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    Crítica | Gru 2, mi villano favorito

    Gru 2, mi villano favorito

    PUKIALABATA

    crítica de Gru 2, mi villano favorito | Despicable Me 2, Pierre Coffin, Chris Renaud, 2013.

    Tienen forma de cacahuete, son amarillos y llevan gafas de piloto o artificiero que maneja tecnología altamente inflamable, explosiva; disparada a través de gadgets tan vetustos como risibles. Ataviados con un peto azul que cubre no sé qué cosas y con guantes negros en las manos, los Minions son capaces de acometer cualquier empresa, ya sea dañina o deudora del slapstick más eficaz, pues trabajan a las órdenes de un villano antológico llamado Gru, y como tal, nunca sabremos si este calvo entrañable ha asumido o no su condición de ex sin derecho a réplica, ahora un padre de familia convertido en productor de una mermelada que sabe a rayos, fruto de la mezcla de muchas frutas, todos los sabores en un solo tarro de cristal. Sobrevuela la duda alrededor de Gru, como esa bufanda a rayas que envuelve su no cuello. Todo sigue en su sitio: las pequeñas crecen y las preocupaciones aumentan de forma alarmante. En una de las primeras escenas del filme, Agnes celebra su cumpleaños en el jardín de la casa familiar, mientras su papi se disfraza de hada y pulula frente a sus canijos compañeros. Ese momento resume a la perfección el ancho emotivo de un personaje secundario que ejerce de falso protagonista. Gru ——Steve Carell en versión original, Florentino Fernández en castellano—— asiste a la consagración, seguramente minusvalorada, del último icono pop: el minion. Los Minions. Dos en particular, una pareja que sirve a su amo con la gracia aprehendida del mejor cine cómico. Elementos que funcionan desde el primer minuto, a la espera de ese clarísimo spin-off que en realidad ya fue, o está siendo en Gru 2, mi villano favorito.

    Tres años después de la primera entrega, los directores Pierre Coffin y Chris Renaud retoman las aventuras del ya célebre dinamitero del orden y la quietud. Pero ahora surgen “agentes” decididos a pervertir su estatus de contribuyente, sin planes déspotas ni intenciones oscuras. Alguien se ha hecho con un virus que, inyectado en vena, convierte a cualquier animal en un monstruo agresivo, peludo y de color morado fosforescente. Por ello Lucy (Kristen Wiig), una espía que trabaja para una agencia secreta, no duda en solicitar los servicios de Gru para que éste colabore en la búsqueda de ese terrorista infiltrado entre la población mundana. Y por supuesto, clichés y tópicos se dan la mano en una película que no cambia demasiado respecto a su predecesora, más bien al contrario: el guión —escrito a cuatro manos por Ken Daurio y Cinco Paul— se deja ir por culpa del efecto hechizante de cientos de figuras que hablan un idioma ininteligible, comen plátanos en una playa tropical en donde suena música de Bob Marley, enseñan alegremente el culo justo antes de mojárselo, y hasta celebran fiestas en una fábrica que sirve de excusa para homenajear aquella instantánea inolvidable de los once obreros almorzando sobre una de las vigas del (futuro) Empire State. Por lo demás, rapidez. La inestabilidad se consuma con estabilidad. La hija mayor de Gru sucumbe a los encantos de un latino cuyo padre regenta un negocio de restauración. El feo es, ay, un feo susceptible a la fealdad. La narración gira en torno a una subtrama amorosa, repleta de chistes quizá muy “oídos”. Pero no importa. Gru nos da igual. Lucy nos da igual. Incluso ese palmo de niña con nombre claramente helénico. Queremos ver Minions. Porque ellos rematan las escenas y nos hacen reír con esa inexistente vocalización a caballo entre Antonio Ozores en castrati y Screamin’ Jay Hawkins a punto de invocar al dios de los opiáceos. Son réplicas digitales —y amarillentas— de los instrumentistas de Con faldas y a lo loco. Marrulleros pero infantiles, los intendentes de un residuo fascistoide que, aun siendo el producto menos ambicioso de la animación contemporánea, encierra una lectura rabiosamente actual: los malos también cotizan; incluso tienen planes de pensiones. Basta con que se arrepientan un poco. Frente a cámara, eso sí. Mientras tanto habrá ruido de fondo, el mejor ruido imaginable: el Cacahuete Alienígena y ecos de Fraggle Rock. ★★★★★

    Juan José Ontiveros.
    crítico de cine.

    Estados Unidos, 2013, Despicable Me 2. Director: Pierre Coffin y Chris Renaud. Guión: Ken Daurio y Cinco Paul. Música: Heitor Pereira, Pharrell Williams. Productora: Illumination Entertainment.

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