pike, Peter Dinklage, Eiza González, Dianne Wiest, Chris Messina, Isiah Whitlock Jr., Macon Blair, Damian Young, Arthur Hiou, Jamie Ghazarian, Kayla Caulfield, Georgia Lyman, Leah Procito, Jose Guns Alves, Kevin McCormick.

    El título —I Care a Lot, traducido en países latinoamericanos como Descuida, yo te cuido, aunque vendría a ser un más literal «Me importa mucho»— hace referencia, en primera instancia (la más literal) a la ocupación de su retorcida protagonista. Interpretada por Rosamund Pike (Perdida, Nuestro último verano en Escocia), esta maquiavélica tutora legal de ancianos bajo el nombre de Marla Grayson tiene el negocio muy bien atado. Marla ha hecho de su misión en la vida el especular sin muchos escrúpulos con la situación precaria de gente mayor cercana a la incapacidad. Y, en esta empresa, no se puede decir que le vaya nada mal. Junto a su socia/pareja sentimental Fran (Eiza Gonzalez) y con la ayuda de médicas corruptas y responsables de residencias sin mucho miramiento, la ambiciosa tutora se dedica a localizar ancianos/as que no cuentan con demasiada familia, y empiezan a estar en un estado algo dudoso, y reclama así su custodia, con el pretexto de querer velar por su bienestar. Una vez resuelto el caso (tribunal de por medio, siempre a favor de Marla… qué buenos samaritanos somos todos cuando queremos), el desdichado y desamparado individuo se ve obligado a aceptar su internamiento en una residencia, abandonando su hogar. A partir de ahí, digamos que Marla y Fran no sólo se preocupan por el cuidado humano, sino también por el cuidado de los bienes materiales e inmobiliarios que se dejan atrás. En cuanto a los ancianos, son demasiado mayores y, aunque quisieran que se revisase su situación (eso es, en el hipotético caso de darse cuenta de la estafa a la que se han visto inesperadamente abocados), el lío jurídico es tal que parece que la jugada de Marla y asociada es inapelable.

    Evidentemente, la cinta del realizador inglés J Blakeson, que también firma el guión, es tremendamente ácida. Se presenta, sin lugar a duda, como una desalmada sátira sobre un sistema que tan rápido lleva el capitalismo y el beneficio individual hasta su última consecuencia como intenta enmascararlo con falsa moral. El título en sí mismo incorpora esta doble lectura constantemente articulada a lo largo del filme. Por eso no deja de ser irónico que, con lo inteligente que se siente, leyendo la actualidad en clave crítica, intentando sorprender a cada recoveco de la trama… I Care a Lot apunte con ese mismo título al que es quizás el mayor de sus desaciertos. Eso es, el hecho de que se trata de una película que te lo pone muy difícil para que «te importe». Escudándose en un tratamiento desde el humor negro, los personajes son desagradables en un sentido prácticamente insalvable. La empatía del espectador con ellos es mínima y eso repercute inevitablemente de forma negativa en el interés que puede generar la historia. Por otro lado, no acaba de aclararse a la hora de escoger qué tipo de película quiere ser. Está su vertiente satírica, a la que hacíamos referencia hace un momento, pero también toda una trama a modo de thriller que a partir de la aparición del personaje interpretado por Dianne Wiest se hace con el control del largometraje, y se propone el querer sorprender a cada momento. Con ella, también viene la suma de Peter Dinklage y su dudoso abogado, Chris Messina, al reparto. Todos ellos son piezas en un gran tablero de ajedrez, entre interminables idas y venidas, en un enredado juego del gato y el ratón que da la sensación que no va a ningún sitio.

    I Care a Lot, J Blakeson.
    A la medida de Rosamund Pike | 📷 Doug Emmet.


    «La sola presencia de Rosamund Pike en la pantalla es un gozo por sí mismo. Ese control de la gestualidad facial, esa mirada firme, desafiante, irónica y elegante contiene un poder enorme. Y ese medio rictus de quien sabe que tiene la sartén asida por el mango, esa mueca ya familiar que la actriz tiene totalmente dominada».


    Dicho esto, quiero tomarme un momento, a modo de paréntesis, para reconocer que la sola presencia de Rosamund Pike en la pantalla es un gozo por sí mismo. Ese control de la gestualidad facial, esa mirada firme, desafiante, irónica y elegante contiene un poder enorme. Y ese medio rictus de quien sabe que tiene la sartén asida por el mango, esa mueca ya familiar que la actriz tiene totalmente dominada. Así, su aparición en películas y series suele ser un evento celebrable, aunque sea en esos papeles de mente taimada y altamente amoral que ya empiezan a notársele encasillados. Porque sí, puede que la Amy Dunne de Perdida (David Fincher, 2014) respire por momentos en el rostro de Marla Grayson, pero no por eso se hace menos fascinante de ver. De hecho, la presencia de Pike es uno de los pocos elementos algo memorables del filme de J Blakeson. También la de Wiest, aunque no se le dé espacio suficiente como para que luzca como merecería, puesto que su Jennifer Peterson (la última anciana en caer en las garras de Grayson) es el elemento bisagra que pone en marcha, realmente, el argumento de I Care a Lot. También su hijo, un escapado e influyente miembro de la mafia rusa, interpretado por un muy acertado Dinklage. Me atrevería a decir que la tríada Dinklage-Wiest-Pike, y las escenas que estos comparten, a modo de “cara a cara” son una buena razón por la que darle una oportunidad a la película, a pesar de que su excesivo metraje (casi dos horas) haga algo difícil esta afirmación.


    Júlia Gaitano Mendizábal |
    © Revista EAM / Barcelona


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