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    Crítica | Philomena

    Philomena, de Stephen Frears

    El niño robado

    crítica de Philomena | de Stephen Frears, 2013

    «¡Márchate, oh niño humano!
    A las aguas y lo silvestre
    con un hada, de la mano,
    pues hay en el mundo más llanto del que puedes entender.»

    En 1986, William Butler Yeats publicó El niño robado (The Stolen Child). Poema que, basado en una leyenda irlandesa, cuenta cómo unas hadas intentan embaucar a un niño para atraerlo a su mundo. Medio siglo después, la mitológica trama de aquella magnífica composición se convertía en espantosa realidad cuando en los años 50 y 60, miles de jóvenes irlandesas fueron internadas en conventos y separadas de sus hijos ya que, según la iglesia católica, su embarazo fuera del matrimonio las convertía en seres amorales incapaces de hacerse cargo de los niños. Con esta excusa, monjas como las del monasterio de Roscrea, un pequeño pueblo situado al norte de Tipperary, se embolsaron grandes cantidades de dinero vendiendo a estos pobres retoños a pudientes familias americanas. Un caso similar al acaecido durante el franquismo en España, que ha vuelto a ser noticia recientemente por la fría impunidad con la que ha sido resuelto.

    En un contexto tan dramático se encuadra la representante británica en los Óscar Philomena. Una cinta con un punto de partida agonista y convencional que con el paso de metraje gira hacia otros caminos más sugerentes gracias a tres factores que convierten el guion de esta road movie, en un entrañable cuento de noventa minutos: el director, Stephen Frears, un ducho narrador que sabe cómo tratar temas peliagudos sin que el resultado se convierta en un indigesto melodrama; el actor principal, Steve Coogan, un grande del humor que dibujará sonrisas en los momentos más incómodos; y, por supuesto, una Judi Dench (con su enésima nominación bajo el brazo), en el papel que da título al filme, que brinda una interpretación plena de ternura y empatía con la que consigue, desde sus primeras escenas, centrar en ella la atención del espectador. Una propuesta que removerá las glándulas lacrimales tanto como abordará, sin cortapisas, con humor un tema sumamente delicado. Bondad, maldad, comprensión, egoísmo e indiferencia serán los topics que articularan una historia que pudiera considerarse universal. Y mostrada a través de una mujer que dará una lección magistral de entereza y constancia.

    Philomena, de Stephen Frears

    Frears, siempre cercano a la polémica y la ruptura de tabúes, se muestra más de convencional que nunca en pro de sus intérpretes, pero sin abandonar la estela que le dio un nombre. Lejos queda ya el atrevimiento de su debut con Mi hermosa lavandería (My Beautiful Laundrette, 1985); un abierto tratado sobre la homosexualidad y el racismo dentro del submundo marginal inglés. Tras una entrada en el nuevo milenio marcada por la irregularidad en sus creaciones, con Philomena, Frears vuelve con fuerza. Dispuesto a levantar ampollas con su polémico punto de vista de la sociedad británica contemporánea, sirviéndose para ello de un ácido libreto, escrito por el propio Coogan y Jeff Pope, que adapta la novela El niño perdido de Philomena Lee (The Lost Child of Philomena Lee, 2009, Martin Sixsmith). Un largometraje cargado de lirismo como demuestra su comienzo, representado en una manzana de caramelo. Fruto prohibido y apasionado que simboliza ese pecado carnal que cambiará la vida de la protagonista para siempre. Algo que, además, pondrá sobre el tapete los lastres de la educación religiosa de mediados del siglo XX. Así como los efectos de la censura y los corsés informativos en las clases bajas. Dejado atrás el prólogo, da inicio un espectacular alarde interpretativo de la pareja protagonista, propio de quienes han hecho del estudio de rodaje su auténtico hogar. La compenetración que consiguen ambos actores se convierte en una de las más entrañables alianzas que hemos visto en el cine de los últimos años. Dench es un torbellino que nos arrastra hacia ella, conmoviéndonos con la asombrosa dulzura de una mujer que no ha dejado de pensar en su hijo ni un solo día de los cincuenta años que lleva sin verle. Una personalidad sensible y maravillosa que se descubre tras esos azules y melancólicos ojos, que nada tienen que ver con la fría mirada con la que la asociábamos hasta ahora. Su personaje, Philomena, provoca un nudo en la garganta y extrapola sensaciones tan fuertes que duelen. Su partener, Martin (Coogan), el periodista que la acompañará en su aventura, es todo lo contrario, un prepotente, hipócrita y pretencioso reportero cuyos intereses serán desde el principio meramente comerciales. Un estupendo contrapunto que nos sacará de nuestras casillas en más de una ocasión con su displicencia y su humor fuera de lugar. Philomena, dentro de un acomodado academicismo, aturde tanto como emociona. Una obra llena de armonía sobre la reconciliación del ser humano con sus más ocultos resentimientos que nos traslada al leitmotiv de la adultez: «No cesaremos de explorar, y el final de toda nuestra búsqueda será llegar a donde empezamos, y conocer el lugar por primera vez». (Cuatro cuartetos. Four Quartets, T.S. Eliot, 1943). | ★★★ |

    Alberto Sáez Villarino
    Dublín (Irlanda)

    Reino Unido. 2013. Título original: Philomena. Director: Stephen Frears. Guión: Steve Coogan, Jeff Pope, (Novela Martin Sixsmith). Productora: BBC Films / Pathé / Baby Cow Productions / British Film Institute (BFI) / Magnolia Mae Films. Fotografía: Robbie Ryan. Música: Alexandre Desplat. Montaje: Valerio Bonelli. Intérpretes: Judi Dench, Steve Coogan, Charlie Murphy, Simone Lahbib, Anna Maxwell Martin,Neve Gachev, Sophie Kennedy Clark, Charlotte Rickard, Nichola Fynn.

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