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    Crítica | Rehana

    || Críticas | 37º Cinemajove | ★★☆☆☆ |
    Rehana
    Abdullah Mohammad Saad​ 🇧🇩
    El cine que toca


    Mariona Borrull Zapata
    37ª edición de Cinemajove (Valencia) |

    ficha técnica:
    Bangladés, 2022. Título original: «Rehana Maryam Noor». Dirección: Abdullah Mohammad Saad. Guion: Abdullah Mohammad Saad. Compañías productoras: Metro Video, Potocol. Dirección de fotografía: Tuhin Tamijul. Diseño de producción: Ali Afjal Uzzal. Dirección de arte: Masum Mehedi Emon. Intérpretes: Azmeri Haque Badhon, Afia Jahin Jaima, Kazi Sami Hassan, Afia Tabassum Borno. Duración: 107 minutos. Presentada en el 37º Festival Cinemajove de Valencia.

    Rehana es una película que toca. Por su relevancia y carácter «necesario», por la importancia mayúscula de los temas que tantea, toca que lidere el palmarés de más de un festival internacional, por encima de propuestas más valientes pero menos resueltas. Toca también que ocupe titulares: al fin y al cabo, es la primera película bengalí en presentarse al Festival de Cannes (eso sí, en Un certain regard, auténtico cajón de sastre de Thierry Frémaux). Está claro, la película de Abdullah Mohammad Saad representa un hito y no hay razones para que no lo sea. Sin embargo, más allá de nuestra fascinación de turistas en la cinematografía bengalí, tampoco disponemos de grandes argumentos para defensar que estamos ante una película nueva o, por lo menos, algo interesante.

    Rehana debería impactarnos por el peso de sus peones en juego. Puesto que la encrucijada a la que se enfrenta la intachable doctora que da nombre a la película es tan sencilla como inhóspitos son los caminos que de ella surgen y graves las consecuencias de un paso en falso. Conocemos a Rehana (Azmeri Haque Badhon) entre llamadas inoportunas y correteos por pasillos. Entendemos, solo atisbando la relación que mantiene con su superior (Kazi Sami Hassan), profesor en la facultad de medicina donde ella trabaja, que la mujer se ha ganado el puesto a base de su propio sudor y sangre. Nada viene regalado, nos decían tantas películas y series de 2021, como obcecadas por devolvernos a un contexto social que tras la pandemia ha vuelto a normalizar el sobresfuerzo: en A tiempo completo de Eric Gravel, una mujer se desgarraba entre sus obligaciones como madre y una oportunidad laboral de oro (como auxiliar de limpieza en hoteles), siempre ahogada por las trabas de su condición de clase. En La asistenta, miniserie de Molly Smith Metzler, la denuncia social volvía su calculada dureza (muy de un cine francés que no se despeina) en un viaje de crecimiento y de superación con aspiraciones estadounidenses. En contexto iraquí, la festivalera The Exam, de Shawkat Amin Korki, explicaba la historia de una joven kurda, sometida a un matrimonio forzado y violento, emperrada en ayudar a su hermana a hacer trampas en el examen de acceso a la universidad, todo para salvarla de un matrimonio prácticamente inevitable y de seguro infeliz.

    También Rehana responde a un universo tan profundamente patriarcal que cualquier iniciativa que no encaje o se desvíe del acato femenino se yergue como un auténtico acto de resistencia. Al final, la Dra. Rehana Maryam Noor queda reducida a su nombre de pila, como si incluso la película aceptara que su protagonista deberá ganarse los apellidos en un mundo que la degrada por sistema. Hecha de hierro, porque no hay otra, el personaje de Rehana contestaría directamente a la tentativa de chuleta que dinamita The Exam: en la película de Abdullah Mohammad Saad, la doctora expulsa sin piedad a una alumna por tratar de copiar en un examen, entendemos que condenándola así a volver a los círculos de opresión, sin la protección de la modernidad del ámbito educativo. Lo ético sería dejarla quedar en la sala, pasar por alto una transgresión, por otro lado comprensible. Pero Rehana es un ser recto, profundamente meritocrático. Con la moral como palo de pajar y el empeño como materia prima, cuando la doctora intuya que la alumna que ha expulsado ha sido también víctima de abuso sexual por parte de su superior, va a mover viento y marea para ajusticiar al agresor y devolver la seguridad a su particular jardín trasero. De un sentido pétreo del honor a una antiheroína con la que identificarnos desde el patio de butacas: este 2022 también Nely Reguera exploraba los abusos cometidos por una salvadora blanca antiburocrática en La voluntaria, descendiente directa de La profesora de parvulario de Nadav Lapid.

    Es la sensibilidad que entiende a la burocracia como obstáculo y que encumbra al individuo reaccionario, ser valiente y con pensamiento propio. En Esto te va a doler, la resolución de Ben Whishaw también «salvaba» a las embarazadas de su planta de hospital de un sistema (público) con tiempos y procedimientos de auténtica pesadilla. Aquí el carácter claustrofóbico del entorno laboral y familiar se traduce de forma tosca, con una fotografía a base de azules oscuros que dialogaría tanto con la intimidad dolida de un Krzysztof Kieślowski como con el frío en la piel de los thrillers nórdicos, aunque su pariente más directa sea la apuesta de Gaspar Noé por el cromatismo como punto de presión sobre sus caídas al fondo de la noche. Cámara en mano (un poco solo, seamos discretes) que nos lleva al cine social, al cine de la crueldad. Poco más. Cuando la fórmula se repite sin generar tensiones, es que quizás no tengamos mucho más que decir. No es contra Rehana que vuelco mi frustración. De ella, aprecio lo rotundo de su presentación (la intensidad constante de esa fotografía azul) y las interpretaciones esforzadas de sus actrices, mayoritariamente naturales. Mi queja es, antes que nada, contra un cine académico que no molesta tanto por sus pretensiones de denuncia sino porque, en su formulismo expone todas sus respuestas temáticas y formales, anula todo espacio para cuestionarla. Es cine de manual, que no deja cabo suelto y que no espera que haya espectadores que lo vean y se metan en sus propuestas. Está claro que ese cine también merece ser pensado, pero… El cine que toca no apetece. ⁜


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