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  • Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Good Boy

    || Críticas | ★★★★☆
    Good Boy
    Ben Leonberg
    Fiel amigo


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2025. Título original: Good Boy. Dirección: Ben Leonberg. Guion: Alex Cannon, Ben Leonberg. Producción: Kari Fischer, Ben Leonberg, Brian Goodheart. Productoras: What'sWrong With Your Dog. Fotografía: Ben Leonberg. Música: Sam Boase-Miller. Montaje: Ben Leonberg. Reparto: Indy, Shane Jensen, Arielle Friedman, Larry Fessenden, Stuart Rudin, Hunter Goetz.

    Existe una creencia, que se ha perpetuado a lo largo de la historia, sobre que los perros poseen una especie de sexto sentido para conectar con el mundo espiritual. Se dice que ellos son capaces de percibir energías invisibles, ya sean presencias o fantasmas, que, a los ojos de los humanos, pasan desapercibidas. Esta inquietante capacidad ha sido explotada, de manera muy recurrente, en incontables películas de terror, casi siempre, ambientadas en casas encantadas. Todos recordamos a algunos de aquellos canes que acompañaron a las familias protagonistas de algunos de los grandes clásicos del género. Desde Harry, la mascota de la familia Lutz, que trataba de advertir a sus seres queridos de que había algo amenazante en el sótano de Terror en Amityville (Stuart Rosenberg, 1979), a E. Buzz, el golden retriever de los Freeling en la imprescindible Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), los perros siempre han protagonizado espeluznantes momentos en donde se quedaban mirando a la nada, gruñendo a algo que no podíamos ver, pero que, sin duda, allí se encontraba. El cortometrajista Ben Leonberg, fascinado por el tema, ha decidido debutar en el largometraje con Good Boy, dando un paso más allá para colocar a ese perro, que hasta ahora había funcionado como elemento secundario –aunque los amantes de los animales siempre sufríamos por su integridad en tan terroríficas historias–, en el papel protagonista. El realizador se embarcó en un proyecto tan arriesgado como arduo, rodando con unos medios mínimos en una casa de Nueva Jersey, durante más de 400 días. El perro protagonista es Indy, su mascota en la vida real, y no utilizó ningún tipo de doble o efecto práctico para sustituirle en toda la película, por lo que todas las reacciones suyas que podemos ver en la misma, son de lo más reales, logradas gracias a estímulos externos provocados por sus dueños. El resultado no ha podido ser más satisfactorio y la de Indy ha sido unánimemente aclamada como la mayor "actuación" canina de todos los tiempos, hasta tal punto de conseguir una nominación en los Astra Film Awards, en la categoría de mejor interpretación en película de terror o thriller del año, compitiendo contra pesos pesados como Sally Hawkins, por Devuélvemela (Michael y Danny Philippou, 2025), o Ethan Hawke, por Black Phone 2 (Scott Derrickson, 2025).

    Good Boy ha sido, sin duda, uno de los fenómenos virales del curso. Todos hablaban, antes de su estreno, de una pequeña cinta independiente que narraría una historia de fantasmas desde el punto de vista de un perro. El primer tráiler, las primeras (y muy positivas) reseñas tras su estreno en el festival SXSW, donde Indy ya se llevó un premio especial "Howl of Fame"... todo ello contribuyó a crear un hype alrededor de la ópera prima de Leonberg que hizo que muchos fanáticos del terror esperasen su estreno como un gran acontecimiento, en un año que, no olvidemos, magníficos títulos como Los pecadores (Ryan Coogler, 2025) o Weapons (Zach Cregger, 2025) triunfaron entre la crítica. Desde luego, el filme merece todos los reconocimientos, desde el momento en que sale plenamente victorioso del reto de conseguir que Indy cargue con todo el peso dramático de la historia sobre su lomo, haciendo creíble cada una de las aterradoras situaciones por las que atraviesa a lo largo de su escueta hora y cuarto de metraje. Tanto que el espectador no puede hacer otra cosa más que sufrir por el pobre animal. Como historia, hay que decir que Good Boy no inventa nada nuevo. Estamos ante la enésima película en la que los protagonistas llegan a un lugar en el que sucedieron hechos terribles en el pasado y se ven acosados por entidades malignas, pero es la perspectiva del animal lo que trae aire fresco y originalidad a algo que, en principio, no la tenía. Algo parecido a lo que consiguió Steven Soderbergh con Presence (2024), que presentaba su historia desde la óptica del fantasma que compartía casa con la familia protagonista, aunque, a diferencia de aquella, la obra de Leonberg apuesta más por el puro terror, ofreciendo no pocas escenas que ponen el vello de punta y algún que otro susto de los que hacen que saltes en la butaca. El director novel hace gala de una maestría inusitada a la hora de saber dónde colocar la cámara en cada momento para generar la máxima inquietud. Además, es todo un hombre orquesta, ya que él mismo se encargó del montaje y de la excelente fotografía de la cinta, capaz de jugar con la oscuridad, de manera que cualquier sombra pueda parecer algo amenazante a los inocentes ojos del heroico peludito.

    Pero no se queda Good Boy en el mero artificio de terror. Aparte de ser una ejemplar y muy bien realizada muestra del género, su creador ha sabido inundar la historia de amor y humanidad. Resulta paradójico que hablemos de humanidad cuando el protagonista es un animal, pero es que pocas relaciones pueden desprender más lealtad desinteresada que la que existe entre un humano y su perro. Y esto es algo que destaca en la película, el cómo Indy es capaz de vencer sus propios miedos y poner en peligro su vida para proteger a su amo de las fuerzas malignas que tratan de arrebatárselo. Además, la historia se torna más compleja desde el momento en que Todd, el dueño de Indy, se encuentra gravemente enfermo y atraviesa por un momento emocional complicado que le hace, incluso, rechazar al perro en alguna ocasión. Así las cosas, tenemos a Indy instalándose junto a Todd en una casa rural perteneciente a su familia. Un lugar que el animal no conoce y que, rápidamente, le crea malas sensaciones (y algunas pesadillas, fantásticamente rodadas, además), al mismo tiempo que ve cómo la vida de Todd se va apagando poco a poco y "algo" proveniente de la oscuridad quiere llevárselo –hay algo de poético en las metáforas que ofrece la película sobre la cercanía de la muerte y esas sombras que se ciernen sobre la pareja protagonista–. Básicamente, ese es el único argumento de Good Boy y, pese a que es Indy quien acapara cada una de las escenas, con largos planos suyos paseando por los distintos rincones de la casa y muchísimos otros que se recrean en las distintas reacciones del animal, cuya mirada parece transmitir un miedo y unas inseguridades de lo más veraces, el filme nunca se hace aburrido ni repetitivo, gracias al buen hacer de Leonberg en la dirección. Resulta un acierto que, en todo momento, el personaje de Todd permanezca en un segundo plano. Casi siempre vemos el cuerpo del humano, mientras que nunca apreciaremos su rostro con claridad. Toda una declaración de intenciones, ya que Indy es la auténtica estrella de la función y nada debe interponerse entre él y un público absolutamente entregado a tan encantador protagonista. A fin de cuentas, es Indy quien consigue que su cinta resulte una experiencia tan inmersiva, incómoda (sobre todo para los amantes de los animales) y, finalmente, emocionante, que augura una prometedora carrera a su director. ♦


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