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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Noche de bodas

    Sí quiero… el divorcio

    Crítica ★★★☆☆ de «Noche de bodas», de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett.

    Canadá y Estados Unidos, 2019. Título original: Ready or Not. Dirección: Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. Guion: Guy Busick y Ryan Murphy. Productoras: Mythology Entertainment / Vinson Films. Fotografía: Brett Jutkiewicz. Montaje: Terel Gibson. Música: Brian Tyler. Diseño de producción: Andrew M. Stearn. Decorardos: Mike Leandro. Vestuario: Avery Plewes. Reparto: Samara Weaving, Mark O’Brien, Adam Brody, Henry Czerny, Andie MacDowell, Melanie Scrofano, Kristian Brunn, Nicky Guadagni, Elyse Levesque. Duración: 95 minutos.

    El estreno de Déjame salir (Get Out, Jordan Peele) en 2017 resultó en uno de los mayores éxitos de ese año. Y uno de los más inesperados, ya que se trataba de una ópera prima, no contaba en el reparto con grandes estrellas (aunque sí con actores bastante reconocidos) y su presupuesto era relativamente reducido, propio de una historia alejada de los blockbusters más convencionales. En concreto nos narraba una intriga alejada de los tópicos, pues por debajo del envoltorio de género su mensaje principal era de opresión racial, dándole la vuelta gracias al tono paródico. En cualquier caso la premisa era la de un chico que está saliendo con una chica durante un tiempo hasta que por fin ella le presenta a su padres, los temidos suegros potenciales, y esa familia pronto vira del recibimiento cortés a la hostilidad más sangrienta. En el fondo Peele ideó una película basada en la reversión de esas convenciones, partiendo de lugares conocidos para tomar caminos enrevesados y retorcidos, y siempre con la citada idea central, tan hilarante como perturbadora, en mente. Cuesta no ver estas similitudes con el segundo largometraje de unos tales Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, otra historia de terror que parte de la presentación de la familia, esta vez del chico, a la chica con la que se va a casar. Y vuelve a localizarse casi exclusivamente en la mansión de esa familia tan acomodada y refinada en la superficie como turbia y desequilibrada en su verdadera naturaleza.

    Los paralelismos con Déjame salir son tan evidentes que para resumir la historia que ahora se nos cuenta podemos en gran parte remitirnos a aquella anterior, por lo que adelantamos que esta otra se desarrollará también como una lucha por la supervivencia del personaje principal, enfrentándose a los dueños de esa casa de lujo convertida en trampa mortal. Sin embargo por debajo de la acción no encontramos aquí la subversión en el subtexto que haría este relato más memorable, más allá ahora de la citada feminidad de ese personaje principal, por lo que a través de su lucha subyace una clara interpretación de empoderamiento femenino. Ahora bien, esto queda ya patente a partir de los hechos descritos, sin que en ningún momento el guion aporte un elemento adicional que refuerce la visión de, digámoslo así, una oposición generalizada al patriarcado. El texto sigue entonces una estructura donde no caben muchas capas y donde el grueso del interés deriva de la complicidad con una heroína que deseamos que supere todos los obstáculos que se le ponen delante, por muy mortales que sean. En este sentido, Noche de bodas agota esa noche del título con una sucesión de peripecias a cada cual más truculenta, tanto en el interior de la mentada mansión como en sus jardines e incluso en un establo donde la protagonista recibe un disparo que le agujerea la mano y cae en una fosa llena de calaveras, bichos y excrementos de toda índole. Con esta deriva nada vistosa es evidente por cierto que su elegante vestido de novia va rasgándose y ensuciándose a una velocidad alarmante, pero ya desde un comienzo, cuando todo parece un simple juego, nuestra heroína se desprende de parte de la falda y de los tacones, sustituidos por unas cómodas y desgastadas deportivas. El plano cerrado de su nuevo calzado mientras anda por un pasillo inmaculado es de los hallazgos visuales más atractivos del conjunto.

    Ready or Not, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett.
    Un trabajo de tendencia disfrutable que llega a la cartelera española tras su paso por el Festival de Sitges.


    «Estamos ante una película muy disfrutable, incapaz de aburrir, pero que no va mucho más allá ni en los referentes que utiliza ni en su exposición narrativa. Eso sí, cuenta con suficientes alicientes para ser recomendable, pues más allá de lo dicho no hay carencias técnicas ni estéticas, se respira la tensión, se padecen los sustos y se ríen las contadas ocurrencias».


    Sin embargo por lo general la dirección resulta, si bien competente, bastante pedestre. El ejemplo más ilustrativo lo tenemos en la secuencia de montaje de la familia durante la boda, al ritmo de la novena sinfonía de Beethoven. Esta música aporta casi por si sola la intensidad y la gracia de la escena, cuando por su propia naturaleza, y más con esa banda sonora, aquella debería haber sido dirigida con más brío y atrevimiento, para aprovechar más esos componentes cinematográficos inherentemente suyos. Esta crítica revela algo curioso de esta cinta, y es que aunque se trata claramente de una parodia, casi nunca lleva al extremo su desarrollo, al menos en lo que a puesta en escena se refiere. En otras palabras, es una parodia más equilibrada que desenfrenada, se frena en algunos momentos que a priori pedían una resolución más alocada, como por ejemplo en la persecución de la chica por el mayordomo. Y no es todo lo gore que podría pensarse, pues aunque efectivamente tiene secuencias sangrientas, no lo son tanto como exigiría lo rocambolesco de su trama, su tono de serie B e incluso sus propias intenciones, que no buscan contener la violencia sino lo contrario, desatarla. En suma, estamos ante una película muy disfrutable, incapaz de aburrir, pero que no va mucho más allá ni en los referentes que utiliza ni en su exposición narrativa. Eso sí, cuenta con suficientes alicientes para ser recomendable, pues más allá de lo dicho no hay carencias técnicas ni estéticas, se respira la tensión, se padecen los sustos y se ríen las contadas ocurrencias. En fin, vale la pena especialmente para seguir la pista de la actriz protagonista, una Samara Weaving que cuenta con su primer vehículo de lucimiento y ella no desaprovecha la ocasión para darlo todo | ★★★☆☆


    Ignacio Navarro Mejía |
    © Revista EAM / Madrid



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