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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Aquel verano en París

    || Críticas | ★★★★☆
    Aquel verano en París
    Valentine Cadic
    El arte de apreciar la soledad


    José Martín León
    Telde (Las Palmas) |

    ficha técnica:
    Francia, 2025. Título original: Le rendez-vous de l'été. Dirección: Valentine Cadic. Guion: Valentine Cadic, Mariette Désert. Producción: Arnaud Bruttin, Antoine Jouve, Masa Sawada. Productoras: Comme des Cinemas, Cinq de Trèfle Productions, CNC, Ciclic-Region Centre-Val de Loire, Atelier Post-Production. Fotografía: Naomi Amarger. Música: Saint DX. Montaje: Vincent Amor. Reparto: Blandine Madec, India Hair, Arcadi Radeff, Matthias Jacquin, Lou Deleuze, Pierre Cévaër.

    He aquí una pequeñita película de la que, con toda seguridad, el mismísimo Éric Rohmer se sentiría orgulloso. Es imposible no acordarse del luminoso cine del director de los Cuentos de las cuatro estaciones mientras se acompaña a la protagonista de Aquel verano en París en sus vivencias por una capital francesa más bulliciosa que nunca, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 2024. Hablo de acompañar porque lo que propone la realizadora Valentine Cadic, más que una historia con comienzo, nudo y desenlace, es un retazo de vida de la treintañera Blandine, filmado con absoluta naturalidad, sin grandes acontecimientos que parezcan zarandearla de forma demasiado violenta, pero con una delicadeza y un gusto exquisito por la observación que hace que, una vez terminada la cinta (muy breve, de unos escasos 77 minutos), el espectador quede embriagado por una agradable sensación de haber asistido a algo más profundo de lo que su escueto relato pudiera parecer ofrecer, a primera vista, quedándose con ganas de conocer más a fondo a su peculiar heroína y conocer hacia dónde le llevarán sus pasos, una vez regrese a la tranquilidad de sus playas de Normandía. El germen de esta espléndida ópera prima habría que buscarlo en Vacaciones de verano (2023), un cortometraje rodado por la propia directora con la misma actriz del filme que nos ocupa, Blandine Madec, que, al igual que aquí, también interpreta a un personaje llamado Blandine. Cadic se ha ocupado de dejar claro que, al margen de la coincidencia de nombres, se trata de mujeres completamente distintas que, eso sí, se caracterizan por disfrutar de una buscada soledad en sus diferentes escapadas estivales. Aquel verano en París comienza con la llegada de una chica de provincias a un París que se encuentra patas arriba, encantado de ser el centro del interés mediático de todo el planeta por su importante cita deportiva.

    Blandine viene cargada de planes e ilusiones, pero, rápidamente, empieza a ver cómo nada sale como había imaginado. Su sueño de conocer a la nadadora olímpica Béryl Gastaldello, a la que admira hasta unos niveles de idolatría de lo más intensos, por su valentía al hablar abiertamente de salud mental en el deporte y sobre cómo venció su miedo al agua para seguir compitiendo, se va al traste desde el momento en que no se le permite la entrada al recinto, pese a disponer de su correspondiente entrada, por circunstancias normativas un tanto ridículas. Por otra parte, el viaje de Blandine también significaba una oportunidad para reencontrarse con Julie, una medio hermana a la que no había visto en diez años, tratar de estrechar lazos con ella y, de paso, conocer a su pequeña sobrina Alma. Esto es algo que la muchacha cumple, a medias, ya que el ansiado reencuentro entre ambas mujeres, tal vez, no se produzca en el momento vital más adecuado para que surja una buena conexión. El guion, tan sutil que parece como si no existiera y solo se limitara la película a seguir a sus personajes con una cámara invisible, contrapone a dos hermanas de personalidades diametralmente opuestas –Blandine es una profesora de piano que, después de acabar una relación con otra mujer, ha escogido la soledad como forma de vida, huyendo de cualquier atadura (la posibilidad de tener hijos, sobre todo) o circunstancia que interfiera en su independencia, mientras que Julie se debate entre los tóxicos sentimientos que aún profesa hacia su ex-pareja y padre de su hija, o la oportunidad comenzar una nueva relación, aun cuando esta esté destinada al fracaso– en un reencuentro no exento de cariño y momentos íntimos y dulces (esa noche en la que las dos hermanas y la pequeña Alma duermen en el balcón para combatir el sofocante calor). La película no es otra cosa que un paseo agridulce junto a la protagonista, a través de las ruidosas calles parisinas, convirtiéndola en testigo, entre la admiración y la desilusión, de diferentes acontecimientos que ocurren a su alrededor, como esas violentas manifestaciones de ciudadanos que, inconformes con la millonada que la ciudad ha destinado a los Juegos Olímpicos, se enfrentan a la policía por los continuos desahucios a los que no se da la suficiente cobertura mediática.

    Resulta un placer dejarse llevar por el suave relato que proponen las guionistas Valentine Cadic y Mariette Désert, convirtiendo al público en un observador más de todo lo que le pasa a su protagonista y de sus encuentros con diferentes personajes con los que se va cruzando en esos pocos días que estará en París. Es este amor por lo cotidiano, los personajes sencillos y los pequeños placeres de la vida lo que hace que la cinta sea tan especial, así como ese retrato lleno de claroscuros de la ciudad del amor, en donde las apacibles veladas en conciertos nocturnos o las tranquilas tardes en parques públicos conviven con la anteriormente citada crispación social, con la persecución policial hacia esos manifestantes y activistas ciudadanos, descontentos con las injusticias que se cometen cada día. Si el acercamiento entre las dos hermanas está tratado con calidez, pero sin caer en sentimentalismos de ningún tipo, la relación de amistad que entabla con un joven (encantador Arcadi Radeff) que trabaja en el interior de las instalaciones donde se organizan las competiciones de natación, posiblemente, la persona que más amable ha sido con la muchacha en mucho tiempo, es la que nos regala los momentos más mágicos e íntimos de la película. Blandine Madec está fantástica en una actuación tan natural que, por momentos, parece que estemos viendo un documental, llenando de pequeños matices a un personaje que fácilmente podría haber resultado antipático o antisocial, pero que, gracias al buen hacer de la actriz, termina ganándose el cariño de una audiencia que comprende perfectamente su carácter reservado. Algo torpe (lo que la hace involuntariamente cómica en muchos momentos), sobre todo en sus intentos de acercarse a la gente que quiere, pero también sincera y rebosante de buenas intenciones, la Blandine de Aquel verano en París se revela como una de las criaturas más adorablemente imperfectas que tendremos la oportunidad de conocer desde una butaca de cine este 2025. Solo ella ya sería motivo suficiente para que valiera la pena acercarse a descubrir esta minúscula obra de Valentine Cadic, que abraza una inusual grandeza en el difícil arte de plasmar un trozo de vida en celuloide, haciendo que nos interesemos, riamos o nos emocionemos con las mundanas vivencias de unos personajes con los que cualquiera podría identificarse. Su plano final no puede ser más bello y revelador. ♦


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