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    Crítica | El lobo detrás de la puerta

    El lobo detrás de la puerta

    Tres son multitud

    crítica a El lobo detrás de la puerta (O lobo atrás da porta, 2013), dirigida por Fernando Coimbra. | ★★★★ |

    El Antiguo Testamento constituye un catálogo plagado de bonitas premisas sobre como devolverle al prójimo la puñalada trapera. Desde el primitivo código de la Babilonia de Hammurabi a la Blutrache o venganza de sangre de los pueblos germánicos, pasando por diversos ordenamientos jurídicos que los países musulmanes conservan en la actualidad, la famosa Ley del Talión ha abogado por establecer cierta proporcionalidad entre el daño recibido en la afrenta y el daño infligido en el castigo posterior. Vamos, que el clásico “ojo por ojo, diente por diente” ha materializado en el subconsciente colectivo la justificación moral de una venganza idéntica al crimen causado, que suele ser más divertida e instintiva que poner la otra mejilla. Sin embargo, durante la puesta en marcha de nuestra vendetta, qué difícil nos resulta no aspirar a superar la cota de sufrimiento del otro, subir un poquito el nivel de maldad cuando devolvemos la pelota ensangrentada al campo contrario. Hay algo de liberador y de catártico en la venganza, e incluso los que nunca hacen uso de sus macabras posibilidades saben que una patadita, un minúsculo desencadenante de fatalismo o un navajazo invisible, calmaría su desconsuelo y les haría soltar parte del lastre.

    En las relaciones personales más tóxicas, aquellas que mezclan sexo y chantaje, amor y violencia o sumisión y posesión, la venganza es una herramienta de uso común, un ring deslizante donde los amantes bailan, retozan y se tiran de los pelos, una pista de discoteca donde los contrincantes se ven obligados a dormir, como las liebres, con un ojo abierto. Esperando siempre ser más fuertes y más invencibles que el otro, pero nunca separarse de sus fauces. Una especie de Síndrome de Estocolmo doméstico que hace justicia a “lo que mal empieza, mal acaba.” Con un intenso tira y afloja entre las piezas básicas de su puzle comienza El lobo tras la puerta, el primer largometraje que he tenido ocasión de disfrutar en esta vigésimo octava edición de Cineuropa. Su primerizo creador, el brasileño Fernando Coimbra, trae un drama punzante ataviado de thriller que revuelve atracción fatal con desasosiego, mentiras conyugales con interrogatorios policiales, y exquisitos cambios de punto de vista narrativo que obligan a mantener la atención del espectador activa en todo momento. Este multiperspectivismo enriquece la obra, la llena de lecturas y la diferencia de otras coetáneas más lineales o simplonas, generando una singular propuesta a caballo entre el romance truculento, y un cuento de hadas maquiavélico, basado en un secuestro real acontecido en los años sesenta. Sin lugar a dudas, una grata sorpresa para comenzar el festival.

    El lobo detrás de la puerta

    Una niña llamada Clarinha desaparece al salir de la escuela. Supuestamente, una vecina fue a buscarla, pero su paradero se desconoce. En la inmensa y superpoblada Sao Paulo, no hay día en que no acontezcan desgracias de tal cariz, por lo que el cuerpo de policía quiere administrar el tiempo en su afán, o esperanza, porque aparezca viva. En comisaría coinciden los padres de la criatura: Bernardo (Milhem Cortaz) y Silvia (Fabiula Nascimento), junto a Rosa, la atractiva y joven amante de Bernardo, interpretada con apabullante dominio de la expresión por Leandra Leal. Desde los primeros derroteros presenciamos la realidad independiente que vive cada uno de los personajes del triángulo principal, plantados en sus respectivas coordenadas como estrategas jugando a hundir la flota. Esposa desconoce a amante, marido engaña a esposa, marido miente a amante, amante envidia a esposa, marido cambia de idea, amante juega con fuego, esposa vive en las musarañas. En definitiva, un complejo mosaico de tensiones y desencuentros que riza el rizo y nos hace cuestionarnos constantemente quién miente, quién dice la verdad, y sobre todo ¿por qué?, pregunta que determina el móvil de cualquier secuestro. El cineasta nos engatusa y nos confunde con las pretensiones y pulsiones de sus personajes, creíbles y desquiciados, bien construidos y tremendamente solos. Para ello emplea una calculada composición de secuencias, una atmósfera de violencia implícita que consigue perpetrar una sensación de mal cuerpo terrible, y un ritmo narrativo in crescendo que engorda y nos hace la boca agua. No faltan planos agudos, cercanos, sudorosos. Imágenes que duelen por su proximidad fotográfica y sentimental con los protagonistas y que tienen un regusto nostálgico de Bernardo en lo tocante a la evasión de responsabilidades y a la juventud perdida, rabioso e inocente por parte de Rosa, una chica triste de antemano por el no future que su aventura extraconyugal anticipa. Y qué tendrá, no se olviden, sus consecuencias. Como la Ley del Talión dicta desde tiempos inmemoriales, o incluso mucho peor.

    El lobo detrás de la puerta

    Coimbra huye de la voz en off y prefiere que sea el desorden de secuencias el que alimente nuestra imaginación y nuestra duda, por lo que no escatima en recursos estéticos y argumentales a para que el público reconstruya el mosaico de hechos. Así, elipsis, flashbacks y saltos temporales son el grueso de una película inteligente, que comienza con humildad y acaba sin tener absolutamente nada que envidiar a otras perlas anglosajonas y europeas del género. El potencial de esta obra es un síntoma más de la indiscutible salud que goza el cine latinoamericano en la actualidad, hecho corroborado en este caso por el Premio Horizontes Latinos que la película obtuvo en 2013 en el Festival de Cine de San Sebastián. Por otro lado, a pesar de versar sobre un secuestro, la ópera prima de Fernando Coimbra se aleja bastante del thriller convencional (aproximándose, acaso más, a los clásicos norteamericanos del género literario, y zambulléndose más de lleno en el drama psicológico). El lobo tras la puerta nos seduce con un naturalismo descarnado y una dulce perversidad que acelera el tempo en la segunda mitad del largometraje para estallar en un clímax sórdido, un orgasmo argumental que hace la trama redonda. Por supuesto, esto no sería posible sin las magníficas interpretaciones del trío protagonista, responsables de hacer la historia cálida, agresiva y convincente, escalofriante por momentos. El texto de su director consigue que no nos centremos exclusivamente en el secuestro de la niña, sino que también reflexionemos ante la perspectiva dolorosa de las vidas paralelas, los locos que viven dentro de nosotros esperando a asomarse y liberar frustraciones, y los secretos que duermen en la cama de cualquier matrimonio anodino. Al final, El lobo tras la puerta se distingue por su inusitada violencia; una violencia palpable en cada cruce de miradas, en cada affaire clandestino y liberador, en cada arrebato por demostrar que ese amor venenoso no los ha dejado tan hundidos. Que ellos ganan. Bernardo y Rosa nos enseñan que la implícita, esa violencia que se sugiere y no se ve, es todavía peor, porque la rabia contenida puede rebosar por cualquier parte y entonces, ¿qué hacemos con ella?

    Desde luego, desentrañar el paradero de Clarinha no es fácil en medio de un océano de resentimiento doméstico, chantaje emocional y dependencia sexual extrema donde cada cual juega sus propias fichas y luce su particular disfraz. En este bosque de engaños consecutivos, solapados, e imposibles de olvidar la duda es clara: ¿Quién es lobo y quién es cordero? ¿Bernardo es Caperucito y Rosa un depredador voraz, o al revés? ¿Quién enseña la patita por debajo de la puerta para consumar el engaño? ¿Dónde está Clarinha? | ★★ |

    Andrea Núñez-Torrón Stock
    Redacción Santiago de Compostela


    Ficha técnica
    Brasil, 2013, O lobo atrás da porta. Director: Fernando Coimbra. Guión:Fernando Coimbra. Productora: Gullane Filmes. Fotografía: Lula Carvalho. Reparto: Milhem Cortaz, Leandra Leal, Fabiula Nascimento, Tamara Taxman, Karine Teles,Antonio Saboia, Thalita Carauta, Paulo Tiefenthaler, Juliano Cazarre. Presentación oficial: 2013: Festival de San Sebastián: Mejor película latinoamericana, 2014: Premios Fénix: Mejor actriz (Leandra Leal). 2 nominaciones.


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