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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica: Beast

    La bestia que llevamos dentro

    Crítica ✷✷✷✷ de Beast, de Michael Pearce.

    Reino Unido, 2017. Título original: Beast. Dirección: Michael Pearce. Guion: Michael Pearce. Fotografía: Benjamin Kracun. Reparto: Johnny Flynn, Geraldine James, Jessie Buckley, Charley Palmer Rothwell, Hattie Gotobed, Shannon Tarbet, Trystan Gravelle, Emily Taaffe, Tim Woodward, Olwen Fouere, Amanda Smith, Richard Laing, Oliver Maltman, Barry Aird, Joanna Croll, Joshua Squire, Sam Dale, Maria de Lima, Claire Ashton, Djalenga Scott, Lance Hill, Melissa Gotobed. Productora: Agile Films / British Film Institute / Film4 / Stray Bear Productions. Duración: 107 min.

    Beast, ópera prima del director británico Michael Pearce, tiene como personaje principal a Moll (interpretada por Jessie Buckley), una joven que acarrea un pasado conflictivo y vive con sus padres en la pequeña y tranquila isla de Jersey. Pero la calma reinante en esta comunidad pronto se esfuma cuando tienen lugar una serie de misteriosos asesinatos perpetrados por un agresor no identificado. Desde el comienzo del filme, la situación familiar de la protagonista refleja un entorno de presión y autoridad, que en gran medida es representado y personificado por una dominante figura materna. Hilary (Geraldine James), controla cada movimiento de su hija, y está más preocupada por el qué dirán que por afianzar una relación que, a la legua, se percibe trunca y fría. De este modo, la película se concentra en mostrar los intentos de Moll por escapar de un ámbito familiar extremadamente demandante, ya que además de tener que lidiar con la mirada controladora de su madre (que constantemente expresa una evidente predilección por su otra hija), la protagonista se encarga de la difícil tarea de cuidar a su padre, que padece de algún tipo de demencia. Tras conocer a un apuesto y excéntrico joven llamado Pascal Renouf (Johnny Flynn), la vida de Moll da un giro, y la asfixiante cotidianidad doméstica cede ante un romance que trae un soplo de aire fresco a su vida y parece ser la respuesta a todos sus problemas. Pero la apuesta del realizador británico no consiste en narrar los clásicos vaivenes de la típica pareja en fase de enamoramiento, sino más bien en mixturar los tópicos característicos del drama romántico con la crudeza y osadía del thriller, ya que Pascal es, prácticamente desde los primeros veinte minutos del filme en adelante, uno de los principales sospechosos de haber cometido los atroces crímenes acontecidos en la isla. Así pues, la paradoja presentada por el relato es que la sombra de duda que pesa sobre las reales intenciones de Pascal no hace más que atraer a Moll hacia él, en una especie de encantamiento difícil de poner en palabras, incluso para la propia protagonista, y menos para su entorno familiar y social.

    A nivel argumental, lo interesante de la propuesta reside en la manera por la cual el cineasta nos sitúa, a lo largo de la historia, en distintos escenarios posibles (y verosímiles) que nos llenan de interrogantes: ¿es Pascal el sanguinario asesino buscado por las autoridades o se trata del típico chivo expiatorio de una clase acomodada que no tiene ningún tipo de tapujo a la hora de señalarlo como un paria?. ¿Está Moll realmente enamorada de él o su comportamiento responde a una búsqueda inconsciente de revancha contra su autoritaria madre y su círculo cercano? ¿Qué lleva a la protagonista a confiar ciegamente en la inocencia de su amante, al cual conoce hace muy poco tiempo?. Si como espectadores buscamos respuestas, a lo largo de la narración dichos enigmas permanecen sin resolución, otorgándole al filme una inquietante dosis de suspense que se convierte en el esqueleto por el cual se sostiene tanto la trama amorosa, como el seguimiento del caso policial y la tensa relación de Moll con su círculo familiar y social, encontrándose cada vez más aislada de su cerrada comunidad. A esto hay que añadir el excelente manejo de los tiempos dramáticos por parte del director, lo que termina configurando una narración que navega cómodamente tanto por el espacio íntimo y amoroso de los personajes principales como por la posterior condena pública, difícil de asimilar para Moll, por su carácter violento y directo. A su vez, la película expone las miserias de un pueblo que, tras una máscara de supuesta cordialidad y buenos modales, esconde las peores bajezas, lo que se percibe en todas las escenas en las cuales Moll se muestra en sociedad con su pareja. En particular, destaca una lograda escena en la cual Pascal es obligado a retirarse del club de golf por no llevar las prendas adecuadas, y la protagonista se enfrenta y se ríe de su madre, provocando la reacción de ira de la última y la incomodidad generalizada entre los asistentes del refinado almuerzo.

    «... El título del filme trae a colación la lucha de Moll por enterrar definitivamente un pasado oscuro que la sitúa (a los ojos de sus pares) en el mismo territorio de sospecha y duda en el que se encuentra Pascal, siendo dicho elemento la clave temática y conceptual de una cinta que contrapone y juega con dos fuerzas opuestas: la rectitud moral impuesta por la sociedad, por un lado, y la liberación del costado salvaje, por el otro».


    Lo más atractivo del filme, además de un exquisito tratamiento visual que busca sumergirnos en un entorno desolado con una belleza natural única de mar y acantilados, radica en el honesto acercamiento hacia la psicología femenina, elemento que potencia la identificación con los pesares y angustias de la joven protagonista. La versatilidad en el registro actoral de Jessie Buckley (que además de actriz es cantante) puede rastrearse en su rostro (y en lo que su mirada insinúa), evidenciando una fascinante exploración de los conflictos internos que el personaje no puede dejar atrás. De esta manera, el director construye un relato que si bien avanza a paso firme con inesperadas revelaciones (sobre el final puede percibirse un abuso de sorpresas), es, a fin de cuentas, dependiente de la presencia escénica y el carisma de Buckley, quien con pocos gestos y palabras puede resumir un sinfín de sensaciones encontradas. En ese sentido, el título del filme trae a colación la lucha de Moll por enterrar definitivamente un pasado oscuro que la sitúa (a los ojos de sus pares) en el mismo territorio de sospecha y duda en el que se encuentra Pascal, siendo dicho elemento la clave temática y conceptual de una cinta que contrapone y juega con dos fuerzas opuestas: la rectitud moral impuesta por la sociedad, por un lado, y la liberación del costado salvaje, por el otro. Sin embargo, puede llegar a argumentarse que si la película tiene una sólida construcción dramática y temática en su primera mitad (y hasta alguna secuencia más), luego el interés decae por querer llevar el guion hasta el límite de lo verosímil, algo que suele caracterizar a los thrillers apoyados únicamente en una trama con final imprevisto. Pero como la cinta no se cimienta exclusivamente en el desarrollo de una trama, se perdonan ciertos deslices en cuanto a la credibilidad de los acontecimientos. Esto se debe a que hay algo que logra salvar a la película de caer en el cliché y los lugares comunes en la resolución, y tiene que ver con una constante búsqueda autoral de Pearce, que se manifiesta de forma cristalina cuando combina inteligentemente el drama y el suspense (punto a favor también para la banda sonora), logrando dar un nuevo sentido a esa conjunción del romance y la violencia, ya tantas veces vista en pantalla. De este modo, Beast resulta un interesante relato y un firme primer paso en la prometedora carrera del realizador británico. | ✷✷✷✷ |


    Hernán Touzón
    © Revista EAM / Barcelona


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