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    Crítica | El hombre invisible

    El hombre invisible

    Alguien te está mirando

    Crítica ★★★★☆ de «El hombre invisible», de Leigh Whannell.

    Estados Unidos, 2020. Título original: The Invisible Man. Director: Leigh Whannell. Guion: Leigh Whannell (Novela: H.G. Wells). Productores: Jason Blum, Kylie Du Fresne. Productoras: Coproducción Estados Unidos-Australia; Blumhouse Productions / Dark Universe / Universal Pictures / Goal Post Film. Distribuida por Universal Pictures. Fotografía: Stefan Duscio. Música: Benjamin Wallfisch. Montaje: Andy Canny. Reparto: Elisabeth Moss, Oliver Jackson-Cohen, Harriet Dyer, Aldis Hodge, Storm Reid, Michael Dorman.

    ¿Quién no ha fantaseado alguna vez con poseer la capacidad de poder observar a los demás sin ser visto? ¿Qué abanico de posibilidades se abriría ante alguien que pueda moverse entre la multitud siendo invisible? La invisibilidad siempre ha sido, junto a la facultad de volar, el poder más recurrente soñado por niños (y no tan niños), y el novelista británico H.G. Wells, considerado uno de los padres de la ciencia ficción literaria, supo explotar como nadie esa fascinación por el tema en una obra que crearía escuela, El hombre invisible. Resulta llamativo cómo 123 años después de su publicación, la historia del científico que acierta a encontrar la forma de volverse invisible y termina perdiendo la cordura mientras juega a ser Dios, sigue estando tan vigente y fresca como el primer día. Desde que Universal Pictures la eligiera como base de una de sus más populares obras de aquel ciclo monstruoso de la década de los 30 y 40, que englobaría a otros iconos como Drácula, el hombre lobo o el monstruo de Frankenstein, en El hombre invisible (James Whale, 1933), este mito volvería a aparecer en la gran pantalla en multitud de versiones, unas más libres que otras, que no hicieron más que confirmar la atemporalidad del relato original. Ya fuese en clave de humor –Memorias de un hombre invisible (John Carpenter, 1992)– o tomada como alocado espectáculo de efectos especiales –El hombre sin sombra (Paul Verhoeven, 2000)–, la historia no había conocido una revisión que estuviese a la altura del clásico de Whale, por lo que esa era una de las grandes cuentas pendientes del cine fantástico moderno. Recientemente, Universal trató de levantar un macroproyecto, resucitando aquellas joyas en una serie de películas que trasladarían las tristes historias de sus monstruos a nuestros días, siendo la primera pieza del rompecabezas aquella flojísima La momia (Alex Kurtzman, 2017) que ni la presencia estelar de Tom Cruise logró salvar del fracaso. Las consecuencias fueron radicales: el inmediato carpetazo a los planes de rodajes del resto de títulos programados.

    Por suerte, Blumhouse Productions, una de las productoras que más alegrías está trayendo al fanático del cine de terror, ha conseguido que vea luz verde esta El hombre invisible (2020) que llega firmada por todo un especialista en el género, Leigh Whannell, curtido en guiones de éxitos de James Wan como Saw (2004) o Insidious (2010), y director de una de las sorpresas más agradables que la ciencia ficción ha dado en las últimas temporadas, Upgrade (2018). Desde su angustioso inicio, esta nueva versión deja claras sus intenciones de ser una reinterpretación absolutamente libre y pegada a la actualidad. En él, asistimos a la tensa huida de la protagonista, Cecilia, de la lujosa mansión en la que vive prácticamente anulada como persona por su novio maltratador. Vemos cómo aprovecha que el hombre ha sucumbido al sueño provocado por unas pastillas que la ella misma ha puesto en su bebida para coger un ligero equipaje que tenía preparado y, en medio de la noche, escapar de un lugar fuertemente vigilado por decenas de cámaras de vídeo. Lo que sigue es un absorbente drama, el de una mujer que, después de haberse pasado los últimos años de su vida sometida a un hombre que controlaba, de manera enfermiza, cada una de sus acciones o pensamientos, valiéndose, para ello, de la violencia física y psicológica. Cecilia trata de superar el miedo a salir de casa sola, temiendo que su maltratador vuelva a encontrarla, hasta que un insospechado giro del destino hace que, meses después, el hombre acabe muriendo y ella se convierta en la única beneficiaria de una sustanciosa herencia que solo recibiría si sus facultades mentales no se ven limitadas. Todo este arranque de función, muy en la línea de aquella Durmiendo con su enemigo (Joseph Ruben, 1991) protagonizada por Julia Roberts, aborda muy bien el tema de la violencia de género, afrontándolo de forma sutil, sin mostrarla de manera gráfica y valiéndose únicamente de la actitud asustadiza de Cecilia, maravillosamente encarnada por Elisabeth Moss, posiblemente, tal como ha demostrado en la serie El cuento de la criada, la actriz del panorama actual que mejor domina los primeros planos.

    The Invisible Man, Leigh Whannell.
    La joya de Blumhouse.

    «Esta nueva versión de El hombre invisible brilla a gran altura en todas las capas que ambiciona abarcar. Se revela como un poderoso thriller psicológico, de aires noventeros, que establece un atractivo juego del gato y el ratón entre Cecilia y su acosador incorpóreo. También como obra de terror cumple de manera más que eficaz, siendo generosa en momentos incómodos y espeluznantes, sin abusar demasiado de la sangre o los sobresaltos fáciles, algo muy de agradecer en estos tiempos que corren en los que los golpes de sonido y la música estridente suelen ser las armas empleadas para asustar». 


    La película de Whannell sabe ganarse al público, haciéndole partícipe de la pesadilla que vive su heroína cuando empiezan a sucederse las primeras manifestaciones “paranormales” a su alrededor, esas que le hacen plantearse la ¿descabellada? idea de que su ex-pareja, aquel monstruo que juró perseguirla hasta la muerte y más allá, sigue vivo y ha logrado alcanzar el don de la invisibilidad con el fin de destrozar su vida y la de todos aquellos a los que quiere. El guion sabe dosificar con acierto los momentos más impactantes (hay un par de ellos capaces de hacer que el espectador salte de la butaca) dentro de un relato muy entretenido y ágil que, sin embargo, juega más a la carta de la quietud, con esas miradas desconfiadas de Moss a una nada en la que podría estar el mal absoluto, amenazante y esperando para atacar. Cuando este actúa lo hace, eso sí, con gran fiereza, recordando a los instantes más provocativos de aquel clásico del terror sobrenatural, basado en hechos reales, que fue El ente (Sidney J. Furie, 1982), apoyándose en unos efectos especiales magníficos que hacen que los ataques recibidos por los personajes sean absolutamente creíbles. Esta nueva versión de El hombre invisible brilla a gran altura en todas las capas que ambiciona abarcar. Se revela como un poderoso thriller psicológico, de aires noventeros, que establece un atractivo juego del gato y el ratón entre Cecilia y su acosador incorpóreo. También como obra de terror cumple de manera más que eficaz, siendo generosa en momentos incómodos y espeluznantes, sin abusar demasiado de la sangre o los sobresaltos fáciles, algo muy de agradecer en estos tiempos que corren en los que los golpes de sonido y la música estridente suelen ser las armas empleadas para asustar. El miedo de este filme nace más de la mente de su protagonista y de las traumáticas experiencias que le han tocado vivir. Es una (excelente) mala experiencia “metafísica” en la que el suspense que se despliega en cada uno de sus elegantes planos parece querer rendir pleitesía al voyerismo y gusto por cada pequeño detalle del maestro Hitchcock. Eso es mucho más de lo que se podía esperar del enésimo desembarco del clásico de H.G. Wells al cine, que sorprende por la seriedad de su planteamiento, la fuerza dramática que Elisabeth Moss le imprime a su personaje y la brillantez (formal y conceptual) de su ejecución | ★★★★☆


    José Martín León |
    © Revista EAM / Madrid




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