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    Crítica: Cambio de reinas

    El shock de lo imprevisible |

    Crítica ✷✷✷ de Cambio de reinas, de Marc Dugain.

    Francia, 2017. Título original: L'échange des princesses. Dirección: Marc Dugain. Guion: Marc Dugain, Chantal Thomas. Fotografía: Gilles Porte. Reparto: Lambert Wilson, Gwendolyn Gourvenec, Andrea Ferréol, Kacey Mottet Klein, Olivier Gourmet, Maya Sansa, Anamaria Vartolomei, Catherine Mouchet, Patrick Descamps, Vincent Londez, Thomas Mustin, Igor van Dessel, Juliane Lepoureau, Alice D'Hauwe, Didier Sauvegrain, Jonas Wertz. Productora: Coproducción Francia-Bélgica; High Sea Production / Featuristic Films / Scope Pictures. Duración: 100 min.

    Cambio de reinas (L'Échange des princesses) es la última película del realizador y novelista Marc Dugain, quien en su cuarta obra como director lleva al cine la novela de la escritora e historiadora Chantal Thomas, centrada en las luchas de poder alrededor de la realeza francesa y española del siglo XVIII. Por tratarse de un filme que se desarrolla mayormente en los amplios y barrocos interiores palaciegos, la ambientación de época (arte, vestuario) se convierte en un elemento de la puesta en escena que Dugain jerarquiza y coloca en el mismo nivel de importancia que el guion, conformando una narración que se sustenta en la disección de una forma de vida y de un ejercicio del poder en clara decadencia moral, lo que en cierto modo prefigura el cambio de paradigma sucedido durante la Revolución Francesa. La historia transcurre en 1721, año en el cual Felipe de Orleans —regente de Francia— tiene el poder absoluto, ya que Luis XV, heredero y sucesor del trono, aún es menor de edad. Con la intención de asegurarse la sucesión y de apaciguar los ánimos entre Francia y España tras un turbulento período de enfrentamientos, Felipe de Orleans decide concertar dos matrimonios: por un lado, el de Luis XV con Mariana Victoria de Borbón (la Infanta de España), y por el otro, el de su propia hija con el príncipe de Asturias. De esta manera, y haciendo gala de una solemnidad acorde a los tiempos, la ceremonia de intercambio tiene lugar en la Isla de los Faisanes, punto fronterizo entre ambos reinos. Si, en apariencia, el mencionado evento no reviste un interés particular, la ambigüedad de la situación se relaciona con ciertas peculiaridades que el filme se encarga de resaltar: en primer lugar, la infanta de España es una niña de apenas cuatro años, y Luis XV, con once años de edad, no tiene ningún interés en llevar a buen puerto el trato, ya que aún está en proceso de asimilación de su propia (y solitaria) situación personal; y en segundo lugar, Luisa Isabel de Orleans (hija de Felipe), es una rebelde y confrontativa adolescente que, apenas llegada a España, boicotea y pone en riesgo de forma consciente el no tan brillante plan de su padre.

    Con un marcado interés por respetar, dentro de lo posible, los hechos históricos tal como sucedieron, Dugain le otorga gran importancia a los diálogos, que resultan el vehículo más efectivo para transmitir no sólo informaciones puntuales de la coyuntura política y los entretelones de la disputa por el poder, sino también para evidenciar los estados de ánimo de los personajes, y especialmente, para desenmascarar una serie de contradicciones que comienzan a salir a la superficie a lo largo del metrae. En ese sentido, lo que la película intenta es concentrar su atención en detalles normalmente soslayados por los libros de historia, ahondando en la psicología humana y en situaciones particulares y mundanas que reflejan de forma más cercana la mentalidad de la nobleza del siglo XVIII. Un ejemplo de este enfoque podemos encontrarlo en la notable caracterización del jovencísimo Luis XV, el cual se encuentra atravesado por la contradicción de tener que dar órdenes y mostrar firmeza y autoridad, mientras intenta reprimir el deseo por intimar con algunos de los jóvenes que lo acompañan a diario. A su vez, esta mirada de tipo revisionista se evidencia de modo general en todos los terrenos ligados a las manifestaciones de la sexualidad, ya que en varias escenas del filme somos testigos de las libertades que, puertas adentro, se toman los detentores del poder monárquico —en una de las más logradas escenas, el príncipe de Asturias, un joven de quince años que recién está comenzando a explorar su propia sexualidad, toma el retrato de su futura esposa, que aún no ha conocido, y tras intentar masturbarse, se le advierte que entregarse a los placeres sexuales antes de la oración es inmoral y condenable, lo que no hace más que evidenciar la tensión irresuelta entre el deber y el deseo, además de revelar la problemática coexistencia de la experiencia física con la vida espiritual.



    ▲ CAMBIO DE REINAS, de Marc Dugain | Surtsey Films ©.

    «... A pesar de que la cinta no cuenta con un conflicto demasiado apremiante, ni con una trama muy original o sorpresiva (apenas realizado el “intercambio” en la transición entre el primero y el segundo acto, ya puede presuponerse que nada saldrá según lo estipulado), el film resulta un interesante ejercicio en torno a la fragilidad del hombre (y de su cuerpo) frente al paso del tiempo».


    Uno de los problemas del filme, y el causante de que nunca nos sumerjamos de lleno en lo que acontece en pantalla, radica en su fallida y en exceso compleja estructura coral, lo que produce una permanente desviación de los centros de conflicto y tensión dramática, que finalmente se traduce en un constante cambio de focalización (pasamos de una situación a otra), sin existir un nexo fuerte entre todos los personajes presentados. Pero a pesar de que la cinta no cuenta con un conflicto demasiado apremiante, ni con una trama muy original o sorpresiva (apenas realizado el “intercambio” en la transición entre el primero y el segundo acto, ya puede presuponerse que nada saldrá según lo estipulado), resulta un interesante ejercicio en torno a la fragilidad del hombre (y de su cuerpo) frente al paso del tiempo. De este modo, las premeditadas alianzas y los elaborados complots no son más que intentos fútiles por ganar una batalla de la cual no se sabe a ciencia cierta quien resultará vencedor, siendo el mismo destino el que termine definiendo la suerte o desgracia de los involucrados. Por ese motivo, la irrupción en escena de ese fantasma se materializa concretamente en el cuerpo de los personajes, y toma forma visible y palpable en la enfermedad de la viruela, el mal más temido en la Europa de aquel siglo por su carácter fulminante. Es llamativo como, a nivel del argumento, Dugain recurre constantemente al shock de lo imprevisible como recurso narrativo, lo que se manifiesta en una serie escenas que giran alrededor de la idea de que la muerte aparece cuando menos se la espera, siendo además, a nivel dramático, un hecho que produce un cambio brusco en el devenir de los acontecimientos y en las estrategias de los personajes. Así pues, Cambio de reinas resulta de interés por contar con un enfoque que si bien en apariencia se atañe a las convenciones del drama histórico más sobrio, explora también un universo íntimo muy sugestivo del que emanan miserias, contradicciones y miedos profundamente arraigados en la psicología individual y social de una clase acomodada y un sistema de poder a punto de ser desmantelado. A su vez, lo atractivo de este acercamiento es que nunca se nos presenta esta tesis de forma directa, sino que el filme recurre a todo tipo de metáforas (especialmente la relacionada con la viruela y la podredumbre de un modo de vida), para expresar una idea que atraviesa la totalidad del metraje. | ✷✷✷✷✷ |


    Hernán Touzón
    © Revista EAM / Barcelona


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