|| Críticas | ★★☆☆☆
Emergency Exit
Lluis Miñarro
Sin salida, ni para el cuerpo ni para la mente
Ignacio Navarro Mejía
Madrid |
ficha técnica:
España, 2025. Dirección: Lluís Miñarro. Guion: Lluís Miñarro y Àngels Oliva. Producción: 3Cat / Eddie Saeta S.A. / El Viaje Films / ICEC. Fotografía: Jimmy Gimferrer. Música: Anahit Simonian. Montaje: Diana Toucedo. Diseño de producción: Lu Mascaró y Sebastian Vogler. Reparto: Marisa Paredes, Oriol Pla, Emma Suárez, Francesc Orella, Naomi Kawase, Aida Folch, Albert Pla, Myriam Mézières, Arielle Dombasle, Gonzalo Cunill, Jhonattan Burjack, Lu Colomina, Miquel Barberà, Laia Brugarolas. Duración: 96 minutos.
España, 2025. Dirección: Lluís Miñarro. Guion: Lluís Miñarro y Àngels Oliva. Producción: 3Cat / Eddie Saeta S.A. / El Viaje Films / ICEC. Fotografía: Jimmy Gimferrer. Música: Anahit Simonian. Montaje: Diana Toucedo. Diseño de producción: Lu Mascaró y Sebastian Vogler. Reparto: Marisa Paredes, Oriol Pla, Emma Suárez, Francesc Orella, Naomi Kawase, Aida Folch, Albert Pla, Myriam Mézières, Arielle Dombasle, Gonzalo Cunill, Jhonattan Burjack, Lu Colomina, Miquel Barberà, Laia Brugarolas. Duración: 96 minutos.
Lluís Miñarro, productor de largo recorrido y ocasional cineasta, en todo caso un veterano de la industria, estrena ahora Emergency Exit (título irónico), con esa idea de reformulación de la road movie. En efecto, esta se mantiene en lo esencial, pues estamos ante una historia en que casi todo el metraje sigue el viaje de unos personajes en el interior de un vehículo, en este caso un autobús anacrónico, mientras el exterior va cambiando, visible y transparentado, con alguna excepción, mediante los cristales de dicho medio de transporte. Sin embargo, desde el comienzo comprobamos que la propuesta está lejos de lo convencional, por romper con las convenciones del subgénero, porque el viaje emprendido no tiene un destino predeterminado (más allá de alguna vaga referencia). Es, como se suele decir, un viaje a ninguna parte. En cuanto a la conjunción interior/exterior, se rompe igualmente porque el exterior, en gran medida y como ocurría en el cine clásico de estudio, está proyectado y superpuesto en los marcos de las ventanas, simulando el movimiento con imágenes pregrabadas. Pero aquí se va más allá, porque la fotografía incide en la ilusión del paisaje, tanto por el color como por su textura, no pretende engañar al espectador sobre el movimiento real de los pasajeros, sino que refuerza la sensación de que, en realidad, el vehículo no se está moviendo y sus ocupantes están inmóviles. El interior, de hecho, también es ilusorio, con cambios llamativos de color e iluminación e incluso de disposición de los elementos, al margen de breves interludios, fuera del autobús, en otros escenarios, que funcionan a modo de flashbacks o evocaciones de algunos personajes, de variado efecto y grado de surrealismo (alguno, en todo caso, memorable, como el hombre lagarto).
Ahora bien, la principal transgresión de Emergency Exit, excursos estilísticos aparte, tiene que ver con los personajes. La road movie es, al final, una excusa para situar a los personajes en un contexto o ante unas acciones imprevisibles en que salgan a relucir sus motivaciones reales, en que evolucionen y progresen o confiesen sus sentimientos más ocultos, en el fragor de un compañerismo que se acentúa con otros personajes ya conocidos o descubiertos por el camino. En pocas palabras, lo más importante no es el paisaje, sino las personas, y el primero no es más que una herramienta para huir de la teatralidad, pues este subgénero, por cierto, también tiene una tendencia teatral, al derivar en conversaciones entre pocos personajes con una ubicación y en un medio, aislados del exterior, que son fijos (personajes en sus asientos, grosso modo). En este caso, por el contrario, Miñarro renuncia al habitual tratamiento de personajes (desperdiciando un elenco repleto de nombres conocidos) en favor de su representación alegórica, pues cada uno representa un papel sin nombre ni apellido y se expresa mediante frases impostadas, ajenas a la naturalidad y la espontaneidad, en que difícilmente se percibe algún sentimiento que no sea puramente superficial (con alguna excepción, como la riña entre la actriz y el mánager). El experimento, en este punto, fracasa, porque el choque con la road movie al uso no va tan lejos como para presentarnos algo verdaderamente ajeno o experimental, pues aquella sigue siendo reconocible, y, sin embargo, pierde su razón de ser y con ello su principal interés dramático. El destino es inexistente, el exterior es irreal y el interior es inerte, carente de movimiento tanto en su composición, pues incluso la puesta en escena se vuelve redundante, como en su narración, pues no hay sensación de avance, pero tampoco de círculo vicioso, de condena de unos personajes ya perdidos o muertos. Con ello, el interés que podría ser dramático queda en anecdótico y, sin perjuicio de sus méritos estéticos, la película queda cercenada en su artificio autoimpuesto, que no realza, sino que trunca su pretensión existencialista o testamentaria. ♦













