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    Crítica | Magical Girl

    Magical Girl

    ‘Sí pudieras elegir un poder mágico ¿Cuál elegirías?’

    crítica a Magical Girl (2014), dirigida por Carlos Vermut.

    No ha sido hasta hace relativamente poco que el cine español ha experimentado un cambio de atmósfera provocado por la aparición de una serie de nuevos directores que han optado por vías poco ortodoxas para sacar adelante sus ficciones. Una corriente que ya posee etiqueta, la del denominado cine low cost, y ante la que caben opiniones de todo tipo; desde un escepticismo algo impostado en su esnobismo, a una defensa a ultranza carente de matices y autocrítica. Ninguno de los extremos es sano, pero no estamos aquí para cuestionar el método, sino para hablar de sus consecuencias. Inquietudes narrativas de identidad algo excéntricas pero indudablemente genuinas, como la del Juan Cavestany de Dispongo de barcos (2010) o propuestas alternativas de creación como la del conocido littlesecretfilm, plataforma de cineastas en alza como Pablo Maqueda, fundador de la misma, o promesas como David Sainz, que el año pasado llamó la atención con Obra 67 (2013). La aparición de Carlos Vermut se contextualiza en esta repentina inquietud, por parte de la nueva juventud de cineastas españoles, de poder salir adelante sin necesidad del apoyo de grandes productoras, buscando su hueco en las periferias de la dominancia de los grandes nombres.

    Diamond Flash (2011) ya sentó unas bases muy solidas en cuanto a estilo y discurso en la reinvención de conceptos tales como ‘superhéroe’, del que se hace un uso asociado a cierto ambiente costumbrista, de relaciones materno-filiales y maltrato físico, que luego desemboca en una extrañeza perturbadora que afecta a todos los personajes, a la vez que a ciertas localizaciones. Efecto resaltado por esa afinidad hacia el plano fijo, de composición exquisita y con gusto por los colores pastel, que ya estaba presente en la apertura de su debut, y que vuelve a marcar la paleta visual de su sucesora: Magical Girl (2014). La entrada en un submundo que Vermut define de manera casi mitológica, a través de una simbología muy sutil que hace suya la filosofía de contar más con menos, de relatar mediante elipsis muy bien situadas, dejando fuera de campo las lagunas más tenebrosas del viaje de sus protagonistas: Bárbara y Luis, en la búsqueda y el pago de un carísimo vestido de la heroína de un manga japonés. El descenso de ella, obligada a enfrentarse a sus propios demonios, (plasmados casi con una literalidad maléfica estremecedora en la figura de una puerta coronada por el dibujo de un lagarto negro) y la inconsciencia de él para darle a su hija, enferma de cáncer, su segundo mayor deseo (pues el primero es un sueño poco menos que imposible).

    Magical Girl

    Como en su ópera prima, Vermut establece caminos paralelos que acaban encontrándose en un punto determinado de la trama, recordando a las medidas casualidades con las que arrancaba Magnolia (1999), de Paul Thomas Anderson. Alguien que se encuentra en el lugar y momento adecuado, para dar el disparo de salida que elevará el desarrollo. Un guión magnífico, en el que los puntos de inflexión están situados con la precisión de un relojero, en un crescendo de tensión inigualable que va empujando a sus criaturas al límite de sus actos, para conocer el precio que deben pagar por haber conseguido aquello que más anhelan. Como cantaban Texas, Just be careful what you wish for…. Lo más fascinante es la capacidad del cineasta para subvertir los conocidos engranajes del thriller, transformándolo en una odisea de fuerte impulso metafórico, en el que los elementos comunes al género están al servicio de una historia que nunca es tan evidente como parece y en la que el espectador debe poner de su parte, para llegar a conclusiones efectivas. El estratégico uso de un objeto afín a la cultura pop, como en su momento fue el sucedáneo de Flash Gordon, aquí lo representa el disfraz de una ‘magical girl’, definiendo gran parte de la atmósfera onírica y enrarecida de ciertos pasajes, especialmente los pertenecientes a Bárbara, a la que se filma y construye como un alter ego real de una de esas niñas de comic, con su marca en la frente, y su villano personal.

    La alienación con la que Vermut da entidad a esta mujer es parte clave de la trama, como lo es su metafórico recorrido a una oscuridad que nunca vemos. Puede que al final todo no sea más que un juego, y de hecho la película toma esta idea por bandera, abriendo su presentación con una alusión directa a la magia y a la ilusión de los trucos, en directa relación con una de las reflexiones sobre las que pivotaba el filme de Christopher Nolan, El prestigio (2006), con la que guarda ciertas similitudes en esa estructura narrativa de ir descubriendo capas poco a poco. La diferencia es que aquí se apuesta por la sugerencia antes que por la exposición aclaratoria de todos los secretos, antítesis de la filosofía del director y una de sus mayores virtudes. Y esa ocultación explica el poso que deja el relato, a través de una interpretaciones que acaban flotando en el aire, con una narrativa circular perfecta donde nada sobra y donde, por primera vez en tiempo, se cierra donde se debe, sin alargamientos innecesarios. Esa sutilidad se contagia a la interrelación de personajes, en la que una pequeña conversación entre padre e hija puede despertar la complicidad del público mediante cuatro detalles cómicos, no exentos de cierta tristeza. Es esa habilidad para evitar la brocha gorda en momentos tan delicados y sencillos lo que eleva a Vermut por encima de la media, sabiendo cómo dar entidad a una niña pequeña, para darle la mejor escena de toda película y que ésta se convierta en un momento de credulidad absoluta que pone los pelos de punta. Lo mismo que algunos maravillosos guiños como que uno de las brebajes alcohólicos de Bárbara tenga por nombre Sailor Moon.

    Magical Girl

    La intensidad que alcanza Magical Girl tampoco sería posible sin el superlativo trabajo de su reparto, un grupo de actores que merecen mención, dirigidos con una solidez brillante y muy bien complementados. Bárbara Lennie y José Sacristán se llevan todos los laureles: él por esa capacidad de intimidar con un solo gesto, y ella por entregar la que seguramente sea una de sus mejores interpretaciones. Un rol hermético, inquietante y cerrado, en el que la actriz ha tenido que aportar parte de su imaginación para rellenar los huecos, dando entidad a una mujer de la que apenas sabemos nada. Una niña de fuego, como dice la canción, de la que sólo podemos admirar su misterio, al tiempo que intentamos descifrar su pasado con las pocas pistas que se conceden. La otra ‘chica mágica’ del título es Lucía Pollán, elección acertadísima que demuestra una naturalidad y magnetismo ante la cámara sorprendentes para alguien de su edad, y lo decimos sin condescendencia de ninguna clase. El conjunto se ha coordinado con tal sabiduría que no hay nadie fuera de tono, no hay irregularidades. La serenidad y coherencia con la que Carlos Vermut ha soldado los complicados resortes de Magical Girl demuestran una capacidad de visión y elegancia que están al alcance de pocos directores. En su segundo filme ha ratificado sus principios, asentando un estilo que ya parece definitorio, pues la unidad que conforma con Diamond Flash trasciende límites formales. Hablamos de semejanzas conceptuales y de discurso, de dirección de actores, de fotografía y de todo aquello que, en suma, conforman un sello autoral. De cosas que sólo se perciben cuando nos encontramos ante alguien a quien podemos llamar Autor, con todas las letras y con plena seguridad. | |

    Gonzalo Hernández
    enviado especial a la 62ª edición del Festival de San Sebastián


    España. 2014. Título original: Magical Girl. Director: Carlos Vermut. Guión: Carlos Vermut. Intérpretes: Luis Bermejo, Lucía Pollán, Bárbara Lennie, José Sacristán, Eva Llorach, Marisol Membrillo, David Pareja, Roser Pujol, Teresa Soriano Ruano, Miquel Insua, Lorena Iglesias, Julián Génisson, Elisabet Gelabert, Israel Elejalde, Alberto Chaves, Julio Arrojo, Javier Botet. Montaje: Emma Tusell. Fotografía: Santiago Racaj. Productoras: Aquí y Allí Films, Canal + España. Presentación oficial: Canadá, 7 de Septiembre de 2014. (Festival Internacional de Cine de Toronto).


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