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    CRÍTICA | SONIDOS DE BARRIO

    Sonidos de barrio
    EL TEMOR A LO DESCONOCIDO
    crítica de Sonidos de barrio | O som ao redor, Kleber Mendonça Filho, 2012

    sección oficial | Atlántida Film Fest

    Las ciudades costeras brasileñas suelen tener dos caras. Por un lado están la playa, la samba, el deporte, las mujeres con muchas curvas y poca ropa… Aquello por lo que turística y estereotípicamente es conocido Brasil. Pero si uno se dirige más hacia el interior de estas urbes, algo que normalmente se evita, la cosa cambia y a menudo pueden arreciar la pobreza y la violencia. Por ello, un drama situado mayoritariamente en estos barrios, en concreto en los de Recife, y que según su director pretende producir una sensación constante de amenaza, da pie a que anticipemos un relato caracterizado por la miseria y la delincuencia, en la estela de Ciudad de dios (Fernando Meirelles, 2002), aún con aliviadores paréntesis en los que se nos muestre la cara alegre y bonita del país. Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que Sonidos de barrio (O som ao redor, Brasil, 2012), ópera prima de Kleber Mendonça Filho, rodada en su hábitat natural, sorprende con un planteamiento y un desarrollo que se aleja de los ejemplos más conocidos de este cine. El enfoque está puesto aquí en la clase media-alta, donde las preocupaciones son más inmateriales que materiales, donde reina la amabilidad y la educación, donde los niños o adolescentes estudian o juegan alegremente al fútbol en vez de drogarse o meterse en líos… Y donde la violencia es implícita antes que explícita.

    Pero el tema principal sigue siendo el de la falta de seguridad, problema efectivamente omnipresente en Brasil. En este sentido, Mendonça Filho lo trata como algo invisible pero que siempre está ahí… Atributos que servirían para definir también a una cámara de cine. Ésta se configura por tanto como una herramienta idónea para representar esa amenaza constante, adoptando a menudo el punto de vista de un depredador, como en la secuencia inicial, o colocándose en rincones imposibles para enfocar a los personajes desde lugares insospechados. Con ello en realidad la cámara pierde su invisibilidad y se convierte en uno de los protagonistas de esta historia, pero en este caso es un resultado conveniente, incluso brillante, ya que este personaje del depredador o del amenazador nunca cobra auténtico cuerpo. El mismo acompaña sin remedio a los demás personajes que pueblan esta historia fragmentada y coral: una ama de casa; un agente inmobiliario; un patriarca terrateniente… Todos ellos forman parte de una burguesía adinerada pero atrapada en una atmósfera agobiante, casi opresiva, aunque la reacción ante ello sea más bien de aburrimiento y conformismo. El personaje que se sale un poco de esta norma es el de un guardia de seguridad, de pasado oscuro, que sirve como catalizador del conflicto ya más material que concluye la trama.

    Sonidos de barrio

    Por lo demás, hasta esa resolución que recoge algunos cabos sueltos del metraje, éste no parece tener una dirección determinada. A menudo nos limitamos a presenciar las vivencias diarias de este colectivo, sin una causalidad clara y con un ritmo irregular. Ello permite con todo asistir a momentos de fascinante verosimilitud y a la vez originalidad, como el uso que hace la ama de casa de sus electrodomésticos; o la escena en que un joven ebrio no recuerda donde se alojaba la fiesta de la que ha salido un momento para comprar cerveza, y les pide a los guardias privados contratados por los habitantes de este barrio que le indiquen el camino. Son también momentos que permiten abandonar el drama e introducir tonos de comedia en un metraje que de esta forma se hace muy llevadero. De hecho, el ingenio es prácticamente constante, gracias a un estilo de total libertad creativa, que parece tanto basarse en la improvisación como en el control más estricto.

    Ahondando en esta heterogeneidad, la misma no revela desorden o inmadurez sino atrevimiento y coherencia, pues aunque la técnica es diversa, obedece en todo momento al efecto que busca esta película: un efecto de inestabilidad, de incertidumbre, de alarma… Y ello manteniendo una estética relativamente sobria y luminosa y una progresión pausada, invitándonos a conocer este microcosmos por detalles y situaciones que vayamos presenciando aquí y allá. Dicho esto, los personajes no quedan desdibujados, sino que se van alimentando entre sí, sobretodo a través de las relaciones familiares. Para más dato, son vecinos del propio director, filmados algunos en sus propias casas, con una familiaridad que seguramente es una de las razones por las que están tan bien definidos y acaban teniendo tanto calado. Esta profundidad se apoya igualmente en contadas secuencias oníricas que acentúan el temor subrepticio que comparten estas personas, y para reforzarlo y armonizarlo destaca asimismo un trabajo de grabación y edición de sonido que aprovecha con sabiduría recursos como el crujido de la madera del suelo o los ladridos nocturnos de un perro. La propia música se caracteriza por surgir con disimulo y luego mezclarse con el ruido del ambiente, con notas graves que se reproducen cada seis o siete segundos para terminar de enmarcar este panorama de ansiedad y congoja.

    Muchos de los calificativos empleados hasta ahora pueden recordar más bien al contenido dramático del cine de Haneke, y en ello puede estar la clave para entender esta película. La del cineasta austriaco sería una referencia entre muchas otras, pero ayuda a interpretar esta película como un espejo tan distorsionado como veraz de la naturaleza humana más primitiva, incluyendo elementos como las elipsis narrativas y la desnudez estilística. Sin embargo, estamos ante una obra más cercana y ligera que cualquiera de Haneke. En otras palabras, Sonidos de barrio combina lo crudo con lo elegante, lo áspero con lo sensible para alcanzar una poesía propia, con sus vaivenes, su cadencia y su trascendencia. ★★★★

    Ignacio Navarro.
    director & crítico cinematográfico.

    Brasil. 2012. Director: Kleber Mendonça Filho. Guión: Kleber Mendonça Filho. Productora: CinemaScópio. Presentación: Festival de Rotterdam 2012 (premio FIPRESCI). Fotografía: Pedro Sotero & Fabricio Tadeu. Música: DJ Dolores. Intérpretes: Gustavo Jahn, Irandhir Santos, Maeve Jinkings, W.J. Solha, Irma Brown, Sebastião Formiga, Dida Maia, Lula Terra.

    Sonidos barrio poster
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