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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Legend

    Legend

    Los amos de East End

    crítica de Legend (Brian Helgeland, EE.UU, 2015).

    Para bien o para mal, la carrera de Brian Helgeland quedará marcada para siempre por los maravillosos guiones que escribió para L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997) —toda una resurrección, por todo lo alto, del mejor cine negro al estilo clásico, y, probablemente, la mejor traslación a la gran pantalla de una obra de James Ellroy, reconocida con un merecido Óscar— y Mystic River (Clint Eastwood, 2003) —basada en la novela de Dennis Lehane—. Semejantes credenciales son suficientes, por sí solas, para perdonarle una elección no demasiado afortunada de sus proyectos, tanto en su labor como guionista como, sobre todo, en esa faceta de director en la que nunca ha llegado a conseguir una película a la altura de aquellas dos por las que tocó el cielo como escritor. No es cuestión de quitarle méritos a Payback (1999) —cumplidor thriller consciente de su condición de vehículo para lucimiento de Mel Gibson—, a Destino de caballero (2001) —entretenidísima y anacrónica aventura medieval acompañada de música de Queen— o a 42 (2013), uno de esos asépticos dramas deportivos cuyo éxito en USA no es extensible al resto del planeta, aunque de la terrible cinta de terror Devorador de pecados (2003) sería mejor no hablar. Para Legend (2015), su quinto largometraje tras las cámaras, Helgeland ha elegido la mediática historia de los gemelos Kray —unos famosos mafiosos que lograron controlar el peligroso barrio londinense de East End durante la década de los 60— , después de que éstos ya tuvieran su particular biopic en 1990 bajo el título de Los Krays, dirigido por Peter Medak y con Martin y Gary Kemp, los cantantes gemelos de Spandau Ballet, debutando como actores en la piel de aquellos delincuentes.

    Desde luego, hay que reconocer que el imparable ascenso de aquellos dos hermanos dentro de la industria criminal de la época, controlando algunos de los locales nocturnos, casinos y salas de fiestas más importantes de la zona y aterrorizando a la sociedad londinense, mientras empleaban las peores tramas de asesinato, chantaje y extorsión para librarse de la cárcel en más de una ocasión, tenía todas las papeletas para que Helgeland pudiese edificar un potente thriller mafioso cargado de ambigüedad y violencia, siguiendo los pasos de grandes referentes del género como El precio del poder (Brian De Palma, 1983), Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984) o Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990). Desgraciadamente, un erróneo enfoque de la historia en el guion tira por tierra cualquier oportunidad de que la película, no solo encuentre su propia personalidad que la diferencie de las decenas de sucedáneos de aquellos grandes títulos, sino que profundice mínimamente en los aspectos más interesantes y arriesgados de la biografía de los hermanos Kray. La elección de que ésta sea narrada en tercera persona por el personaje de Frances, la atribulada novia de uno de los gangsters, convierte lo que podría haber sido un poderoso estudio psicológico de dos de los delincuentes más temidos del hampa inglés en una previsible historia de amor condenada a la fatalidad, debido a los ambientes en los que se mueven sus protagonistas. De este modo, se presenta a un Reggie Kray que se debate entre la promesa a Frances de abandonar sus malas conductas y la lealtad a su gemelo Ronnie, con el que tiene una relación de amor-odio y dependencia que le impide alejarse de la vida criminal. La rivalidad entre Frances y Ronnie, causantes, respectivamente, de que Reggie saque lo mejor y peor de su persona, es una de las tramas que, contra todo pronóstico, adquieren más fuerza en la cinta.

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    «Afortunadamente, aquí está ese monstruo de la interpretación que es Tom Hardy para meterse en la piel de este excesivo esquizofrénico, homosexual, algo descerebrado e infantil y con una lengua tan afilada como salvajes son sus métodos de persuasión. El actor realiza en este rol un trabajo concienzudamente sobreactuado que contrasta con la mayor sobriedad con la que acomete el papel de Reggie, un mafioso al uso, no exento de carisma, que, a pesar de sus brotes de agresividad, se muestra más contenido y cerebral que su hermano en todo momento». 


    Helgeland trata de combinar —a veces con acierto; otras de manera más chirriante— la violencia y los entresijos propios del cine mafioso a lo Scorsese, con un tono pseudo-cómico que parece beber del gamberrismo del Guy Ritchie de Lock & Stock (1998) y que queda muy patente en el tratamiento caricaturesco que se le da al personaje de Ronnie. Afortunadamente, aquí está ese monstruo de la interpretación que es Tom Hardy para meterse en la piel de este excesivo esquizofrénico, homosexual, algo descerebrado e infantil y con una lengua tan afilada como salvajes son sus métodos de persuasión. El actor realiza en este rol un trabajo concienzudamente sobreactuado —sin necesidad de la artificiosa caracterización del Johnny Depp de Black Mass (Scott Cooper, 2015)— que contrasta con la mayor sobriedad con la que acomete el papel de Reggie, un mafioso al uso, no exento de carisma, que, a pesar de sus brotes de agresividad, se muestra más contenido y cerebral que su hermano en todo momento. Poco puede hacer, por su parte, la siempre eficiente Emily Browning para dotar de interés o profundidad a su esquemático personaje, aun cuando éste acapara tanto protagonismo en el relato. La fuerza y magnetismo de Hardy anula a la actriz en cada una de las escenas que comparten, dejando al descubierto la insuficiente química romántica que se establece entre ellos. Lo mismo sucede con el resto del reparto, bastante eclipsado a pesar de la indudable entrega de Christopher Eccleston o de un histriónico Taron Egerton —el chico revelación de Kingsman. Servicio secreto (Matthew Vaughnn, 2014)— como el amante de Ronnie. En líneas generales, Legend se presenta como un acercamiento superficial y esquemático a la figura de los Kray, donde más que mostrar con todo lujo de detalles el ascenso, época dorada y posterior declive de su carrera delictiva, se limita a presentar una sucesión de episodios demasiado irregulares y carentes de garra dramática. La notable ambientación de la época es un punto a favor del filme que, unido al (doble) espectacular tour de force de Hardy, hacen del filme un entretenimiento que, pese a su ligereza, al menos se distancia de la (a veces irritante) contención habitual de los biopics británicos. | ★★★ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Reino Unido. 2015. Título original: Legend. Director: Brian Helgeland. Guion: Brian Helgeland. Productores: Tim Bevan, Chris Clark, Quentin Curtis, Eric Fellner, Brian Oliver. Productora: Working Title Films. Premios: Mejor actor (Tom Hardy) en los British Independent Film Award y en los Toronto Film Critics Association Awards. Fotografía: Dick Pope. Música: Carter Burwell. Montaje: Peter McNulty. Diseño de producción: Tom Conroy. Dirección artística: Gareth Cousins, Marco Anton Restivo. Vestuario: Caroline Harris. Reparto: Tom Hardy, Emily Browning, Christopher Eccleston, Colin Morgan, Taron Egerton, Tara Fitzgerald, Chazz Palminteri.

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