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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | La mercancía más preciosa

    || Críticas | ★★★☆☆
    La mercancía más preciosa
    Michel Hazanavicius
    Humo negro sobre manto blanco


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    Francia y Bélgica, 2024. Título original: La plus précieuse des marchandises. Presentación: Festival de Cannes 2024. Dirección: Michel Hazanavicius. Guion: Michel Hazanavicius y Jean-Claude Grumberg (inspirado en el libro de Jean-Claude Grumberg). Producción: Ex Nihilo / Les Compagnons du Cinéma / StudioCanal / France 3 Cinéma / Les Films du Fleuve / RTBF / VOO / BE TV. Montaje: Michel Hazanavicius y Laurent Pelé-Piovani. Música: Alexandre Desplat. Dirección artística: Julien Grande. Reparto (voces): Dominique Blanc, Grégory Gadebois, Denis Podalydès, Serge Hazanavicius, Antonin Maurel, Jean-Louis Trintignant. Duración: 81 minutos.

    La imagen de una locomotora que de noche atraviesa un paisaje nevado tiene a priori un componente lírico, que nos lleva a imaginar un viaje misterioso, un tránsito exótico o cualquier otra acción en el contexto de algún cuento o aventura. Quien ve pasar el tren desde la distancia de los raíles puede elucubrar sobre sus pasajeros o su destino, y fugazmente ese observador, casi seguro, desearía estar dentro de uno de los vagones y compartir el cuento o la aventura de quienes los ocupan. Puede ser un deseo irrealizable y efímero, que suele sentir toda persona desde su inercia, desde la cotidianeidad de quien está con los pies en la tierra, más concretamente en su localidad habitual, y envidia a quienes se desplazan con tal amplitud, que ve pasar delante de sus ojos, pero como si pertenecieran a otra realidad, que solo se comparte en esos segundos en que el observador y el viajero pueden cruzar su mirada, para de inmediato disociarse en cuanto el observador se queda solo mirando alejarse el tren, y en este va el viajero que sigue su trayectoria hacia lo desconocido. Sin embargo, esta impresión universal, así descrita, se transmuta cuando la persona que ve pasar el tren sí tiene información sobre quienes van dentro y adónde se dirigen, y estos no son viajeros por voluntad propia, sino prisioneros cuyo destino al término del viaje probablemente sea el último de su vida. Hablamos de los trenes de mercancías que transportaban personas de carne y hueso, como fardos o herramientas, condenadas por el simple hecho de ser judías, durante la Segunda Guerra Mundial hacia los campos de concentración y exterminio.

    Esta es la premisa de la última película del ganador del Oscar Michel Hazanavicius, que adapta el cuento homónimo de Jean-Claude Grumberg (también responsable de la coescritura del guion) para contarnos la historia de una leñadora que, cuando por el paisaje nevado ve pasar el tren lleno de judíos arrestados, confía en la suerte de los dioses para que de ese tren escape la mercancía más preciosa. Como previamente nos ha informado el narrador omnisciente (voz en off a cargo del veterano ya tristemente fallecido Jean-Louis Trintignant), ella y su esposo también leñador quedaron sin descendencia tras la muerte prematura de un retoño anterior, habiendo abandonado la esperanza de ser ya progenitores, más allá de milagros ajenos a la biología. Pues bien, tal milagro acontece cuando el padre de una familia judía condenada a la tragedia, con dos bebés, lanza uno de ellos por la ventana del tren en marcha, y el llanto de la criatura atrae a la leñadora que está en la posición de observadora, hasta que a duras penas lo encuentra en la nieve cegadora. Al principio el leñador, convencido antisemita, no acepta hacerse cargo del bebé pronto huérfano, hasta que acaba rendido a sus encantos, giro del sentimiento demasiado radical, por el trazo demasiado caricaturesco con que es dibujado ese personaje antes de entrar en razón. El prólogo, por llamarlo de alguna manera, previo al hecho milagroso, peca también de exceso de exposición, precisamente con esa voz en off que, veteranía del orador aparte, resulta algo torpe y choca con el desarrollo posterior de una trama sencilla, basada en el poder expresivo de la imagen y el mínimo de diálogo. Estamos, en efecto, ante una película de animación cuya creatividad, dada su fuente literaria, reside ante todo en el contrastado trabajo pictórico y en el montaje.

    Con esto la película se va creciendo a medida que avanza, al margen de unos momentos un poco burdos (los ya mencionados del leñador o de sus compañeros de faena), gracias a algunas escenas llamativas, desde las más puras de emoción, en lo que tiene que ver con la suerte del bebé, hasta las más siniestras o chocantes, cuando se acrecienta la oscuridad de la imagen (en algún momento incluso reminiscente de Caravaggio) en el paisaje tan bello como inhóspito en que habitan estos personajes. Otro elemento clave es el montaje, de peculiar fluidez y con algunos prolongados flashbacks que nos muestran el reverso de la mirada original, la de esos judíos que son transportados al campo de concentración, llegando casi a un montaje en paralelo, por momentos, entre dos realidades distintas, separadas por pocos kilómetros, aunque tienen en común la adversidad y crueldad a la que se enfrenta el ser humano. En el propio campo, ya en la última parte del metraje, se nos muestra directamente el horror (hasta entonces en elipsis o solo sutilmente referenciado), en una prolongada y dantesca secuencia, que permite proseguir con un desenlace melancólico, si bien con una última nota algo didáctica, a modo de epílogo algo incoherente con la presentación original de los personajes. La mercancía más preciosa definitivamente no es una película de animación al uso (quizá de ahí su inclusión el año pasado en la sección competitiva del festival de Cannes), más por el tema que aborda que por su estilo, algo constreñido narrativa y estéticamente por la fidelidad hacia la que fuente que adapta. Pero el solo tema, aunque también haya sido abordado ya infinidad de veces en el cine, justifica el visionado, ofreciendo una perspectiva más esperanzada en este caso, propia de un cuento ilustrado, sobre uno de los episodios más horrendos y vergonzosos de la historia de la humanidad. ♦


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