|| Críticas | Streaming | ★★★★☆
Rutger Hauer,
como lágrimas en la lluvia
como lágrimas en la lluvia
Sanna Fabery de Jonge
Imágenes errantes
Lorenzo Ayuso
ficha técnica:
Países Bajos, 2024. Título original: Like Tears in Rain. Director: Sanna Fabery de Jonge. Guion: Sanna Fabery de Jonge. Productores: Lea Fels, Isidoor Roebers. Productora: Scenery. Música: Matthijs Kieboom. Dirección de fotografía: Rolf Dekens. Montaje: Peter Alderliesten, J.P. Luijsterburg. Reparto: Rutger Hauer, Ineke Ten Kate, Hans Faberij de Jonge, Ineke Hoogenboezem, Jason Eisener, Whoopi Goldberg, Miranda Richardson, Robert Rodriguez, Mickey Rourke, Paul Verhoeven.
Países Bajos, 2024. Título original: Like Tears in Rain. Director: Sanna Fabery de Jonge. Guion: Sanna Fabery de Jonge. Productores: Lea Fels, Isidoor Roebers. Productora: Scenery. Música: Matthijs Kieboom. Dirección de fotografía: Rolf Dekens. Montaje: Peter Alderliesten, J.P. Luijsterburg. Reparto: Rutger Hauer, Ineke Ten Kate, Hans Faberij de Jonge, Ineke Hoogenboezem, Jason Eisener, Whoopi Goldberg, Miranda Richardson, Robert Rodriguez, Mickey Rourke, Paul Verhoeven.
Aunque al igual que en las dos producciones para Netflix proliferan los bustos parlantes, lo que diferencia a Como lágrimas en la lluvia es, precisamente, el carácter errante de su narración. No extraña, por lo tanto, que el documental se abra con una anécdota en apariencia desubicada: la de la compra, por parte de un joven Rutger y su mujer Ineke, de una autocaravana a otro matrimonio de su quinta. Ese encuentro constituye una pica fundamental, pues la transacción sella una amistad de por vida que sustenta el filme en sí mismo. Hans e Ineke, esa otra pareja, son los padres de la entrevistadora y directora, Sanna Fabery de Jonge, quien se encarga de manejar su colección de materiales gráficos. Hauer, que falleció en 2019, se había asegurado durante su vida de guardar registro audiovisual de cualquier experiencia, percibiendo ya desde los inicios de su carrera el férreo vínculo que poseía con las cámaras. Todo el material disponible (Fabery de Jonge apunta a la pérdida del grueso de esas grabaciones de su padrino en una inundación el mismo año de su muerte) se dispone para componer un retrato personal, casi etéreo del artista, imbuyéndose así de su filosofía. Es decir, deambulando, tomando rodeos o atajos, regresando sobre aquello que debiera enfatizarse: el amor por su segunda esposa, la mencionada Ineke, a la que estuvo unido durante 50 años; el duelo por la pérdida de su cuñado y mejor amigo Marius. Todo ello lo delatan las imágenes. Estas son las que aportan el valor y la enjundia. La mirada, en suma.
En la imagen se halla la aventura, el estímulo. El actor neerlandés más importante de todos los tiempos, citando a su amigo Paul Verhoeven, perseguía eso en su trabajo. De ahí, la sensación de imprevisibilidad que puede sentirse al contemplarlo en primer plano, al fijarse en sus ojos de color azul eléctrico. Las inflexiones de su voz, las pausas juguetonas en su discurso, invitan a pensar en decisiones arrebatadas, al momento, sobre el camino lógico que hubiera de recorrer. En esas intersecciones creativas es donde se encontraba cómodo, donde podía guiarse por el impulso. Esa ausencia de cálculo sin duda inspiró su comparecencia en Hobo With a Shotgun (ídem, 2011), desbocada midnight movie canadiense con la que un enérgico Jason Eisener quiso ganar a Tarantino y Rodríguez jugando con sus mismas reglas expuestas en Grindhouse (ídem, 2007). La presencia de este director destaca frente a la ausencia de otros realizadores de mayor renombre —descontando a Verhoeven, solo interviene Robert Rodríguez, con quien hizo buenas migas rodando Sin City - Ciudad del pecado (Frank Miller's Sin City, Robert Rodríguez, Frank Miller, 2005); Christopher Nolan quiso personarse pero la promoción de Oppenheimer (ídem, 2023) lo impidió—, pero deriva precisamente del material, de la visión de Hauer. Parte del archivo de vídeo conservado pertenece al rodaje de la citada Hobo With a Shotgun, siendo las imágenes quienes determinan a Fabery de Jonge quién debe estar o con qué trabajar, cómo ensamblar el relato.
Como lágrimas en la lluvia se configura como un álbum de retazos, sin espacio para profundizar en su trayectoria en Hollywood. Whoopi Goldberg aporta el testimonio más laudatorio, recordando la amistad que trabaron en los primeros años ochenta, mientras Mickey Rourke se descompone en lágrimas al confesar la admiración platónica que profesaba al difunto. Aun abordándose las desavenencias surgidas con Verhoeven en el set de Los señores del acero (Flesh+Blood, 1985), de cuyo rodaje se recuperan videodiarios que revelaban el ánimo derrotado del protagonista, no hay intención por aportar información novedosa sobre la carrera del intenso holandés. Tampoco por aderezar el recuento con anécdotas que puedan intrigar al cinéfilo. La recepción de su Globo de Oro en 1988, otorgado por su labor en la miniserie La escapada de Sobibor (Escape from Sobibor, Jack Gold, 1988), uno de sus reconocimientos más lustrosos, tan solo rellena unos segundos en la apertura del documental. De modo análogo, tampoco se aprecia interés por abarcar otras vivencias o establecer una biografía completa: se elude toda mención a su primera esposa, Heidi Merz, así como a su única hija nacida de aquel matrimonio, Aysha, con quien reconoció no haber tenido trato; apenas se cubre la agridulce infancia del intérprete, ni se detalla el proceso del cáncer de páncreas que terminó con su vida. El marco de estudio lo delimita la directora al iniciar la historia en el momento en que entran en contacto, cuando era una niña, y cubre tanto como él pudo manejar. La realización se convierte en un acto de simbiosis, de superposición.
Dice mucho de este esfuerzo por evitar caminos predecibles que, aun tomando prestada la cita de su monólogo final de Blade Runner (ídem, Ridley Scott, 1981), la atención que se presta al filme se postergue hasta el cierre. Será después de haber dedicado minutos a otras obras que habrían causado un impacto mayor en el homenajeado: véase La leyenda del santo bebedor (La leggenda del santo bevitore, Ermanno Olmi, 1988), la película de la que Hauer declaró sentirse más orgulloso de su filmografía. De Blade Runner se desatiende el proceso productivo, se relativiza el desenvolvimiento con Ridley Scott. No ocurre lo mismo con el soliloquio de Roy Batty. En un testimonio rescatado, Hauer aparece para aclarar que no lo redactó o reescribió al vuelo, como tiende a fabularse, sino que lo simplificó, desbrozando la jerga tecnológica, para priorizar la emoción. Con ese pretexto, volvemos a escucharlo, extrayéndolo del artefacto original, dándole un nuevo contexto. En un hermoso ejercicio de bricolaje, Como lágrimas en la lluvia busca el sentido de esas palabras del replicante albino, conectando sus visiones únicas, esas cosas que no creeríamos, a las grabaciones íntimas de quien lo creó. Haciendo valer los silencios que tanto enfatizó en aquella toma, deja que las imágenes reconfiguren el discurso. Que la cotidianidad se alce sobre la más asombrosa fantasía. Así se dota de un sentido último a la obsesión de Hauer por vivir a través de las imágenes, como si esperase encontrar en ellas algo bello e insólito que mereciera conservarse. Algo tan bello e insólito como el fragmento en el que el actor descubre una madriguera en su establo y enseña a cámara unas crías de conejo recién paridas. “¿No es precioso?”, se pregunta con voz suave, acunando a las criaturas antes de devolverlas a la tierra. En esa ausencia de control hay calor, vida. Lo demás es palabrería. ♦













