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    Cine Alemán Siglo XXI

    Premios Goya 2017: Tarde para la ira, de Raúl Arévalo, mejor película española del año

    Raúl Arévalo

    Rentabilidad cultural

    31ª edición de los Premios Goya.

    Goya arriba, Goya abajo, la 31ª edición de los Premios de la Academia se ha saldado tal y como auguraban las quinielas: con la descarnada Tarde para la ira coronándose como la mejor película española del año y la conmovedora Un monstruo viene a verme arrasando en el plano técnico. Se reconocen así las dos caras del cine español contemporáneo: la más castiza, minimalista y combativa (ocho años llevó desarrollar el guion de la ópera prima de Raúl Arévalo) y la más internacional, grandilocuente y popular (emulando los records de El orfanato (2007) y Lo imposible (2011), ninguna película ha sido más vista en España este año que la tercera creación de J. A. Bayona). Al premio principal y la asegurada dirección novel, Tarde para la ira (perjudicada en taquilla por el pobre apoyo de TVE) ha sumado sendos reconocimientos a mejor guion original y mejor actor de reparto (para Manolo Solo, quien, con obvia excepción de las categorías revelación, era el único de los intérpretes nominados este año que no tenía ya el Goya en su haber, perfecto reflejo de una Academia harto endogámica), mientras que Un monstruo viene a verme (avalada por la feroz campaña mediática de Mediaset) ha vencido en los apartados de fotografía, montaje, música, dirección de producción, dirección artística, maquillaje, sonido, efectos especiales y, finalmente, dirección para un cineasta que todavía no sabe lo que se siente al perder el Goya (sí: tres largometrajes, tres “cabezones”) y sin embargo ha cedido siempre el entorchado principal a proyectos de corte mucho más minimalista como son La soledad (Jaime Rosales, 2007), Blancanieves (Pablo Berger, 2011) y, ahora, Tarde para la ira. «Sin la cultura seríamos incapaces de expresar quiénes somos y cómo nos sentimos», afirmó el realizador barcelonés al subir por fin al escenario tras pasarse toda la gala sonriendo nerviosamente ante las palabras de agradecimiento de su equipo. Por cierto, en esta ocasión los discursos han sido tan breves y concisos que el espontáneo «perdón, ¿me están echando?» de Anna Castillo (flamante actriz revelación de la nostálgica El olivo) ha tenido especial gracia.

    Pese al poderío de las dos innegables triunfadoras de la noche, el palmarés ha tenido cabida para todas las favoritas. (La marginada ha sido, como siempre, la comedia.) Y todo gracias al reparto: mejor actor revelación para Carlos Santos por El hombre de las mil caras (premiada también por su guion adaptado), mejor actor protagonista para Roberto Álamo por Que Dios Nos perdone y mejor actriz protagonista para Emma Suárez por Julieta, retorno del mejor Almodóvar que ha tenido que conformarse con un triste “cabezón” patrio pese a la admiración internacional despertada; typical Spanish. Definitivamente no ha sido la noche de Pedro Almodóvar, pero sí la de su última musa, quien, además de imponerse a las inmensas Bárbara Lennie (María (y los demás)), Carmen Machi (La puerta abierta) y Penélope Cruz (La reina de España) en la categoría recién mentada, ha hecho lo propio con Terele Pávez (La puerta abierta), Candela Peña (KIKI, el amor se hace) y Sigourney Weaver (Un monstruo viene a verme) como mejor actriz de reparto por La próxima piel (una de tantas grandes películas españolas ignoradas por los Goya), igualando así la hazaña de Verónica Forqué (premiada en 1987 como mejor actriz por La vida alegre y como mejor secundaria por Moros y cristianos). Que Suárez es una gran intérprete está claro; que se le ha votado en masa tanto para impedir que Julieta se fuera de vacío como para compensar el maltrato a La próxima piel, también.

    En cualquier caso, la emocionada estrella madrileña se ha sumado a las dos principales reivindicaciones de una noche relativamente apolítica (ya advirtió Dani Rovira de que se brindaría tanto tiempo a los políticos como el que ellos han dedicado a la cultura): el pesar generado por el hecho de que tan sólo el 8% de los intérpretes españoles sean capaces de vivir de su trabajo y la necesidad de contar con más «mujeres que hagan películas con mujeres… para todo el mundo» expuesta por un desenvuelto Rovira que, amparándose en la experiencia que le ha granjeado presentar tres ceremonias seguidas, se ha mostrado perfectamente correcto sin renunciar por ello a bromear con las gafas tintadas de Almodóvar («¿qué tal se ve la gala en 3D?») o besarse con su compañero de reparto, Karra Elejalde, como parte del anhelado guiño a Ocho apellidos vascos (2014) (tras el cual, incomprensiblemente, se dio paso al In Memoriam, triste muestra de la torpeza de la que volvió a hacer gala la realización de la ceremonia). Mas no ha sido él, sino Silvia Pérez Cruz quien, nada más ganar el Goya a mejor canción por el bello “Ai, ai, ai” de Cerca de tu casa, ha protagonizado el mejor momento de la noche al dedicar el aún más bello “No hay tanto pan” a los desahuciados («…es indecente: gente sin casa y casa sin gente…»). Por lo demás, poco que destacar más allá del merecidísimo Goya de Honor entregado a Ana Belén (quien, al igual que la nueva presidenta de la Academia —la figurinista Yvonne Blake—, tuvo que pedir agua para saciar los nervios y poder concluir su discurso con un contundente «salud y trabajo para esta profesión, que no se merece tanto desprecio de sus gobernantes»), la magistral interpretación de las cuatro bandas sonoras nominadas por parte de la Film Symphony Orchestra, la innegable elegancia de Penélope Cruz (que no es nuestro rostro más internacional por casualidad), el inesperado Goya a mejor vestuario recogido por 1898. Los últimos de Filipinas (¡suerte que el atuendo de Un monstruo viene a verme es contemporáneo!) y los merecidísimos reconocimientos paralelos a los largometrajes Frágil equilibrio, Psiconautas: los niños olvidados, Elle y El ciudadano ilustre, perfectos representantes de sus respectivas categorías. Como conclusión a un buen año que podría haber sido mejor, nos quedan las palabras del vicepresidente de la Academia, Mariano Barroso: «No somos un sector que vive del Estado, somos un sector que genera riqueza para el Estado. Pero la taquilla no es la única referencia para medir el valor del cine español: también hay otro tipo de cine que busca y abre nuevos caminos. Su rentabilidad es distinta, es la rentabilidad cultural, del conocimiento y la identidad». A ver si el año que viene los Goya se aplican el cuento.

    Mejor película: Tarde para la ira, de Raúl Arévalo.
    Mejor director: Juan Antonio Bayona, por Un monstruo viene a verme.
    Mejor interpretación masculina protagonista: Roberto Álamo, por Que Dios nos perdone.
    Mejor interpretación femenina protagonista: Emma Suárez, por Julieta.
    Mejor interpretación masculina de reparto: Manolo Soto, por Tarde para la ira.
    Mejor interpretación femenina de reparto: Emma Suárez, por La próxima piel.
    Mejor dirección novel: Raúl Arévalo, por Tarde para la ira.
    Mejor actor revelación: Carlos Santos, por El hombre de las mil caras.
    Mejor actriz revelación: Anna Castillo, por El olivo.
    Mejor guion original: David Pulido, Raúl Arévalo, por Tarde para la ira.
    Mejor guion adaptado: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos, por El hombre de las mil caras.
    Mejor película europea: Elle, de Paul Verhoeven (Francia).
    Mejor película iberoamericana: El ciudadano ilustre, de Gastón Duprat, Mariano Cohn (Argentina).
    Mejor película documental: Frágil equilibrio, de Guillermo García López.
    Mejor película de animación: Psiconautas, de Pedro Rivero, Alberto Vázquez.
    Mejor diseño de producción: Sandra Hermida Muñiz, por Un monstruo viene a verme.
    Mejor canción original: "Ai, Ai, Ai", de Cerca de tu casa.
    Mejor música original: Fernando Velázquez, por Un monstruo viene a verme.
    Mejor dirección de fotografía: Óscar Faura, por Un monstruo viene a verme.
    Mejor montaje: Bernat Vilaplana, Jaume Martí, por Un monstruo viene a verme.
    Mejor dirección artística: Eugenio Caballero, por Un monstruo viene a verme.
    Mejor diseño de vestuario: Paola Torres, por 1898. Los últimos de Filipinas.
    Mejor maquillaje y peluquería: Marese Langan, David Martín, por Un monstruo viene a verme.
    Mejores efectos especiales: Pau Costa, Félix Bergés, por Un monstruo viene a verme.
    Mejor cortometraje de ficción: Timecode, de Juan Giménez.
    Mejor cortometraje de animación: Decorado, de Alberto Vázquez.
    Mejor cortometraje documental: Cabezas habladoras, de Juan Vicente Córdoba.
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