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    Crítica | Les combattants

    Les combattants

    La catarsis del pez gato

    crítica a Les combattants (Thomas Cailley, 2014).

    El segmento narrativo que funciona a modo de planteamiento en Les Combattants, que es la primera de las tres películas que hay en ella, se nutre de varios paralelismos sutiles. En uno de ellos, uno de los amigos Arnaud, el protagonista masculino, atrapa con su caña de pescar a un pez gato. Algo de lo que se lamenta, ya que esta especie se caracteriza por destruir la diversidad de los hábitats en los que irrumpe. Lo que no deja de ser una lección de vida un tanto grisácea impartida por la naturaleza: el pez gato es un animal pequeño, feo y poco higiénico. Precisamente porque se trata de una raza cuya adaptación al medio ha descuidado todo eso para especializarse en una sola cosa: sobrevivir de cualquier manera. No es una exageración decir que, en este primer segmento del filme, Arnaud está dibujado como una especie de pez gato. Un chaval de un pueblo costero de provincias, recién salido del instituto, que no quiere demasiadas complicaciones: su plan es hacer dinero trabajando para la empresa familiar de carpintería, matar el tiempo con su grupito de amigos y poco más. Sobrevivir de cualquier manera, ser uno más en la monotonía de un sistema social con escasa diversidad.

    No obstante, si algo define a este debut en el largometraje del francés Thomas Cailley es su imprevisibilidad. Les Combattants va desplegando una serie de mutaciones que permiten que un personaje tan dado a dejarse llevar por la corriente pueda devenir en héroe sin más trucos que ponerle frente a su catalizador adecuado: una chica llamada Madeleine que constituye exactamente su reverso. Un alma de tiburón (una figura que se deja ver en un significativo plano de la película) que, a diferencia del pez gato, es independiente del devenir de los demás y concibe la vida como una lucha continua en la que imponerse. Un personaje esbozado desde su obsesión por entrar en el Ejército para aprender a sobrevivir por su cuenta para cuando llegue algún (según ella) inminente desastre que acabe con el mundo tal y como lo conocemos. Pero que, pese a esta extravagancia, resulta irresistible en su presencia física tan tajante, su sensualidad camuflada en un permanente mohín de dureza y, sobre todo, el misterio que denotan sus ojos implacables. Cailley da cuerpo a su historia de amor juvenil poniendo al espectador en la perspectiva del aletargado Arnaud y su fascinación por Madeleine con todo lo que tiene de opuesto a él (el director usa otra inteligente simbología animal para contraponer sus personalidades a partir de un hurón que se encuentran en la piscina: él quiere adoptarlo, ella devolverlo al bosque). Lo que subyace es una lectura del amor como renuncia al instinto de conservación que denotan tanto el plan de vida acomodaticio y pasivo de Arnaud como la defensa cerrada que hace Madeleine de su independencia ultraindividualista. Una renuncia por amor que supone la ruptura de las fronteras entre el yo y el mundo para asumir la entrada en un combate del que se puede salir con heridas graves.

    Les combattants

    «Sus distintas capas de significado (las mencionadas simbologías con animales, la subtrama del Ejército o la temática de la supervivencia en entornos hostiles) suman riqueza de matices y frescura a la comedia romántica que hay en su núcleo. Y, aunque su ligereza y sus variaciones tonales dejen al descubierto en algunas partes la inexperiencia de Cailley, éstas constituyen una virtud más que un defecto».


    Esta idea de fondo, ya presente en el título, se ve además subrayada por los elementos militares que van dejándose ver a lo largo del primer segmento de la película, y que toman protagonismo en el segundo. Esta idea de los segmentos, por cierto, resulta fundamental para comprender el esqueleto conceptual de Les Combattants. Porque Cailley le da un toque de frescura imprevisible a su obra, además de con esa evolución de Arnaud de la pasividad al heroísmo que aporta numerosos giros dramáticos, mediante algo que se mencionaba al inicio de este texto: las tres películas en una que la forman. Lo que es el resultado de dar una pequeña vuelta al inevitable esquema de planteamiento, nudo y desenlace, consistente en convertir a cada una de estas partes, sin renunciar a la continuidad de la línea argumental, en piezas diferenciadas entre las cuales se da un cambio muy perceptible de tono y ritmo. Esto permite desplegar un llamativo ensamblaje de géneros que juegan a favor de una de las mayores bazas de la cinta: la sorpresa. Al igual que le ocurre a Arnaud tras la aparición de Madeleine, enfrentarse a Les Combattants supone entrar en una historia que hace imposible adivinar por qué caminos va a transitar. Haciendo, por ejemplo, que la obsesión de Madeleine por la supervivencia en un entorno apocalíptico que aparece durante el planteamiento no solo constituya un detalle cómico de caracterización del personaje, sino un anticipo de los derroteros por los que va a terminar el filme.

    Definiéndola en pocas palabras, se puede decir que Les Combattants es un fascinante relato de cómo el amor precipita la evolución de dos personajes que, hasta su irrupción, se encontraban anclados en el instinto de supervivencia individualista, si bien desde sus distintos extremos: el autoabandono de la propia identidad que se desdibuja en la normalidad social de él, frente a la renuncia a los lazos afectivos o empáticos de ella. Sus distintas capas de significado (las mencionadas simbologías con animales, la subtrama del Ejército o la temática de la supervivencia en entornos hostiles) suman riqueza de matices y frescura a la comedia romántica que hay en su núcleo. Y, aunque su ligereza y sus variaciones tonales dejen al descubierto en algunas partes la inexperiencia de Cailley, éstas constituyen una virtud más que un defecto. Ya que, como demostró Jacques Demy en Los paraguas de Cherburgo, la primera película se parece mucho al primer amor. A ese dejarse llevar por un amasijo de emociones caóticas, sin un rumbo demasiado fijo, que permite ir haciendo nuevos descubrimientos por el camino. Más aún si uno de esos descubrimientos es algo tan potente narrativamente como la fascinación por un personaje como Madeleine, cuya atmósfera de misterio impulsa a seguirla, en buena medida por ese prodigio de la interpretación que revela ser Adèle Haenel, magnífica en su composición física de un personaje capaz de sugerir ternura y vulnerabilidad pese a su apariencia tan contundente. | |

    Miguel Muñoz Garnica
    © Revista EAM / Granada


    Ficha técnica
    Francia, 2014. Les Combattants. Director: Thomas Cailley. Guion: Thomas Cailley, Claude Le Pape. Productores: Pierre Guyard, Christophe Rossignon (productor asociado), Philip Boëffard (productor asociado). Productora: Nord-Ouest Productions. Presentación oficial: Festival de Cannes 2014 (Quincena de los Realizadores). Fotografía: David Cailley. Música: Philippe Deshaies, Lionel Flairs, Benoit Rault. Vestuario: Ariane Daurat. Montaje: Lilian Corbeille. Dirección artística: Paul Chapelle. Reparto: Kévin Azaïs, Adèle Haenel, Antoine Laurent, Brigitte Roüan, William Lebghil, Thibaut Berducat.


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