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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Ikarie XB 1

    ¡La Tierra no existe!

    Crítica ★★★★★ de Ikarie XB 1 (Jindrich Polák, Checoslovaquia, 1963).

    Si hay un género cinematográfico que ha evolucionado al amparo de la evolución tecnológica es, sin duda, la ciencia ficción. Puede que, por ello, admirar en la actualidad una obra como Ikarie XB 1 sea un acto extraño y revelador. ¿Es posible concentrar en apenas hora y media de metraje el origen estético, temático y narrativo de todo un género? Lo es, y eso que estamos principalmente ante una obra desconocida, aunque capital, dentro de la historia del cine. Ahora, tras su correspondiente restauración y su paso por Cannes Classics, llega a nuestras pantallas por primera vez de la mano de Capricci, quienes ya nos descubrieron el año pasado la imprescindible Sayat Nova, de Sergei Paradjanov. Por las imágenes de esta cinta soviética de los años sesenta sobrevuelan obras míticas como 2001, una odisea en el espacio, Star Trek o Alien. Pero, ¿qué es y qué ofrece esta ignota rara avis de la ciencia ficción? Ikarie XB 1 fue el intento, en plena Guerra Fría, de la Checoslovaquia comunista de sacar pecho de los éxitos espaciales de la URSS (solo dos años antes de su estreno, Yuri Gagarin se convertía en el primer hombre puesto en órbita). Para ello, pusieron al frente a un director de su total confianza, Jindrich Polák, encargaron el guión a una joven promesa, Pavel Jurácek, y colocaron en los papeles principales a grandes estrellas de la época: Zdenek Stepánek, Frantisek Smolík, Dana Medrická… No escatimaron para que el proyecto fuera todo un éxito. Pero, como suele ocurrir en estos casos, la gloria es siempre esquiva y la película no encontró su público cuando se estrenó en agosto de 1963. Fue el paso del tiempo y su influencia en directores norteamericanos y en el género lo que la encumbró como una película de culto. Y es justo por ello, por su capacidad de dejar poco a poco su huella en la historia del celuloide, por lo que su visionado es una de las experiencias más estimulantes que podemos encontrar en la irregular cartelera estival. Así, el viaje a bordo de la nave que da título a la obra es un tránsito entre la suspensión temporal y el vacío espacial en el siglo XXII en el que la camaradería, la familia y el trabajo viven en elegante armonía (una especie de utopía soviética en mitad de la galaxia). Entre pasillos hexagonales y habitaciones minimalistas, la tripulación se dirige a la constelación Alfa Centauri en busca de nuevas formas de vida extraterrestre.

    Lo primero que sorprende es su cuidado diseño. La geometría de sus espacios y la repetición de líneas y formas parecen hablarnos de un lugar etéreo, de una perfección plástica y estética que, a primera vista, se antoja fría, distante, de una pulcritud casi inhabitable. Es el mismo planteamiento que llevó a cabo Stanley Kubrick para construir su nave Discovery. Pero allí donde el realizador americano lo utiliza como elemento asfixiante y opresor y estira esa primera percepción que describíamos hasta sus máximas consecuencias, Polák lo suaviza y humaniza a través de las relaciones entre los personajes, creando momentos de una calidez que parece casi fuera de lugar, como el baile de gala de los astronautas en el salón de la nave, todos vestidos de manera homogénea. Así, incluso en los momentos más tensos, esta especie de equilibrio en las formas y en los elementos que conforman el nivel estético del filme dotan a la historia de una inquietante placidez, dan la sensación de un microcosmos detenido en un instante de nuestra existencia. Y es que el tiempo es el otro eje vertebrador de Ikarie XB 1. Porque, aunque este viaje para los cosmonautas solo durará 28 meses, la realidad es que en la Tierra habrán pasado 15 años. Este pequeño detalle no hace más que suspender en ese limbo no solo a los habitantes de este habitáculo espacial, sino a la propia película, que desde el inicio empieza a jugar y a explorar galaxias poco transitadas por la ciencia ficción.


    «Por mucho que la nebulosa de una desconocida estrella negra nos haga pensar que la Tierra no ha existido nunca, o que la sensación de felicidad que nos da un tiempo detenido nos haga olvidar los errores del pasado, siempre hay un sitio en el que fijar la mirada cuando se vuelve la vista atrás para reflexionar sobre el pretérito».


    Es aquí donde se destapa la voluntad de retrato social y la dimensión humana de su puesta en escena. Es el retrato de un ideal socialista a través de la imagen futurista: la construcción de una sociedad utópica del futuro carente de los males actuales, en la que la armoniosa captura en forma de plano cinematográfico de ese orden geoespacial y social se traduce en un tiempo en pausa vitalista y alegre. Aun con todo ello, en Ikarie XB 1 todavía queda sitio para la aventura. Al fin y al cabo, no deja de ser una historia de exploración, de incertidumbre, de conocer lo desconocido. En esta historia del viaje (porque Polák, más que el resultado final, le interesa el proceso de descubrimiento que nos lleva a las puertas del destino, y eso se ejemplifica en el desenlace de la cinta) la tripulación verá interrumpido su idilio por dos grandes amenazas. En primer lugar, el pasado parece asomarse en ese aparato espacial del siglo XX lleno de cadáveres, hombres y mujeres petrificados por culpa de los excesos del capitalismo, subrayando la dimensión ideológica de la que hablábamos anteriormente. En segundo lugar, la aparición de una estrella negra y su campo radiactivo ponen en peligro la salud mental de los cuarenta valientes, poniendo a prueba su convicción de unidad y su camaradería. En plena crisis por el contagio de unos extraños síntomas, Michal, uno de los astronautas, exclama extasiado: «¡La Tierra no existe! ¡Nunca ha existido!» Algo que nos lleva a pensar en la importancia de la memoria, de ser conscientes del lugar del que venimos. Así, por mucho que la nebulosa de una desconocida estrella negra nos haga pensar que la Tierra no ha existido nunca, o que la sensación de felicidad que nos da un tiempo detenido nos haga olvidar los errores del pasado, siempre hay un sitio en el que fijar la mirada cuando se vuelve la vista atrás para reflexionar sobre el pretérito. Es la misma razón por la que resulta tan importante sacar del olvido una obra como Ikarie XB 1, porque en ella se condensa no solo el alma de todo un género, sino también la visión de un cine y la mirada de toda una época. | ★★★★★ |


    Víctor Blanes Picó
    © Revista EAM / Barcelona


    Ficha técnica
    Checoslovaquia, 1963. Título original: Ikarie XB 1. Dirección: Jindrich Polák. Guión: Pavel Jurácek y Jindrich Polák, basado en una novela de Stanislaw Lem. Música: Zdenek Liska. Fotografía: Jan Kalis, Sasa Rasilov. Edición: Josef Dobrichovský. Vestuario: Dena Rova. Dirección de arte: Karel Lukas, Jan Zázvorka. Reparto: Zdenek Štepánek, Frantisek Smolík, Dana Medrická, Irena Kacírková, Otto Lackovic, Miroslav Machacék, Martin Tapák.

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