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    Especial Róterdam 2015 (I) | IFFRLive

    Rotterdam 2015

    La expansión de Róterdam

    Especial IFFR 2015 | Primer capítulo

    El IFFR da su últimos coletazos en estos momentos y, desde EAM, comenzamos un serial de artículos dedicados al certamen neerlandés. El primero, firmado por Carlota Moseguí, nos acerca a una de las actividades más interesantes que se han desarrollado durante el festival. Hablamos del IFFRLive 2015, programa paralelo que extiende las fronteras de Róterdam por todo el espacio cibernético. Una sección compuesta por cinco películas que han podido verse de forma simultánea en todo el mundo tanto en plataformas de video on demand como en algunas salas exclusivas. En el caso de España ha sido vía Filmin y los cines Zumzeig de Barcelona. Una iniciativa muy sugerente, que acerca al público convencional a propuestas valientes e instaladas en el underground imposibles de visionar fuera del circuito de festivales. Atendiendo a las reacciones de nuestra compañera, ha sido una experiencia más que gratificante ya que el nivel de las obras presentadas ha rozado el sobresaliente. A continuación, les ofrecemos las reseñas de los cinco títulos participantes: las holandesas Atlantic. y Erbarme Dich; las belgas Melody y The Sky Above Us; y la danesa Speed Walking. Las cinco se encuentran entre los largometrajes más valorados del público holandés. Salvo el trabajo de Niels Arden Oplev, toda una celebridad en su país, el resto no tiene aún distribución internacional.

    Atlantic.

    Atlantic., Jan-Willem van Ewijk (Países Bajos, Bélgica, Alemania, Marruecos, 2014)

    Existe una tendencia en el cine magrebí contemporáneo que enfatiza el encarcelamiento psicológico de vivir frente a la costa. Para los nativos, las aguas del Mediterráneo y del Atlántico son las fronteras que separan el territorio africano del lejano y anhelado continente europeo. El tratamiento del simbolismo del agua se concentra en la relación de amor-odio que padecen sus aislados habitantes, porque el océano les incomunica pero también les brinda su única salida. Dicho tema lo ha explorado desde Senegal Mati Diop en su primer cortometraje Atlánticos (2009), Nathalie Nambot y Maki Berchache en Arde el mar (2014) mediante el testimonio del codirector como inmigrante tunecino, y ahora en Marruecos con The sea is behind (2014) de Hicham Lasri y Atlantic. (2014) de Jan-Willem van Ewijk. Sin embargo, la diferencia entre Atlantic. y los otros tres ejemplos citados es el punto de vista europeo del realizador, hecho que desestima la cargada atribución melancólica de las auténticas cinematografías magrebíes. A diferencia de éstas, el relato de Jan-Willem van Ewijk no alberga una crítica directa a la precaria situación económica que asfixia al protagonista. Más bien, el abandono de su hija y su mujer se justifica a través de la crisis existencial que le invade de repente. De este modo, Fettah (Fettah Lamarra) no huye hacia Europa para poder abastecer a su familia desde un nuevo mundo lleno de oportunidades laborales. El personaje pone en marcha un alocado éxodo a mar abierto con una tabla de windsurf como único soporte, porque sólo con la práctica de ese deporte en la inmensidad del océano experimenta una sensación de libertad y autonomía que jamás ha alcanzado en su tierra natal. Pese a la aparente frivolización del argumento, Atlantic. posee un guión repleto de reflexiones trascendentales. El largometraje estrenado en la pasada edición del Festival de Toronto se desarrolla de forma no cronológica, haciéndose camino con la constante voz en off del protagonista que en sus monólogos especula sobre la pérdida, el luto, el sacrificio, el amor y los sueños. Pero, sobre todo, se recrea en las descripciones de la abrupta naturaleza acuática y panteísta que lo rodea. Esa religiosidad que desprenden las imágenes del Océano Atlántico viene a cargo de la deslumbrante labor del director de fotografía Jasper Wolf, que con su filmación contemplativa del alta mar proclama la nimiedad del ser humano, encogiendo los corazones de los espectadores. Su trabajo es tan asombroso que ha sido comparado merecedoramente con Terrence Malick. | ★★ |



    Erbarme Dich - Matthäus Passion Stories, Ramón Gieling (Países Bajos, 2015)

    Con el enunciado: "el mejor invento que ha creado el hombre es Dios", da comienzo el último trabajo del prestigioso documentalista Ramón Gieling. Una afirmación ateísta en un documental sobre la Pasión de San Mateo compuesta por Johann Sebastian Bach advierte el tono polifacético e irónico del largometraje. El alegato de Gieling pone en evidencia el innecesario espíritu litúrgico en cuanto a la recepción de la Pasión. El mismo director contestó en el coloquio del IFFRLive a propósito de esta cuestión: "sería injusto que sólo los protestantes gozaran y entendieran la Pasión de San Mateo de Bach. Bach es ante todo música, y la música es sinónimo de humanidad". Erbarme Dich - Matthäus Passion Stories es una película coral que recoge los acercamientos íntimos a la Pasión de Bach llevados a cabo por distintas personalidades. Concretamente se centra en una de las arias más dolientes y devastadoras de la tradición musical: el Erbarme Dich. Parafraseando a Gieling: "el Erbarme Dich describe el sufrimiento humano, la experiencia universal del sufrir, no la Historia del Cristianismo". Los testimonios —ligados o no al mundo de la música o de la religión— desnudan sus almas frente a la cámara para hablar de sus experiencias biográficas más traumáticas. Situaciones comprometedoras como la pérdida de una hija, el fracaso de una relación paternofilial, el fallecimiento del padre de un compañero o abortos no cometidos. Los personajes reales narran sus desmoronamientos vitales confesando que sin la existencia de Bach no los hubiesen superado. Aunque el concepto del llanto y la piedad estén presentes en todo el filme, Erbarme Dich - Matthäus Passion Stories es un manifiesto vitalista, a favor de la musicoterapia. Por otro lado, el documental adquiere elementos de la ficción al representar el argumento de la Pasión de San Mateo con unos interpretes inauditos. La solemnidad del documental se difumina con la aparición de anónimos sin techo disfrazados que acuden a diario a un sótano desmantelado para ensayar la Pasión junto con la Pieter Jan Leusink's Bach Choir & Orchestra. Se trata de una hibridación perfecta, idéntica a la que consiguió Pier Paolo Pasolini en su cortometraje La ricotta (1962), donde aparecían imágenes ajenas a la trama protagonizados por Orson Welles y decenas de actores no profesionales que escenificaban pasajes del Evangelio según San Mateo. | ★★

    Melody

    Melody, Bernard Bellefroid (Bélgica, Francia, 2014)

    De los sin techo y futuras promesas del mundo de las artes escénicas en Erbarme Dich - Matthäus Passion Stories, pasamos a otra joven vagabunda que da nombre al nuevo largometraje de Bernard Bellefroid. A sus veintiochos años Melody (Lucie Debay) es una despreocupada Frances Ha belga que no le importa dormir en las casas de sus amigos tras haber dejado su piso y su novio en la misma noche. Melody siempre carga con lo único que necesita para sobrevivir: su Smartphone, una mochila con ropa, sus pertinentes instrumentos para ejercer de peluquera a domicilio y los flyers que anuncian su trabajo. A pesar de su dejadez personal, la protagonista tiene un objetivo en la vida que persigue sin importarle las consecuencias. Melody desea comprar un costoso local para instalar su salón de belleza, pero al no disponer del dinero suficiente decide manipular a Emily (Rachel Blake), una distinguida inglesa de clase alta a la que engaña para que la escoja entre todas las candidatas de una agencia de madres de alquiler. La rica mujer de negocios se rinde ante los encantos fingidos de la veinteañera, hasta que Melody empieza a chantajear a Emily cuando se queda embarazada y ya no quedan más mentiras por descubrir. De entrada, el largometraje se centra en la explotación del poder para ganar la guerra fría no declarada de ambas mujeres. Más adelante, plantea el desarrollo de una amistad surgida de la perfecta complementación emocional entre ellas, puesto que una desea la presencia simbólica de una madre que la proteja, y la otra quiere tener un hijo por encima de sus posibilidades. No obstante, a medio metraje Melody se trasforma en un trágico melodrama, a veces demasiado predecible, que únicamente se sostiene gracias a las dos brillantes interpretaciones femeninas. Más allá de su forzado y discutible poso dramático, el filme de Bernard Bellefroid resulta interesante por su reflexión sobre la monstruosidad del cuerpo de la mujer que recuerda a La jungla interior (2013) de Juan Barrero. Bellefroid exhibe las dos deformidades corporales que surgen en dos momentos esenciales del ciclo vital femenino: su embarazo y durante el deterioro físico que anticipa su muerte. | ★★ |

    Speed Walking

    Speed Walking, Niels Arden Oplev (Dinamarca, 2014)

    Niels Arden Oplev, quien se hizo famoso al dirigir la primera parte de la saga sueca Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009), ahora se traslada hasta la Dinamarca profunda de mediados de los años setenta con una comedia negra coming-of-age titulada Speed Walking. La prematura muerte de la madre de Martin (Villads Boye) catapulta al joven protagonista hacia un despertar sexual más precipitado que el de sus compañeros de colegio. A las revolucionadas hormonas de Martin no les importa que el adolescente pierda la virginidad con la chica más guapa del pueblo Kristine (Kraka Donslund Nielseen) o con su mejor amigo varón Kim (Frederik Winther Rasmussen). El espíritu del amor libre, que de la noche a la mañana ha poseído a los habitantes de esa aldea anónima, no entiende de géneros, y tampoco de edades. La originalidad y frescura de Speed Walking se halla en la muestra de la pérdida del valor de la ética religiosa en pos de una despreocupación hippie. El director elabora un retrato de una Dinamarca casi onírica, donde la infidelidad, la pedofilia o la homosexualidad dejan de ser tabúes, exhibiéndose en familia o incluso en público. Por otro lado, el hilarante triángulo amoroso del filme se soluciona a base de gags impredecibles, cada vez más ingeniosos o reveladores; y siempre acompañados del ritmo de grandes temas de los setenta como "My Sahorana" de The Knack o "Love Hurts" de Nazareth. | ★★ |

    The sky above us

    The sky above us, Marinus Groothof (Bélgica, Serbia, Grecia, 2015)

    Belgrado, 1999. La ciudad está bajo toque de queda, devastada por las bombas arrojadas a causa de la ofensiva aérea de la OTAN. No obstante, ninguno de los protagonistas de The sky above us parece estar sufriendo el asedio de su ciudad natal. El filme se inicia con la desnudez de Ana (Nada Sargin), un cuerpo famélico al que poco a poco va añadiendo atributos para disimular su fragilidad: ropa interior de encaje, medias sensuales, un vestido de noche elegante, joyas con falsos diamantes, unos zapatos de tacón de aguja, y, para finalizar, el exceso de maquillaje en su rostro. Cada mañana Ana sale de su domicilio exageradamente arreglada para actuar en el teatro del centro de Belgrado. Sin embargo, su representación sobre el escenario no es su única interpretación cotidiana. Ana sobrevive de la negación de la guerra gracias a lo único que le queda: explotar su sexualidad con sus gestos y su vestimenta. Asimismo, el sexo, la fiesta y el éxtasis es otro quid de supervivencia del joven Bojan (Nikola Rakocevic) para sobrellevar la Guerra de Serbia. Aunque también podría ser la rutina laboral, como en el caso de Sloba (Boris Isakovic), quien acude a diario a la estación de televisión, pese a la amenaza de atentado, para trabajar y mandar dinero a su mujer expatriada. The sky above us no se basa en la exhibición de los acontecimientos reales del bombardeo histórico de Belgrado, ni en el trauma posterior que sacudió a su población durante décadas. Se trata de una obra fría, que filma con cierta distancia a unos habitantes que deambulan, cuales fantasmas, por una ciudad que resiste la impotencia de sentirse abandonada y castigada por Europa. Por otro lado, es necesario advertir que la ópera prima del cortometrajista neerlandés Marinus Groothof no alberga un mensaje éticopolítico. A diferencia del nihilismo existencial que desprenden otros filmes sobre el rechazo a la independencia de Kosovo como en Barbarians (2014) de Ivan Ikic o la desintegración de Yugoslavia en No one's child (2014) de Vuk Rsumovic, The sky above us capta la esencia íntima y humana sobre la experiencia bélica. El pánico, la indiferencia fingida o el consecuente derrumbamiento de los personajes se plasma en una asfixiante atmósfera donde reina la intriga y el caos; ambos creados de la combinación entre una reiterativa melodía de violines y violonchelos al estilo de Mihâly Vig (el compositor habitual de Béla Tarr) y la electrónica agresiva de The prodigy en los clubes nocturnos subterráneos, esa alegoría perfecta de un refugio antibombas para la juventud de Belgrado. | ★★ |

    Carlota Moseguí
    Redacción Barcelona


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