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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Romeo y Julieta (2013)

    Romeo y Julieta (2013)

    Y Shakespeare lloró sangre

    crítica de Romeo and Juliet | Carlo Carlei, 2013

    Reconozco que me cuesta mucho ser imparcial cuando me ponen delante adaptaciones de obras de Shakespeare. El corpus creativo del Bardo es uno de mis grandes placeres lectores, y, en general, no me suele gustar demasiado esa tendencia que tienen los directores a experimentar con él, sacándolo de contexto y/o espacio-tiempo para dárselas de originales (vale, se lo perdoné a Joss Whedon, pero es que yo a Joss Whedon se lo perdono todo). Dicho esto, he de decir que esta —enésima— adaptación de Romeo y Julieta me llamaba bastante la atención: porque estaba ubicada en el lugar y momento correctos, por su nada desdeñable reparto, y porque detrás de su guión estaba nada menos que Julian Fellowes, el oscarizado autor del guión de Gosford Park y creador de Downton Abbey. Qué amarga decepción la mía, señores. Seamos sinceros: no es que esperase algo ni remotamente equiparable al Romeo y Julieta de Zeffirelli (para quien esto escribe aún la mejor adaptación cinematográfica de la historia de los amantes de Verona). Pero lo que tampoco esperaba era el nivel de condescendencia, y prácticamente de puro desprecio, que la película de Carlo Carlei supura hacia su fuente original, hacia sus propios actores, y no digamos ya hacia el espectador. Lo primero que hacen guionista y director es hacer creer a la audiencia conocedora del texto que van a ser fieles a éste. Literalmente 30 segundos después, dan su “golpe de efecto”, probando que tienen toda la intención de miccionar en él, con perdón. “¿Veis lo que hizo Shakespeare? Pues nos lo vamos a pasar por el forro, porque total, el espectador adolescente es idiota y/o no tiene ni idea de lo que estamos hablando, así que haremos lo que nos dé la gana. Estáis avisados”. Ése es el mensaje del tándem Fellowes/Carlei desde el minuto cero: si eres adolescente (supuesto público objetivo de la película), eres tonto, así que te va a dar igual; y si no, pues esto es lo que hay, lárgate ahora que aún estás a tiempo. Pues qué bien...

    Decido seguir viéndola, tratando de ignorar el hecho de que me están tomando por idiota, y lo molesto que resulta el hecho de que Fellowes sea incapaz de decidir si quiere que sus actores hablen en inglés actual o en inglés isabelino, saltando de uno a otro en una mezcla horrorosa que resulta mucho peor que la ideaza de Baz Luhrmann de mostrar drag queens y mafiosos de Florida hablando en pentámetros yámbicos. Bueno, me digo, por lo menos tiene un repartazo de secundarios. Ay. Lo siguiente que veo es a Stellan Skarsgård con pelucón, chillando y con pinta de llevar un palo metido allá donde la espalda pierde su casto nombre. Entre esto y su momento de streaking en en Thor: El mundo oscuro, no sé dónde me da más pena. Para rematar la jugada, aparece Damian Lewis con pinta de haberse tomado un par de tripis para sobrellevar el rodaje. A Paul Giamatti por lo menos hay que concederle que no se le ve incómodo en su papel de fraile camello que le va ofreciendo hierbas a todo hijo del vecino. Resulta muy triste ver a actores de la talla de Skarsgård, Lewis, Giamatti o incluso la joven Hailee Steinfeld (que suele ser una actriz solvente) tan envarados, tan a disgusto con lo que están haciendo, y, excepto en el caso de Steinfeld, con tan pocas ganas de hacer nada. Baste decir que el único que se salva de la quema es Leon Vitali, el que fuese colaborador habitual de Kubrick, que interpreta al boticario durante... menos de dos minutos. Ahí está el nivel.

    Romeo y Julieta (2013)

    ¿Y la dirección? Bien, gracias. Ignoro de dónde ha salido el señor Carlo Carlei, pero sus habilidades como director dejan mucho que desear. No sé qué es peor: si el afán innecesario por dar una explicación “lógica” o “moderna” a todo lo que sucede, digamos, en segundo plano (por poner un ejemplo: Romeo no recibe la carta del fraile porque el emisario se detiene a ayudar a un niño enfermo), que sea incapaz de transmitir la más mínima emoción cuando está adaptando la historia de amor más famosa de todos los tiempos (la escena cumbre en el panteón tiene la carga emocional de un pepino), o que se dedique a fusilar sin piedad las dos versiones más conocidas de la obra, las de Luhrmann (de nuevo la escena del panteón), y sobre todo la de Zeffirelli, cuyo final plagia de cabo a rabo, aunque consiguiendo que sea más aburrido que un deshielo (Shakespeare dixit, Fellowes). Eso por no hablar de su fabulosa capacidad para que los espectaculares palacios de Subiaco, Verona y Mantua donde se rodó la película luzcan como si fueran la casa de la esquina. Un desperdicio, vamos. Y hablando de escenarios y decorados: vamos a ver Carlei, tuvisteis dinero y tiempo para rodar en palacetes renacentistas de verdad, monísimos ellos. ¿Y luego tienes que poner un pantallazo verde para hacer un decorado de iglesia digital? ¿No podríais haber buscado un decorado mínimamente decente, ni que fuese en la capilla de alguno de los palacetes? Y aunque fuera capaz de pasar eso por alto, ¿quién demonios ha hecho la infografía? ¿Un crío de siete años? ¡Porque he visto videojuegos de 8 bits con mejores gráficos que esa iglesia! Vamos, que lo único que se salva de todo este enorme estropicio es el diseño de vestuario de Carlo Poggioli (Cold Mountain, El secreto de los hermanos Grimm), que sin ser nada del otro jueves cumple con su función como se supone que debería. Shakespeare no merecía esto, Fellowes. Los actores, buenos o malos, tampoco. Y los espectadores, todavía menos. No me extraña que tu castigo haya sido tener que hacerle un guión a Paul W. S. Anderson. Si fuera por mí, te hubiese mandado a que se lo hicieses a Uwe Boll. | (abyecta)

    Judith Romero
    redacción Londres.

    Reino Unido-Italia-Suiza, 2013. Director: Carlo Carlei. Guión: Julian Fellowes (Obra: William Shakespeare). Productora: Amber Entertainment / Echo Lake Productions / Indiana Production Company / Swarovski Entertainment. Fotografía: David Tattersall. Música: Abel Korzeniowski. Montaje: Peter Honess. Intérpretes: Hailee Steinfeld, Douglas Booth, Ed Westwick, Paul Giamatti, Lesley Manville, Christian Cooke, Stellan Skarsgard, Damian Lewis, Natascha McElhone, Tomas Arana, Laura Morante, Kodi Smit-McPhee.

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