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    Crítica | Miss Violence

    Miss Violence

    Billete de ida hacia la tristeza

    crítica de Miss Violence | Alexandros Avranas, 2013

    El título de esta reseña, que tomo prestado de una de mis canciones favoritas de rap, me vino a la cabeza al poco de comenzar a visionar esta claustrofóbica, retorcida y desconcertante cinta griega bautizada Miss Violence, segundo largometraje de Alexandros Avranas que logró hacerse con los premios a mejor dirección y mejor actor (Themis Panou) en el Festival de Venecia del año pasado. Este film nos sitúa en uno de los arranques argumentales más potentes y poderosos de los últimos años; una niña se arroja al vacío desde una ventana el día de su undécimo cumpleaños, con una sonrisa dibujada en el rostro a modo de macabra paradoja, y tras su muerte la perplejidad y la desidia comienzan a imponerse en su entorno familiar. Avranas, sin tocar el contexto de rescate económico y desesperación política de su país, nos sumerge en el seno de una familia de clase media fría y disfuncional, repleta de vínculos enfermizos y tensiones calladas que a través de pistas inteligentes y sutilezas dramáticas se nos irán revelando a lo largo del avance de su trama, a todas luces sofocante, lenta y marcadamente angustiosa. Tras el terrible suicidio de Angelik, la familia parece recubrir los acontecimientos con un halo de serenidad contenida y silencio denso, como si su pequeña jamás hubiese existido, por lo que los Servicios Sociales deciden visitar el hogar para descifrar el clima en el que habitan sus seres, aparentemente amables, educados y tranquilos. Así pues, desde el minuto uno viajamos a lo más recóndito de este hogar anónimo, al kilómetro cero del corazón de la tragedia y la cuna de la perversidad, desvelando poco a poco las complejas, y en ocasiones desquiciantes, repulsivas, y grotescas, conductas de sus personajes, que si bien parecen inexpresivos al vivir envueltos en ese aura de anestesia e indolencia, encarnan actuaciones excelentes y muestran a través de pequeños gestos y detalles el interior de sus corazones. Ya desde su comienzo Miss Violence se muestra rabiosa y contenida, como un animal enjaulado hecho cine; es árida, angosta, insolente, grotesca, insufrible, y sobre todo no apta para estómagos delicados ni cinéfilos impacientes. Los interiores dominan por completo la estética de su imagen, compuesta de planos cerrados, circulares y largos (muchos de ellos magníficas e impecables secuencias de hasta diez minutos), donde los grises, claroscuros y contrastes lumínicos gobiernan un infierno doméstico de puertas y estancias gobernadas por el silencio, que tiene un peso y presencia tanto o importante que el diálogo, pues en el cine y en la vida real lo que no se dice en alto es a veces más importante que la conversación banal o hipócrita. La atmósfera opresiva y los personajes desequilibrados en un hogar desangelado donde el aire puede cortarse con cuchillos me han recordado, inevitablemente, a la sublime Canino (Giorgos Lanthimos, 2009), en mi opinión, una de las muestras de talento más brillantes que el Viejo Continente ha dado en la última década.

    El espectador puede mostrarse reacio ante la falsa calma que impera en este piso anómalo y sus estancias, sorprendido con las dudas e inquietudes que un guión fantástico va destapando, reflexionando de forma astuta y visceral sobre la frialdad y el automatismo de las instituciones burocráticas, la estrecha relación entre autoridad y violencia, la indolencia y el desamparo, y sobre todo, la culpabilidad y la importancia de visibilizar los conflictos domésticos, haya o no haya sangre por medio. Los encuadres radicales, y un tanto excéntricos, dan como resultado una composición totalmente desequilibrada, con la cabeza de sus personajes muchas veces fuera de plano, algo ingenioso que puede crispar los nervios pero que forma parte de esa desazón enfermiza y contagiosa que la historia pretende dibujar. Una banda sonora inquietante transmite la angustia cotidiana que se respira en el ambiente de la casa, y sobre todo, los diálogos y ese enfoque visual elegidos por Avranas apuestan por un naturalismo artesanal en la manufactura, un ritmo pausado pero de entrañas revueltas, y una representación teatral de la maldad y de la violencia que puede recordarnos a maestros del género del drama psicológico como Haneke. Muchos podrán tachar de explícitos, excesivos, salvajes, quizás innecesarios y totalmente insoportables, algunos de los pasajes del filme. Y si bien hago uso habitualmente de la templanza a la hora de sentarme a ver una película, reconozco abiertamente que en Miss Violence, cuesta tener los ojos abiertos, no pestañear, no gritar, o no conmocionarse de una manera que pocas producciones, lecturas, e historias consiguen. Desde que tengo uso de memoria, una de sus secuencias constituye el peor rato que una película ha logrado hacerme pasar. El extremado realismo de la trama, la ausencia total de sutilezas y la plasmación del horror sin filtros ni censuras no harán de su visionado un rato lúdico basado en el ocio, la diversión, o la evasión de nuestras conciencias, sino más bien la sensación de tener una pistola en la nuca y un cargo de conciencia de una tonelada. Lo que empieza como un triste suicidio de una niña con una extraña y contraproducente sonrisa pintada en la cara, que, a priori, parece la peor de las tragedias, puede acabar confirmando que sin duda, las hay mucho peores. Y las iremos conociendo a cuentagotas, como una droga lenta y sin adulterar, como una agonía interminable bajo el tic tac de un cronómetro. Miss Violence es, en el fondo, pura sordidez. Como una canción de Rammstein, una novela de Cela o un poema de Silvia Plaith. ¿Innecesaria? ¿Brillante? ¿Escandalosa? Todo ello, a mi juicio, con una clara y valiente vocación de denuncia y visibilidad social de los fenómenos más turbios que pueden acontecer en el seno de una familia, a simple vista, como otra cualquiera. En definitiva; una cinta soberbia y maravillosa, y a la vez una experiencia horrible y rayana al vómito que no le recomendaría ni al peor de mis enemigos. Puedes sentir el sabor de la sangre en la boca, la arcada en la garganta, la falta de aire en los pulmones. La mejor muestra de la miseria humana que el cine europeo ha dado en los últimos años. | ★★ |

    Andrea Núñez-Torrón Stock
    redacción Santiago de Compostela

    Grecia, 2013, Miss Violence. Director: Alexandros Avranas. Guión: Alexandros Avranas. Productora: 2/35 / Faliro House Productions / Plays2place Productions. Fotografía: Olympia Mytilinaiou Reparto: Themis Panou, Eleni Roussinou, Chloe Bolota, Kostas Antalopoulos Presentación oficial: 2013, Festival de Venecia: Mejor director, Mejor actor (Panou). 

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