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    Cine Alemán Siglo XXI

    Recap | Juego de tronos (4x01)

    Juego de tronos | Game of Thrones (4x01)

    Marcar los caminos

    crítica de Two Swords (4x01) / Juego de tronos (Temporada 4)
    Este artículo contiene spoilers

    HBO / EE.UU. 2014, Director: D. B. Weiss. Creadores: David Benioff y D. B. Weiss. Guión: David Benioff y D. B. Weiss. Fotografía: Jonathan Freeman. Música: Ramin Djawadi. Diseño de producción: Deborah Riley. Dirección artística: Paul Ghirardani. Intérpretes: Peter Dinklage, Nicolaj Coster-Waldau, Lena Heady, Emilia Clarke, Kit Harrington, Charles Dance, Natalie Dormer, Jack Gleeson, Sophie Turner, Maisie Williams.

    Una espada de gloria perdida se desliza con lentitud fuera de una vaina de piel de lobo. Es Hielo, un arma grande y huérfana. De fondo se escucha el crepitar de llamas de fragua y unas notas de cuerda conocidas, que se antojan más fúnebres y lastimeras que nunca. Suenan a despedida. Con trato ceremonioso y respetuoso, la espada va a ser desmontada, preparada para la incineración como un muerto para sus exequias. Hielo se funde en el fuego; no podía ser de otra manera. Ocurre una especie de mitosis valyria mientras la música gana intensidad. Un patriarca se acerca al fuego con la piel de lobo en sus manos y la arroja a las llamas. Observa cómo se consume el símbolo de una Casa enemiga por fin derrotada. Mantiene el porte, pero una sonrisa minúscula, apenas dibujada, le delata. Por dentro siente el alivio y la satisfacción del viejo vencedor. Así acaba lo más parecido a un funeral que van a recibir los Stark masacrados en la Boda Roja. Así acaba una corta secuencia de apertura que sirve a un tiempo de epílogo a la tercera temporada y de prólogo para la cuarta, la que nos ocupa.

    En este primer capítulo de la nueva temporada de la serie de culto por antonomasia, todo está plegado al recuerdo. En una historia tan compleja, con tantos personajes de interés y tantos frentes argumentales abiertos, el episodio de arranque no puede ser de otra manera. Es lógico y comprensible. Estos primeros minutos necesitan de cierto corsé, del que supone el repaso a acontecimientos pasados que contextualicen y ayuden a entender acontecimientos presentes y futuros. Hay que recordar dónde y cómo están las piezas del tablero, situando al espectador en el punto de la partida en el que se encuentra. De ello se encargan varios personajes, principalmente los Lannister. En distintos momentos, de boca de Tyrion, Jaime y Cersei escucharemos los hechos que les han dejado en la situación actual. En determinada escena con Shae, Tyrion llega incluso a usar una enumeración al exponer lo sucedido y sus derivadas circunstancias presentes, un recurso quizás demasiado evidente. En manos de otros guionistas podría llegar a parecer forzado, pero Benioff y Weiss solo necesitan incluir un dedo chupado, marca de la casa, para justificar y disfrazar la obviedad de dicho recurso. Al mismo tiempo, Shae demuestra sus necesidades desatendidas, sus celos, su creciente sensación de despecho. La pareja de escritores vuelve a demostrar su habilidad y su tremenda capacidad de síntesis, un logro siempre complicado a la par que necesario frente a la mastodóntica obra de George R.R. Martin. Y por seguir mencionando aquello que resulta habitual y no abandonar al fantástico personaje de Tyrion, señalar que éste sigue tan ninguneado por los que le rodean como de costumbre. Lo comprobamos cuando pretende recibir en pleno camino y de forma protocolaria y oficial a la Casa Dorne, invitada a la inminente Boda Real, y especialmente queda remarcado cuando el príncipe Oberyn, con un gesto de dedo índice que raya la ofensa, redirige la mirada del enano a la hora de lanzar una confesión convertida en velada amenaza. Se trata de un momento cumbre del capítulo y del nuevo y fascinante personaje, el cual interpreta estupendamente el actor chileno Pedro Pascal. El príncipe Oberyn, guerrero legendario y reputado amante de toda aquella, aquel y aquello que se le antoje, es el último brote con fuerza de la Casa Martell, asentada en Dorne, reino del seco y caluroso sur de Poniente. Aparece por primera vez en un burdel propiedad de Meñique, acompañado de su concubina, Ellaria Arena, y envuelto de unos acordes musicales que potencian el misterio. Cada movimiento suyo dentro de plano, hasta el más calmado o intrascendente, parece serpentino y transmite sensación de peligro, lo que hace honor a su apodo de Víbora Roja. Mediante su actitud frente al proxeneta, la atención y la pasión que le dedica a Ellaria, la reacción retadora y violenta ante los soldados Lannister presentes en el prostíbulo y, sobre todo, gracias a su reveladora conversación con Tyrion, conocemos enseguida su carácter y sus verdaderas intenciones en la capital. El caso es que los creadores de la serie son tan buenos que les hubiera bastado con un solo plano de los incluidos, maestro donde los haya. Hago alusión a ese instante en el que Oberyn, caminando con pausa salvaje hacia los Lannister, acaricia la llama de una vela. Con ese sencillo detalle ya queda magistralmente retratada la personalidad temeraria del príncipe. Ha llegado para enterrar bajo arena los buenos ánimos de victoria de la familia real, de aquellos en el poder. Para mostrarse sin miedo como el “nuevo viejo enemigo” que temer. Para recordar que la venganza es un plato que se sirve frío. Lo que ocurre es que bajo el sol de Dorne, blasón de su Casa, nada se enfría jamás del todo.

    Juego de tronos | Game of Thrones (4x01)

    Otros que infunden algo más que respeto, y que también aparecen por primera vez en pantalla, son los Thennitas, clan caníbal a las órdenes de Mance Rayder, el rey más allá del muro. En una nueva ocasión, la acertadísima banda sonora incrementa las sensaciones que se quieren y se logran transmitir: un terror oscuro y bruto, ignoto y primigenio. Por supuesto, no todos los personajes son nuevos en este juego. Muchos conocidos también tienen reservado su momento de protagonismo en este capítulo de apertura. Sansa Stark se siente y se muestra triste y desamparada, con todas las esperanzas ya amputadas, sumida en un profundo duelo interior por su familia. El único que consigue por un segundo rescatarla de sí misma y arrancarle una mueca de agrado es Ser Dontos, antiguo caballero degradado a simple bufón borracho aquel día de cumpleaños de Joffrey en el que la hija mayor de Eddard Stark le salvó la vida con astucia. Con la vista puesta en su negro porvenir, Sansa puede haber encontrado un apoyo en Ser Dontos, alguien que se muestra abiertamente honesto y endeudado para con ella. A diferencia de la princesa repudiada, la princesa prometida en matrimonio y futura reina, Margaery, exuda seguridad en sí misma y se permite incluso frivolizar al apuntar con sus comentarios la naturaleza despiadada del rey. Su abuela, la famosa Reina de las espinas, mientras le ayuda a su manera con los preparativos nupciales, continua derrochando desparpajo y dando destellos de una agudeza largamente cultivada. Su lengua es afilada y curva como el mejor Arakh Dothraki. El rey, en su breve aparición, no pierde oportunidad de provocar la repulsión y el odio, tanto de su tío Jaime, al cual trata de ridiculizar a las primeras de cambio, como de los millones de espectadores sentados frente al televisor. El propio autor de las novelas ya le reconoció el mérito al actor que encarna a Joffrey, Jack Gleeson, a través de una escueta carta enviada tiempo atrás: “Enhorabuena por tu maravillosa actuación. Ahora todo el mundo te odia”. Es la razón de ser del personaje y es algo que se ha ganado a pulso en todas y cada una de sus apariciones. En cuanto al Matarreyes, no solo recibe el desprecio de su sobrino sino que también debe soportar las respectivas dosis de su padre y de su amada hermana. Tywin se muestra especialmente cínico con él después de que rechazara rotundamente la posibilidad de regresar a Casterly Rock, dolido una vez más por la falta de ambición de su heredero legítimo, de su hijo predilecto. Quizás debido precisamente a esto último, Jaime es el único de los tres hermanos Lannister que ha conseguido desobedecer una orden de su padre, haciéndole cambiar algún ángulo de sus elaborados planes de gobierno. Tiene el motivo más poderoso del mundo para oponerse a su padre, motivo que más tarde pondrá de manifiesto cuando se percate del rechazo que le dispensa la propia Cersei. Es el motivo que le ha impulsado a lo largo de las tres temporadas estrenadas y que él, personalmente, ya se encargaba de revelar desde el final de aquel mítico primer episodio de la serie, cuando decía aquello de: “Las cosas que hago por amor”. Un amor particular, diferente y arriesgado, sí, pero ¿cuál no lo es? Que se lo digan a Brienne de Tarth, que amó en silencio a un rey homosexual y lo vio morir por la puñalada de una sombra, amargo recuerdo que decide compartir con Margaery, por la necesidad innata e imperiosa de mostrarse siempre fiel a la verdad, a sus principios, a su señor o señora, a su palabra. Es un rasgo que pretende encontrar en todo hombre y mujer, por lo que no duda en recordarle a Sir Jaime el significado de una promesa, la importancia de un voto hecho ante Lady Catelyn Stark.

    Juego de tronos | Game of Thrones (4x01)

    Pasando a otros secundarios de lujo, Bronn mantiene intacta esa química especial con Tyrion, mientras que Daario Naharis la anhela tener con Daenerys Targaryen. El antiguo mercenario (al servicio del león dorado sin deudas) nos recuerda hasta en un par de ocasiones su nuevo estatus, la segunda de ellas durante su breve encuentro con Oberyn Martell. A la pregunta de cómo ha conseguido una espada a sueldo convertirse en caballero, Bronn contesta con la naturalidad y el descaro que le caracteriza: “Maté a las personas adecuadas, supongo”. Sin duda, una de las mejores líneas de diálogo del capítulo, que despierta en nosotros la misma carcajada espontánea que le saca al príncipe de Dorne. Mención aparte merecen Jon Snow, Daenerys y la pareja formada por Arya y El Perro. Jon ha sobrevivido a las tres flechas que le clavó una cupido salvaje y singular. Tras dedicar también su momento al recuerdo de la memoria de Robb, Rey del Norte y hermanastro fallecido, se enfrenta a un consejo de la Guardia de la Noche para responder por sus acciones. Frente a Janos Slynt, el comandante Alliser Thorne y el maestre Aemon, desnuda sus pecados y advierte de la verdadera magnitud del peligro que se cierne al otro lado del muro. El único que cree en su testimonio y acaba por indultarle es el maestre invidente, dejando más claro que nunca aquello de que no hay más ciego que el que no quiere ver. La secuencia se borda con otra perla de guión.

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    Respecto a Daenerys Targaryen, la Madre de dragones continúa su cruzada libertadora, que espera culminar en Desembarco del Rey. Con un fantástico plano aéreo que abre campo progresivamente, se nos recuerda el poder y la fuerza que atesora a estas alturas la Rompedora de cadenas. Apreciamos su obediente y numeroso ejército de inmaculados. El resto de esclavos liberados que permanecen junto a ella la llaman “Mhysa” a su paso. Ella les devuelve una sonrisa de cariño maternal, aquella que queda descuartizado en pedazos cuando contempla el cadáver crucificado de la niña que señala el camino a Meeren, la siguiente ciudad esclavista por conquistar y liberar. Los sádicos dirigentes de Meeren han estacado el camino hasta sus puertas con los cuerpos de esclavos muertos, a modo de irónica y provocativa advertencia. Con esto solo consiguen muscular la determinación de Danny, quien parece capaz de someter, haciendo uso de una cualidad u otra, a cualquier ser viviente de los siete reinos. Salvo a sus propios dragones, claro. Las criaturas aladas crecen a base de ganado robado y lucen más grandes y temibles a cada minuto que pasa. El éxito de la serie, y sus consecuentes beneficios, ha permitido que los efectos especiales reservados a la creación de los dragones superen cualquier expectativa inicial. En pantalla aparecen colosales, interactuando perfectamente con los actores y con esas localizaciones naturales siempre de una belleza sobrecogedora. A Daenerys se le agita de forma auténtica el pecho, el vestido y el cabello platino cuando Drogon se revira indómito y aletea para levantar vuelo.

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    Por último, resta hablar de Arya y El Perro. En su duro peregrinaje, esta curiosa pareja ha ganado cierta complicidad, algo que promete ir a más. El suyo se antoja como uno de los hilos argumentales más interesantes del bello tapiz que, estoy seguro, compondrá la nueva temporada. Sin ir más lejos, protagonizan una de las escenas más destacadas de este primer capítulo, la secuencia final, aquella donde se concentra la acción. Todo se desencadena cuando la hija pequeña de los Stark reconoce a uno de los torturadores de Harrenhal, asesino de uno de sus amigos. Su nombre es Polliver. Arya provoca entonces que El Perro entre en su compañía en la posada donde Polliver se encuentra. Dentro hay más soldados Lannister disfrutando de “la paz del rey”, crueles privilegios de los victoriosos. Polliver y El Perro entablan una conversación que va ganando en tensión y pronto enrarece el ambiente. La pelea sucede poco después, irremediablemente. Los golpes de Sandor Clegane suenan secos y potentes, y todos los movimientos de la coreografía contribuyen a darle realismo a una lucha claustrofóbica, en la mejor tradición de las broncas taberneras. En el transcurso de un violento cuerpo a cuerpo en particular, presenciamos el instante más crudo y visceral del episodio, cortesía HBO. Arya, por su parte, da un paso más allá en su conversión, iniciada tiempo atrás. Al finalizar la secuencia, habrá conseguido acortar un poco sus plegarias nocturnas, habrá recuperado a “Aguja” y tendrá su propio caballo con el que seguir a El Perro a través de un paisaje devastado, la tierra quemada de un erial de guerra. Acompañando los créditos finales, suenan nuestros aplausos acoplados a una versión del maravilloso tema principal de la serie.

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    En resumen, este episodio discurre por los derroteros esperados, en todos los aspectos y en el mejor sentido. Dada su condición de primer capítulo de la temporada, y sabedores los responsables de lo imbricado de la trama que desarrolla esta obra coral, se centra en el recuerdo y se preocupa de marcar los caminos que tenemos por delante, tanto personajes como público. Esto no supone un lastre, ni muchísimo menos. Porque percibimos que siguen siendo caminos de hielo y fuego, de arena y sangre. Caminos de traición, de pasión y de épica. Caminos minados por mil y un detalles, como solo pueden ser aquellos que conducen al arte. Nada ha cambiado. La excelencia sigue intacta, y el trono, aunque no lo hayamos visto, sabemos que sigue en juego. | ★★★ |

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