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    Cine Alemán Siglo XXI

    Adiós a Belmondo, el eterno canalla del cine francés

    Adiós a Belmondo, el eterno canalla

    Despedimos a uno de los grandes actores del cine francés.

    Lamentable pérdida para el mundo del cine, en general, y el francés, en particular. Una de sus más grandes estrellas, figura emblemática de la Nouvelle Vague y carismático héroe de acción, Jean Paul Belmondo, nos ha dicho adiós a los 88 años. Debutó en un papel secundario de A pie, a caballo y en coche (Maurice Delbez, 1957), ganando protagonismo en cintas posteriores como Los tramposos (Marcel Carné, 1958), Una doble vida (Claude Chabrol, 1959), Moderato cantabile (Peter Brook, 1960), A todo riesgo (Claude Sautet, 1960) o Dos mujeres (Vittorio de Sica, 1960), hasta la llegada de su icónico personaje de Michel Poiccard en Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960), donde formó memorable pareja junto a Jean Seberg. Dotado de un atractivo incuestionable y un físico ideal para encarnar a personajes de tipo duro, fue una de las superestrellas francesas durante décadas, en dura pugna con un Alain Delon de belleza más refinada. Un tal La Rocca (Jean Becker, 1961), La calle del vicio (Mauro Bolognini, 1961), Léon Morin, sacerdote (Jean-Pierre Melville. 1961), Una mujer es una mujer (Jean-Luc Godard, 1961), Un mono en invierno (Henri Verneuil, 1962), Cartouche (Philippe de Broca, 1961), El confidente (Jean-Pierre Melville, 1962), El guardaespaldas (Jean-Pierre Melville, 1963), A escapada libre (Jean Becker, 1964), Fin de semana en Dunkerque (Henri Verneuil. 1964) o Cien mil dólares al sol (Henri Verneuil. 1964) dejaron constancia del enorme magnetismo que poseía ante una cámara, siendo la divertida El hombre de Río (Philippe de Broca, 1964) un punto de inflexión en su carrera, ya que fue su primera incursión en ese tipo de cine más comercial con el que se convertiría en gancho para la taquilla, realizando él mismo todas las (peligrosísimas) escenas de acción.

    Tuvo la inteligencia de alternar estos filmes alimenticios (aunque estupendos, en algunos casos) con obras artísticamente más ambiciosas, como se pudo ver en Secuestro bajo el sol (Jacques Deray, 1965), Las tribulaciones de un chino en China (Philippe de Broca, 1965), Pierrot el loco (Jean-Luc Godard, 1965), ¿Arde París? (René Clément, 1966), El ladrón de París (Louis Malle, 1967), Casino Royale (John Huston, Ken Hughes, Val Guest, 1967), Ho! (Robert Enrico, 1968), La sirena del Misisipi (François Truffaut, 1969), Borsalino (Jacques Deray, 1970) -donde compartió cartel con Delon en un rodaje de lo más conflictivo)-, El clan de los marselleses (Jose Giovanni, 1972), Cómo destruir al más famoso agente secreto del mundo (Philippe de Broca, 1973), Stavinsky (Alain Resnais, 1973), El incorregible (Philippe de Broca, 1975), Pánico en la ciudad (Henri Verneuil, 1975), El cuerpo de mi enemigo (Henri Verneuil, 1976), El animal (Claude Zidi, 1977) o Yo impongo mi ley a sangre y fuego (Georges Lautner, 1979). Los 80 fueron su etapa más macarra, con títulos de acción tan populares como El profesional (Georges Lautner, 1981), El marginal (Jacques Deray, 1983) o Rufianes y tramposos (Henri Verneuil, 1984), entrando posteriormente en una madurez espléndida, coronada con el César a mejor actor obtenido (aunque rechazado) por su papel en la comedia El imperio del león (Claude Lelouch, 1988). En su última etapa como actor, ejerció de veterano ilustre en cintas como Testigo de excepción (Claude Lelouch, 1995), Uno de dos (Patrice Leconte, 1998) -de nuevo junto a Delon-, Tal vez... (Cédric Klapisch, 1999), Los actores (Bertrand Blier, 2000) o Un hombre y su perro (Francis Huster, 2008) -su despedida de la gran pantalla-, donde su profesionalidad siempre brilló por encima de la calidad de las mismas. Con su muerte se ha ido toda una leyenda del cine en Francia, un tipo que tenía la facilidad de adaptarse a cualquier género y que será recordado como uno de los canallas más simpáticos que han hecho disfrutar del cine a distintas generaciones de cinéfilos en las últimas seis décadas.


    José Martín León |
    © Revista EAM / Madrid


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