|| Críticas | Berlinale 2025 | ★★★★☆
Dreams (Sex Love)
Dag Johan Haugerud
El placer del relato autobiográfico
Ignacio Navarro Mejía
Berlín |
ficha técnica:
Noruega, 2024. Título original: «Drømmer». Dirección y guion: Dag Johan Haugerud. Producción: Hege Hauff Hvattum y Yngve Sæther. Compañías: Motlys AS y Novemberfilm. Distribución en España: Filmin. Fotografía: Cecilie Semec. Montaje: Jens Christian Fodstad. Música: Anna Berg. Diseño de vestuario: Ida Toft. Reparto: Ella Øverbye (Johanne), Selome Emnetu (Johanna), Ane Dahl Torp (Kristin), Anne Marit Jacobsen (Karin), Andrine Sæther (Anne). Duración: 110 minutos. Formato: Digital. Idioma original: Noruego.
Noruega, 2024. Título original: «Drømmer». Dirección y guion: Dag Johan Haugerud. Producción: Hege Hauff Hvattum y Yngve Sæther. Compañías: Motlys AS y Novemberfilm. Distribución en España: Filmin. Fotografía: Cecilie Semec. Montaje: Jens Christian Fodstad. Música: Anna Berg. Diseño de vestuario: Ida Toft. Reparto: Ella Øverbye (Johanne), Selome Emnetu (Johanna), Ane Dahl Torp (Kristin), Anne Marit Jacobsen (Karin), Andrine Sæther (Anne). Duración: 110 minutos. Formato: Digital. Idioma original: Noruego.
En el cierre de su trilogía de 2024, titulada Dreams (tras Sex y Love) y merecida ganadora del Oso de Oro en la última edición de la Berlinale, el noruego Haugerud es coherente con el contexto descrito. Como su protagonista (Ella Øverbye) es una joven conciudadana nórdica, que se enamora de su profesora de instituto, la historia discurre por ese proceso interno, a sabiendas de que el éxito o fracaso del sentimiento a priori solo depende de la relación entre quienes lo profesan o sufren (reduciendo hasta lo imprescindible el evidente y añadido conflicto derivado de la diferencia de edad). De ahí que la narración esté articulada de una manera tan introspectiva, con la voz en off prolongada y recurrente de la protagonista, justificada, además, por su plasmación en un diario al que tienen acceso su madre y su abuela. Cuando son informadas de lo que está ocurriendo con su hija y nieta, respectivamente, no lo entorpecen, sino que tratan de entenderlo, cada una a su manera, y dialogan con la protagonista para ayudarla y apoyarla. Por tanto, esa voz en off revela la conciencia de su autora, pero también su vertiente literaria, que la película, por su condición cinematográfica, no rehúye o ciñe a un mero recurso estilístico, sino que se alimenta de ella. La cinta se ofrece entonces como un libro abierto, cuya narración adquiere una musicalidad, un ritmo inherente al montaje y al despliegue de emociones de su protagonista, de tal manera que una crítica fácil hacia esa voz en off (pues es común, desde un análisis ortodoxo, criticar su uso excesivo) no podría llevar a su supresión (parcial o total) sin afectar a toda esa estructura narrativa. Para quien esto escribe, aquella es, por el contrario, una de las principales virtudes de Dreams, tanto por su coherencia como por el hipnótico ensimismamiento en que sumerge al espectador.
Haugerud, en cualquier caso, sabe que nos está contando, también, una historia generacional. Las dos generaciones siguientes a la de la protagonista envidian lo que en esta se está manifestando, tanto el enamoramiento como su sorprendente proyección literaria. Y es que esta verbaliza tal proceso con descripciones y metáforas impropias de alguien tan joven, además de inexperta en aquello que padece y describe… si bien, quizá, no sea tan impropio ante la convicción de que la generación a la que pertenece le permite dar rienda suelta a tales emociones. La inmadurez parte de la inseguridad, de la falta de entendimiento cabal, y aquí la protagonista tiene muy claro lo que siente, mientras que su madre y su abuela, al echar la vista atrás y juzgar sus valores adquiridos desde el presente, pueden dudar ante lo que hasta hace poco eran certezas y asideros sólidos (incluso lo que puede pasar después de la muerte). El libreto, aquí, juega igualmente con los contrastes de escenas a dos, entre la joven y la mujer que ama, y entre la madre y la abuela, diferenciadas no solo por el contenido, sino también por el tratamiento estético, pues las escenas de la primera categoría están envueltas por un halo de ensoñación (por ejemplo con la primera llegada al piso de la profesora, acompañada de la música y las palabras en off), mientras que las de la segunda categoría son más austeras y cotidianas (por ejemplo los paseos por el bosque de las dos mujeres, incluido su encuentro con unas vecinas). Quizá en estos cambios tonales la película pierde algo de impulso, pero si se hubiera limitado a la trama principal, perdería también esa intrigante profundidad en el tratamiento de las relaciones interpersonales. Al final todos los personajes coinciden y la película adquiere otra dimensión, cuando se revela el verdadero interlocutor de la protagonista, si bien tal desenlace es más un apéndice juguetón que la solución de un misterio, para quien, no lo olvidemos, simplemente está transitando por una etapa inicial de su vida, que lo tiene todo por delante y que no tiene miedo de descubrirlo. ♦
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