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    Crítica | Persiguiendo el viento (Jag etter vind)

    Jag etter vind, de Rune Denstad Lungo

    El mundo adolescente

    crítica de Persiguiendo el viento | Jag etter vind, de Rune Denstad Lungo, 2013

    La obra de Rune Denstad Lungo es, como la de su coterráneo Knut Hamsun, una reflexión sobre los sentimientos humanos: un viaje hacia nuestro interior. Tal vez la palabra viaje sea el concepto que describe mejor el cine del director noruego. Nord –su ópera prima- y Jag etter vind son periplos: odiseas sin meta fija y carentes de racionalidad. Los protagonistas de entrambos filmes son personas desorientadas, seres escindidos: almas a la deriva y precipitadas al encuentro de sí mismas. Nord es una réplica de la Divina Commedia: caída, evagación espiritual y resurgimiento. Jag etter vind, más cerca de Ulises que de Dante, explora las peripecias de la travesía existencial de Anna. Una vieja formula mágica que inspiró a poetas y escritores de la Antigüedad es invocada una vez más: libertad y azar; las nupcias de estos dos elementos significan el cumplimiento del destino de Anna. Si bien es cierto que su prometido la incitó a retornar a su pueblo por la reciente muerte de su abuela, interpretar la decisión de Anna como un acto de plena consciencia es una barbaridad; Anna se lanzó: más que una decisión racional, ejecutó un acto movido por la emoción, por la irracionalidad, otros dirían, por el subsconsciente –ella misma no está segura de lo que hizo; el hado reaparece y Anna enfrenta sus miedos y sus angustias: cumple su destino.

    El destino de Anna no es otro que reencontrar el amor en un mundo donde reina la indiferencia, la insignificancia, la ligereza y el encono. La dicotomía amor y dolor es el eje central de Jag etter vind; el mundo interior de Anna es un hábitat permeado de sufrimiento y extravío: el accidente fatal de los padres; la relación aciaga con su prometido; la muerte de la abuela; el desencuentro con su pareja de juventud; la incomprensión del abuelo: todas son realidades incompletas, infaustas o infelices. En torno a ella giran otras figuras desdichadas: la amiga promiscua; el ex-novio apocado; el abuelo rencoroso; el vecino descarado; el prometido ingenuo... Knut Hamsun, en su libro Hambre, exhibe los síndromes de una época corrompida por el interés, el egoísmo, la crueldad y la incomprensión. Robert Lungo, al igual que su compatriota, denuncia de manera sutil pero mordaz los morbos de una sociedad noruega que en cuanto occidental sufre los mismos males que la nuestra.

    Jag etter vind, de Rune Denstad Lungo

    La comunicación, en el mundo de Anna –nuestro mundo- se desvela como una quimera: el abuelo recita poemas y nadie lo escucha; la amiga parlotea y es sorda a las personas que la circundan –su charla con Anna se asemeja más a un cuestionario de una revista de corazón que a un reencuentro añorado; Havard, el otrora novio, negado a escuchar comentarios que no le interesan; Anna indiferente a los deseos y a los sentimientos de su abuelo, del ex-novio, y de la amiga. Cada uno de los personajes es una isla. Lungo nos dice: el hombre moderno carece de puentes para alcanzar al prójimo; más que un ser solitario o un hombre aislado: un ermitaño en una mente distraída. El calvario de los personajes tiene una solución: el amor; mas en un mundo donde la incomunicación y la ligereza gobiernan a la tribu, el amor es una experiencia improbable, un concepto lejano y melifluo. El aborto se transforma en una práctica regular, la renuncia a la felicidad es una necesidad y la traición una obligación. Ahora bien, el naufragio, de los personajes, en un universo de astros solitarios, los condena a ser viveros de frustración y sufrimiento. Su condición es una paradoja: el dolor es su liberación y su cárcel; no pueden salir de él porque la sociedad no se los permite: jaula entre jaulas: laberinto existencial. Se ha perdido la ingenuidad de la vida y del vivir: más que un flujo, el mundo moderno, se parece a un sendero lleno de obstáculos donde uno crea otro: cadena hasta el infinito. La imposibilidad de comunicar es una recámara sin salida; los actos se vuelven ligeros: nadie juzga, nadie manda. Dios es un concepto fuera de este mundo: su ausencia es la justificación de cualquier acto. Sin una idea, una creencia o un Dios, el acto se volatiza: vapor de voluntad. La ligereza es, como decía Kundera, el peso más grande.

    Jag etter vind, de Rune Denstad Lungo

    El filme de Lungo es una tentativa por apelar a nuestra consciencia crítica y a meditar sobre la situación del amor en el mundo occidental. En este mundo, el amor más que un sentimiento es una idea y como toda idea se cree en ella o no. Anna, al inicio, es un hereje de la idea del amor; comprometida con Mathias besa a Havard y pronuncia sin escrúpulos que no desea estar casada toda la vida –a pesar de que el primer anuncio que dice a su abuelo es su compromiso-; en un momento de confusión le dice a Havard de no ilusionarse por el beso concedido; él responde: quien se hizo ilusiones fue tu prometido. La ausencia de amor y el dolor reprimido desembocan, inexorablemente, en un solipsismo. Sin amor sé es egoísta y sin la facultad de expresar la aflicción interior la frustración y la resignación son las únicas alternativas a la locura: torturas de nuestra época. Anna alcanza la redención porque en su vida existe un vínculo con el pasado, con sus raíces: una tradición con principios. El abuelo es el símbolo de la salvación, el camino hacia el renacimiento interior. Hombre de principios y creencias, mal juzgado –víctima, como todos los demás personajes, del dolor- y criticado, vive una vida dedicada a las cosas que ama: la cultivación de patatas, la disciplina y el recuerdo de tiempos mejores. El encuentro de Anna y su abuelo es una doble expiación. Anna y su abuelo reencuentran el amor: el elemento perdido. Ciegos por el dolor se encuentran, al hacerlo, renacen. En algún momento de Nord, Jomar, el protagonista, también estuvo ciego; después de un encuentro con una niña abrió los ojos para encontrar la claridad. Anna y Jomar son viajeros –la vida y la lectura son un viaje dice Bolaño-, en su odisea se dirigen hacia su destino, lo enfrentan y lo conquistan: reconquistan el elemento perdido.

    Si hay una actitud que caracteriza a la adolescencia es la ligereza. Anna dice en un diálogo con Havard: la adolescencia nació en la década de los cincuenta. Los sociólogos y los historiadores se obstinan en llamar a la época actual con un nombre que no dice nada: edad moderna o posmoderna; la lucidez de Lungo nos reveló, nos concedió, la palabra esencial para entender a nuestro tiempo: adolescencia. Kundera a lo largo de su obra se ha esforzado por dilucidar la correspondencia entre ligereza, broma e insignificancia; los tres conceptos revelan una realidad; más que el absurdo – como decía Camus-: la nada. El nihilismo –profecía nietzscheana- es la actitud imperante en la sociedad de Anna, en nuestra sociedad. ★★★★

    Matías García Muñoz
    redacción Roma

    Noruega. 2013. Título original: Jag etter vind. Director: Runde Denstad Lungo. Guion: Rune Denstad Lungo. Intérpretes: Marie Blokhus, Anders Baasmo Christiansen, Frederik Meldal Norgard, Tobias Santelmann, Sven-Bertil Taube. Fotografía:Philip Ogaard. Productores:Heino Deckert, Sigve Endresen, Brede Hovland, Martin Schlüter. Fecha de estreno oficial: 15 de marzo de 2013 (Noruega). 

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