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    Cine Alemán Siglo XXI

    CRÍTICA | CARNE DE PERRO

    Carne de perro
    HIPERREALISMO TORTURADOR
    crítica de Carne de perro | Fernando Guzzoni, 2012

    sección oficial | Atlántida Film Fest

    Tras la Segunda Guerra Mundial, el cine italiano inauguró una nueva corriente, la del neorrealismo, para retratar la sociedad en ruinas de la posguerra. Una fotografía naturalista, un uso casi expresionista de los primeros planos, tramas sencillas y personajes trágicos conformaban a grosso modo el estilo y la narrativa de este cine, tan directo como conmovedor. Desde hace unos años, para dar vida igualmente a otra sociedad en ruinas o al menos en decadencia, parte del cine europeo ha adoptado el llamado hiperrealismo como seña de identidad, recuperando una sensación parecida a la que producía ese cine italiano de los años 40 y 50, ahora con recursos como una iluminación natural; decorados sobrios y sucios; diálogos parcos, de tinte improvisado; o incluso los ya famosos planos de seguimiento pegados a la espalda del protagonista. Podemos estar hablando del cine de los Dardenne o del nuevo cine rumano, aunque existen igualmente ejemplos en el continente americano. Y uno de los más recientes sería este trabajo de Fernando Guzzoni, rodado sin apenas presupuesto aparente y prácticamente con un único personaje como vértice.

    En efecto, Guzzoni pega aquí la cámara a un chileno cincuentón, algo andrajoso, sin afeitar, que vive solo en un chalet cutre, apenas acompañado por un perro callejero, y que empieza a padecer crisis de ansiedad. Al parecer con esta información basta para que entendamos las motivaciones y acciones de este individuo, porque la película prácticamente no nos dice nada más sobre él. Se limita a seguir sus andaduras y múltiples discusiones: con un mecánico sobre la reparación de su coche, con un hombre que conoce de algo sobre una cobertura médica, con el propio médico sobre sus síntomas y su diagnóstico, y al final con su mujer separada sobre la hija de ambos y otras cosas nunca explicitadas. Indudablemente con esta serie de acontecimientos todos los demás personajes quedan desdibujados, aunque sí tenemos una imagen concreta del protagonista, y es que nos cae bastante antipático, por lo que a menudo se antoja difícil seguir el hilo de sus cavilaciones y no desconectar de una historia que, como hemos dicho, se centra sobretodo en el mismo y en su vida cotidiana.
     
    Carne de perro

    En consecuencia, Carne de perro (Chile, 2012) lleva al extremo aquellos elementos de trama sencilla y personaje trágico (y también hay un par de planos pegados a la nuca de este último) propios de la corriente mencionada más arriba. De hecho, la trama es prácticamente inexistente y el personaje, debido a esa falta de información, es como si fuese también inexistente, y por tanto más que trágico. Sin embargo, si uno se ha leído la sinopsis previamente, o ha buscado en otro sitio la información que no contiene directamente la cinta, comprueba que este hombre fue un torturador bajo el régimen de Pinochet, con lo que ello supone en cuanto a traumas y efectos peyorativos sobre sus relaciones sociales. Sabiendo esto, todo cobra mayor sentido, incluso detalles menores como el lavado insistente de la cara o la violencia esporádica e incontrolable que sufre este ex torturador, así como un último acto más simbólico y alejado de la parquedad del resto del metraje.

    Ahora bien, ¿Es legítimo que el entendimiento e incluso la calidad de una película dependan de datos externos a la misma? Dichos datos a menudo nos permiten comprender mejor la época en que se sitúa tal filme, si efectivamente es de época, averiguar detalles a primera vista ocultos que este ejemplo hipotético pueda contener, o ahondar en otro tipo de interpretaciones sobre lo que nos ha querido contar. Con todo, estos son elementos secundarios que, aunque puedan realzar la calidad de la película en cuestión, haciéndola más memorable o satisfactoria a nuestros ojos, no la determinan directamente. Una película debe valerse por si misma, si pueden emplearse tales términos, y salvo para aquellos espectadores ya muy familiarizados con el contexto chileno, o aquellos que tengan una imaginación desbordante o sean particularmente incisivos respecto a los componentes de la trama y del personaje, Carne de perro resultará en gran medida incomprensible.

    Carne de perro

    Y es una pena, porque esta cinta cuenta con cualidades secundarias. Hay escenas que, aún aisladas, atrapan nuestra atención y resultan incluso enternecedoras, como la atención que le profesa el protagonista a las heridas de su perro, que el mismo ha provocado y que nos arrojan cierta luz sobre su naturaleza preocupantemente bipolar. El trabajo estilístico es igualmente destacable, usando constantemente y con criterio la cámara en mano, alternando planos de corta duración con conversaciones enteras en un único plano, que responden alternativamente a diferentes estados de emoción y que mantienen el ritmo y el interés. La potencia interpretativa de Alejandro Goic tampoco se puede negar, pues aún teniendo en cuenta esa carencia informativa, esa falta de background, logra que al final entendamos su sufrimiento. Pero estos son elementos que necesariamente deben venir después de los más básicos, y en el cine uno de ellos es el guión. Éste puede ser todo lo complejo y sutil que se quiera, pero partiendo de una base sólida sobre la que puedan construirse o difuminarse distintas capas. En Carne de perro esa base apenas si está apuntada, y en cualquier caso lo está de forma insuficiente y hasta desesperante. ★★★★★

    Ignacio Navarro.
    director & crítico cinematográfico

    Chile, 2012. Director: Fernando Guzzoni. Guion: Fernando Guzzoni Productora: Ceneca Producciones/Parafina Films. Presentación: Festival de San Sebastián 2012. Fotografía: Bárbara Álvarez. Montaje: Javier Estévez. Intérpretes: Alejandro Goic, Alfredo Castro, Amparo Noguera, Daniel Alcaíno, Sergio Hernández, María Gracia Omegna.

    Carne de perro poster
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