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    Crítica en serie | The last man on Earth (Temporada 1)

    The last man on Earth

    Un divertido mundo post-apocalíptico

    crítica a The last man on Earth | Primera temporada

    FOX / 1ª temporada: 13 capítulos | EE.UU, 2015. Creador: Will Forte. Directores: John Solomon, Phil Lord, Christopher Miller, Jason Woliner, Phil Traill, Michael Patrick Jann, Claire Scanlon, Peter Atencio, Chris Koch. Guionistas: Will Forte, Andy Bobrow, Emily Spivey, John Solomon, Erik Durbin, Liz Cackowski, Tim McAuliffe, David Noel, Matt Marshall. Reparto: Will Forte, Kristen Schaal, January Jones, Mel Rodriguez, Mary Steenburgen, Cleopatra Coleman, Boris Kodjoe. Fotografía: Christian Sprenger. Música: Mark Mothersbaugh.

    La premisa de The Last Man on Earth, una de esas bienvenidas rarezas que las cadenas en abierto emiten de vez en cuando, es similar a la de muchas historias de la última década. Un virus asola el planeta en 2020, dejando solo un pequeño grupo de supervivientes. A lo largo del tiempo, veremos cómo viven y se adaptan a un mundo desolado, sin masivas compañía. La familia ha muerto, la civilización ya no funciona y lo establecido ya no se mantiene... en los puntos suspensivos que figuran en esta definición de una realidad post-apocalíptica según los cánones del subgénero está cifrada la ingeniosa broma de Will Forte (creador y protagonista), Phil Lord y Christopher Miller (directores del arranque y productores de creciente prestigio). Una broma a costa de unas narraciones que enfatizan machaconamente –y, no lo neguemos, con veracidad– los efectos dramáticos que la caída de la civilización y un mundo desierto y hostil tendrían en la escasa. población restante. Una broma que comienza desde el mismo título (“El último hombre en la Tierra”), ya que la premisa que parece establecer dicha sentencia queda erradicada en apenas 15 minutos. Empezamos la temporada con un superviviente y la terminamos con ocho. ¿En medio? Una divertidísima vuelva de tuerca a una situación arquetípica y una punzante exploración de las restricciones sociales que imperan en la actualidad, y cómo las podríamos olvidar o pervertir en unas circunstancias límite. Lo que Forte y sus guionistas hacen es tan interesante como sencillo, aunque no parezca ninguna de las dos cosas. Y hay que aplaudir a FOX no solo por dar luz verde a la idea y dejar que se desarrolle con bastante incorrección, sino por haberle dado un apoyo en forma de segunda temporada a pesar de unos resultados de audiencia nada espectaculares y que algunos de sus capítulos hayan sido maltratados, emitiéndose en tandas de dos por semana hasta en tres ocasiones.

    Phil Miller está solo en el mundo. Su familia ya no está a su lado, su ciudad está desolada y no sabe cómo continuar sus días. Ante este panorama, decide recorrerse el país en busca de otros supervivientes al virus que ha diezmado a la humanidad, pero no los encuentra. Para indicar el camino a su ciudad otros posibles seres humanos, decide pintar carteles que rezan “Vivo en Tucson” en sus viajes, y regresa allí a vivir el resto de sus días. En un ejemplo estupendo de aprovechamiento del metraje, en apenas un cuarto de hora minutos vemos el progresivo deterioro de su vida a lo largo de un año, con diversión anárquica (esa partida de bolos con coches) por el camino. Su salud mental es cada vez más frágil, no es muy habilidoso para las tareas manuales y su relación con Dios es complicada. Cuando ha decidido suicidarse, una señal de humo le indica la posible existencia de otra vida. Y así Phil conoce a la peculiar Carol. Cuando se anunció el fichaje de Kristen Schaal, January Jones y Mel Rodriguez para la serie, se asumió que darían vida a personajes ya fallecidos en forma de flashbacks, ya que el título de la comedia era categórico. Pero como ya hemos dicho, era solo uno de los muchos chistes que nos depara la temporada, en una exitosa mezcla de comedia incómoda, perversión de la sitcom clásica y estudio de un personaje que ha olvidado lo que es vivir en sociedad. Así que tras Carol llegará Melissa, más guapa y avispada. Luego Todd, todo bondad. Más tarde Gail y Erica, casi pura fantasía masculina. Y por último otro Phil Miller, casi una versión mejorada en cada aspecto posible de nuestro protagonista, que hace que éste acabe perdiendo su nombre, y pase a ser Tandy.

    The last man on Earth

    «The Last Man on Earth le saca todo el jugo que puede a su argumento –emitiéndose en abierto, se entiende– e invita al espectador a reflexionar sobre sus propias actitudes y presumibles comportamientos en situaciones así...»


    El desarrollo de estas dinámicas personales es la fuente de tramas de la serie, que filtra casi cada historia –excepto la subtrama amorosa entre Todd y Melissa tras la aparición del segundo Phil– por la algo tocada visión de nuestro protagonista. La habilidad que tienen los guionistas es que sintamos las punzadas al orgullo e invasión de su realidad que vive Phil, y a la vez entendamos la actitud de los demás ante él, que crece en hostilidad conforme su comportamiento patológico sea cada vez más pronunciado. Y es que Phil miente, y mucho. Es el centro de una suerte de broma cósmica donde nada le sale bien pero no acaba de aceptar que su comportamiento no ayuda. Es bastante loable que el creador y el protagonista de la serie sean la misma persona, porque el Forte guionista no tiene mucha piedad con su alter ego ficticio, y le somete a una serie de perrerías que debe disfrutar mucho interpretando. Lo mejor de este personaje es que ayuda a abrir el camino a las cadenas en abierto para no obsesionarse tanto con que la audiencia quiera un/una protagonista simpático y agradable, alguien que nunca cometas errores o que si lo hace aprenda la lección lo más pronto posible. Entendemos a Phil, pero no nos cae necesariamente bien.

    The Last Man on Earth le saca todo el jugo que puede a su argumento –emitiéndose en abierto, se entiende– e invita al espectador a reflexionar sobre sus propias actitudes y presumibles comportamientos en situaciones así. La galería de personajes es variada y el reparto está perfecto dándole vida, acumulando con gracia una tensión que acaba explotando cuando nuestro protagonista se dé cuenta de que no está en control de la situación, y que quizá nunca lo estuvo. Se puede argumentar, y no le faltaría razón a los que lo hicieran, que las últimas tres incorporaciones no llegan a existir del todo como personajes, pero es que en esta comedia, de una manera nada obvia, los guionistas están concentrando más sus esfueros en explorar la sensibilidad masculina. Partiendo de arquetipos tanto en ellos como en ellas, la broma definitiva es que el último hombre de la Tierra no quería estar solo, pero seguro que tampoco quería que sus siete futuros vecinos representaran con tal contundencia sus inseguridades más profundas, ni empezar a enamorarse por el camino. En definitiva, no quería tener que socializarse de nuevo. Al final, y es mérito de los responsables que esto suceda y nos parezca la evolución más lógica de la historia planteada, casi olvidamos que la premisa es propia de la ciencia ficción porque los peripatéticos comportamientos de los personajes son dolorosamente reales. Y divertidos (Forte y Schaal han dado un auténtico recital cómico en la temporada), hasta el punto de que la temporada se resuelve con otro chiste, que casi daría pie a un nuevo título: El último hombre del espacio. Pero hasta la segunda temporada no sabremos más de las nuevas situaciones. | |

    Adrián González Viña
    Redacción Sevilla



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