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    Crítica | Un amor de verano (La belle saison)

    Un amor de verano (La belle saison)

    Emancipación (casi) absoluta

    crítica de Un amor de verano (La belle saison, Catherine Corsini, Francia, 2015).

    Estos días nuestro viejo continente vive revuelto. La amenaza terrorista, la crisis de los refugiados, el auge del populismo y, en especial y como consecuencia de ello, la anunciada salida del Reino Unido de la Unión Europea, han venido a trastocar una agenda que se antojaba próspera y pacífica antes de que estallara la crisis económica. Con la consolidación de la sociedad de consumo y la llegada de la sociedad tecnológica, los ciudadanos habían alcanzado un estado de confort insospechado, carentes de preocupaciones que sobrepasaran su vida privada, y esperanzados ante un futuro que, siguiendo un crecimiento exponencial, auguraba cada vez más bienestar. Sin embargo los acontecimientos de los últimos meses han trastocado estas expectativas, y como reacción ha aumentado la politización de la gente de a pie. Consciente de que ya no podía confiar en los gobernantes como conductores de su felicidad, ha tomado la calle y las redes y propagado sus denuncias y exigencias. En nuestras fronteras el movimiento se habría iniciado con el 15M y llegaría hasta hoy en día, plasmando una inusual movilización política si se compara con la más estable década pasada. Pero nos interesa aquí el reflejo de este contexto en una época anterior, la del mayo del 68, donde la reciente construcción europea y el tardío imperialismo colonial pronosticaban igualmente la riqueza socioeconómica: en cambio los estudiantes, izquierdistas y otros desencantados se levantaron contra lo que consideraban una quiebra de los principios de igualdad y solidaridad. Entonces los dirigentes reaccionaron y se lograron avances, sin ignorar una convivencia que nos ha unido desde hace siglos, con un espíritu que conviene traer a colación para no olvidarlo hoy en día. Y sobre todo resultó fructífera esta corriente porque sus ramificaciones fueron profundas y numerosas, destacando en los años posteriores al estallido en París las reivindicaciones que emprendió el llamado Movimiento de liberación de las mujeres.

    Es curioso que, como en parte ha puesto de manifiesto este resumen, a lo largo de la historia la lucha contra la opresión y la desigualdad se ha centrado en temas de un nivel macro, debido a un enfoque que pese a todo reflejaba la de los propios líderes que se cuestionaban. Y estos líderes casi siempre han sido hombres. Se ha olvidado así hasta fechas recientes otro grado de desigualdad existente desde el origen de la humanidad, pero patente sobre todo entre las cuatro paredes de un hogar o de un despacho, sin que su problemática pudiera adquirir mayor visibilidad. Hablamos de la desigualdad de género, que por extensión abarca el movimiento LGTB, al derivar de una interpretación del sexo como relación ortodoxa de poder, donde por naturaleza debe existir algún tipo de dominación. Por ser la discriminación más arraigada, es la que más cuesta superar. Y como decíamos ello se ha obstaculizado por visiones varoniles, en las políticas o el arte, que rara vez han sabido plantear el problema en sus debidos términos. Centrándonos en la cinematografía francesa, tenemos por un lado películas como La vida de Adèle (La vie d’Adèle – Chapitres 1 et 2, Abdellatif Kechiche, 2013) que han llamado la atención sobre las relaciones lésbicas, pero siguiendo una narrativa convencional y marcada por la mirada más fascinada que cómplice de su director; y por otro lado cintas como Después de mayo (Après mai, Olivier Assayas, 2012), que retratan ese mundo de demandas juveniles de finales de los años 60 o aquí en concreto de principios de los 70, pero de nuevo con un protagonismo masculino. Entre ambas, o más bien frente a ellas, se estrena ahora Un amor de verano (La belle saison), enmarcado en el mismo contexto parisino y el mismo año (1971) que el citado filme de Assayas, y girando en torno a la relación entre dos jóvenes con cierta diferencia de edad que incluso recuerdan física y mentalmente a los personajes de la obra de Kechiche.

    Un amor de verano (La belle saison)

    «Un amor de verano apuesta en parte por dos extremos narrativos pero por ninguno con claridad, consiguiendo momentos de genuina emoción, pero con un resultado global que no aprovecha del todo unos ingredientes cuyos dinamismo y difusión deberían ser universales».


    Empero aquí la directora y su coguionista son mujeres, y aunque ello no trastoque necesariamente el drama o el estilo, se nota su mirada y su escritura tanto en el detalle como en el conjunto. A priori nos encontramos con una historia típica de descubrimiento de la propia sexualidad por parte de una chica llamada Delphine (interpretada por la debutante y muy prometedora Izïa Higelin), que conoce a otra mujer de nombre Carole (con los rasgos de la ya consagrada Cécile De France) en principio más segura de sí misma pero en el fondo insatisfecha con su vida. Entonces ambas se enamoran y discurren por una relación cuyo conflicto se acentúa bajo la represión conservadora del entorno familiar y rural de la primera de ellas. En su granja y en el campo transcurre así la segunda parte del metraje, después de que Delphine se haya trasladado a París para encontrarse con Carole, donde hierve ese activismo feminista al que hacíamos referencia. De hecho, la primera parte puede relacionarse directamente con la película de Assayas mientras que la segunda recordaría a la de Kechiche, aunque con las diferencias de que en la primera las mujeres son omnipresentes y los hombres están casi ausentes, mientras que en la segunda la pareja sigue una progresión distinta. En un comienzo es Carole la que parece tomar las riendas, pero luego es Delphine la que la condiciona y arrastra a su hogar bucólico alejado de la capital, y por tanto del núcleo del movimiento, provocando que una de sus responsables caiga en una sumisión parecida a la que quería dejar atrás, renunciando con ello a sus ideales. También la cineasta Corsini se va olvidando de todo ese caldo sociopolítico al que aludíamos, dibujando un espacio por contraste pequeño y marginal, eso sí dotado de mayor trascendencia dado su origen y significado públicos y el aire poético y luminoso que se le imprime. Con todo, en esta división la trama se queda a medio camino, acertando a reflejar con sinceridad y sin pudor el mundo en el que tienen que sobrevivir estas mujeres, pero sin alcanzar una marca tan memorable y esencial como la que podría haber proporcionado un enfoque más lírico o más continuamente politizado. En otras palabras, Un amor de verano apuesta en parte por ambos extremos pero por ninguno con claridad, consiguiendo momentos de genuina emoción (tanto en ese primer acto como cuando las jóvenes feministas entonan al unísono una canción de protesta, o en el segundo por ejemplo cuando las dos principales comparten su intimidad en los cultivos), pero con un resultado global que no aprovecha del todo unos ingredientes cuyos dinamismo y difusión deberían ser universales, teniendo en cuenta la evolución que hemos recogido en este texto. | ★★★ |


    Ignacio Navarro Mejía
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Francia & Bélgica, 2015. Dirección: Catherine Corsini. Guion: Catherine Corsini & Laurette Polmanss. Productoras: Broad Green Pictures / Film Science. Fotografía: Jeanne Lapoirie. Montaje: Frédéric Baillehaiche. Música: Grégoire Hetzel. Diseño de producción: Anna Falguères. Dirección artística: Matthieu Guy. Vestuario: Jürgen Doering. Reparto: Cécile De France, Izïa Higelin, Noémie Lvovsky, Jean-Henri Compère, Kévin Azaïs. Duración: 105 minutos.

    Póster: Un amor de verano (La belle saison)
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