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El sendero azul
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  • Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Banzo

    || Críticas | ★★★★☆
    Banzo
    Margarida Cardoso
    Fantasmas de Portugal


    Miguel Martín Maestro
    Valladolid |

    ficha técnica:
    Portugal, Francia, Países Bajos, 2024. Título original: «Banzo». Dirección y guion: Margarida Cardoso. Compañías: Uma Pedra no Sapato, Les Films de l’Après-midi, Damned Films, Baldr Film. Festival de presentación: IndieLisboa International Independent Film Festival (Competición Oficial). Distribución en España: Filmin. Fotografía: Leandro Ferrão. Montaje: Pedro Filipe Marques. Música: Rutger Zuydervelt. Reparto: Carloto Cotta, Hoji Fortuna, Rúben Simões, Gonçalo Waddington, João Pedro Bénard, Sara Carinhas, Maria do Céu Ribeiro, Matamba Joaquim, Romeu Runa, Cirila Bossuet, Beatriz Batarda, Albano Jerónimo. Duración: 127 minutos.

    Si filmografías de países con pasado colonial y esclavista dan la espalda al pasado no teniendo interés en ese aspecto de su historia (el caso de España puede ser paradigmático), este no es el ejemplo que ha seguido la cinematografía portuguesa, que ya sea en el lugar colonizado o en la metrópoli, ya sea en el pasado o en el presente, o en escenarios distópicos (Pedro Costa sería el paradigma de la distopía presente), mira en muchas ocasiones de frente a las consecuencias del fenómeno y a las heridas que se mantienen presentes en la actualidad. Las guerras de Angola o Mozambique, el presente de la excolonias tras la retirada portuguesa, las migraciones de, fundamentalmente, caboverdianos a los barrios de Cova da Moura y Fontainhas de Lisboa, la relación del colono con el habitante originario; todos son temas tratados con especial delicadeza no exenta de crítica por los cineastas portugueses; de Costa a Gomes, de Cardoso a Ivo Ferreira, de Botelho a De Sousa, registrando todos los aspectos imaginables del fenómeno; en el caso de Cardoso por partida doble porque ya en La costa de los susurros se acercó al colonialismo de la isla de Mozambique. Muchos motivos hacen envidiable al cine portugués, seguro que no la excelencia de sus presupuestos ni el apoyo institucional, pero uno de ellos es esta mirada permanente a su pasado reciente, sin engrandecer algo que no puede ser motivo de satisfacción, porque nada justifica el colonialismo y menos si la herencia dejada coloca a los países descolonizados en la cola de desarrollo mundial.

    En la película de Cardoso el hilo conductor es una extraña enfermedad que afecta a una colonia agrícola en la Isla de Santo Tomé a la que llega un médico con cojera (Carloto Cotta), contratado como última posibilidad de no perder a decenas de trabajadores de la plantación que están muriendo por inanición voluntaria. Entramos así en el relato de fantasmas, cuerpos que viven pero han abandonado toda actitud vital, que se consumen en sus camas alimentados a la fuerza como si fueran ocas cuyo hígado hay que engordar, seres que actúan sin racionalidad pero a los que comprende el médico. Aparentes trabajadores voluntarios han sido desplazados fuera de su país a trabajar a una isla donde son tratados como esclavos no reconocidos porque Portugal ya abolió la esclavitud. Hay multitud de hilos que conectan Banzo (el nombre que recibe la extraña enfermedad) con Blanco es blanco de Théo Court: el blanco es el causante del mal, el nativo es esclavizado y privado de su voluntad, que en el caso de Cardoso se transforma en una rebelión pacífica e inactiva dirigida hacia un suicidio. En el bosque permanecen los fugitivos asimilados con los nativos que mantienen sus costumbres y que no dejan de presentarse como una realidad amenazante no concretada para los colonos y los capataces, el interior de la hacienda con los encargados portugueses respira el mismo tono enfermizo que el de Court, con menos truculencia, con menos abuso visualizado pero sí intuido, porque el fuera de campo se maneja con habilidad por Cardoso apoyado, como pasara con la película de Court, en un magnífico tratamiento visual desde la fotografía; claroscuros y sombras interiores, luces mitigadas y mucha noche, oscura como el alma de muchas de las personas dispuestas a que el sistema se mantenga.

    La conocida "saudade" portuguesa se transforma en el "banzo" de los africanos esclavizados; también, como en Blanco es blanco hay un fotógrafo, una persona que, comprendiendo las razones de los enfermos por ser originario del continente, los retrata al gusto del colono pero con la inteligencia suficiente para documentar el horror insertado en la realidad. Los esfuerzos del médico para que intervenga la metrópoli y ponga fin a las prácticas esclavistas encubiertas aparentemente no son boicoteados por los colonos, que animan a denunciar la situación si no es legal, pero sabiendo que los escritos y reclamaciones, estudios, estadísticas, defunciones, se perderán en el maremágnum de la burocracia, ocultos en legajos y sin llegar a destino, engordando los archivos de la administración colonial en una iniciativa tan loable como estéril. La muerte va avanzando y despoblando la hacienda, el reflejo del fantasma parece apoderarse de las habitaciones vaciadas, de blancos que regresan a Lisboa y negros que son enterrados de cualquier manera, la cámara se llena de un vacío atravesado de espíritus invisibles. La mirada, entre perdida y humanitaria del médico, comprende la inutilidad de su esfuerzo, a la deficiencia física se irá uniendo un desajuste psíquico provocado por la imposibilidad de conseguir nada, el banzo de los africanos se convertirá en la saudade del médico, pero no en una añoranza del país de origen sino en una añoranza de algo que se parezca a humanidad y solidaridad. Si no va a cambiar la realidad sólo puede, como forma de socavar ese tipo de estructuras, recomendar lo contrario de lo que espera la propiedad, desde la devolución de los esclavizados engañados hasta ayudarles a morir en vez de prolongar la agonía. Siendo un personaje el del médico, que podría situarse en el lugar del opresor, su figura, y su mirada, desde la objetividad, comprende desde el primer momento la injusticia irreparable de la situación, alejándose de una colaboración expresa y acercándose a una inactividad poco cómplice. ♦


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