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    Crítica | Expediente Warren: The Conjuring

    Expediente Warren: The Conjuring

    BRILLO Y MISERIA EN UN PALMO DE TERRENO

    crítica de Expediente Warren: The Conjuring | The Conjuring, James Wan, 2013

    El sol brilla como nunca, perseverante y benévolo, iluminando a los nuevos y felices inquilinos que llegan a la casa del lago. Suena Time Of The Season de The Zombies, mientras la cámara se interna por las habitaciones, en un laberinto de otra época que reúne sortilegios. La música esconde una ironía, un contraste generado por la voz de Colin Blunstone y los arreglos ligeramente barrocos de la banda inglesa, cuya música contribuye a la ambientación equívoca (y firme), que nada tiene que ver con un "tiempo para enamorarse" bajo el sol de aquella "tierra prometida". "What's your name?", canta Blunstone, "what's you daddy?" (¿Cómo te llamas?, ¿quién es tu papá?). En este doble interrogante reside la casualidad del subgénero de mansiones encantadas, pero también gran parte de su retórica argumental. Y sin embargo, el espectador participa de un juego artificioso, pero magnífico, basado (casi) exclusivamente en el lenguaje de la óptica. O sea, componiendo otro personaje más alrededor de papi y mami y su prole, quienes viven días de bonanza. Otra vez la familia que se muda para iniciar una etapa decididamente feliz y espléndida. Otra de posesiones. De nuevo el lago, la arquitectura tortuosa y las innumerables puertas que chirrían como mil demonios o como uno muy grande enquistado, habitualmente mujer pues dicho género, el femenino, debe de ser más proclive a los cantos de sirena infernales (prueben si no a examinar esta convención fílmica, que supongo aparecerá en cierto manual de exorcismo para exorcistas temerarios). Siempre la niebla que chiva, no de forma literal pero sí con alarma, la presencia del intruso extemporáneo: no figuraba en la lista de invitados, pero él —demonio bromista donde los haya— se presenta igualmente. Sin permiso. Reclamando sus pertenencias, o una vida como aperitivo. Porque ese machaca de Satanás no tiene la culpa de ser un maldito demonio maldito con ojos de víbora y hedor a carne putrefacta. Su presencia nunca pasa inadvertida; es más, cuando "se deja caer", todos preguntan quién se ha tirado un pedo. Dos de las niñas, que comparten habitación, se acusan mutuamente debido al fuerte olor que desprende el bicho centenario. Y no es broma. Es un asunto muy, muy grave. El de las flatulencias, también. Y para más inri, el visitante sufre insomnio y aparece ¡a las 3.07 a.m.! Ya lo decía Francis Scott Fitzgerald: "En la noche oscura del alma, son siempre las tres de la mañana". Y huele a pedo, cabe apostillar.

    Poco que decir a favor de una cinta, Expediente Warren: The Conjuring, exigua en profundos apuntes dramáticos, que favorece la estética en detrimento del suspense. Aunque su director, ese filón taquillero llamado James Wan, sea un entertainer de alto calibre, magnético en su coreografía visual y estudioso de ese montaje interno que garantiza no pocas sensaciones al público, ya sea por (ejemplo) aquel travelling que avanza delicadamente por el pasillo hasta llegar al segundo o tercer peldaño de una escalera con moqueta roja coronada por una niña rubia. El director de Saw e Insidious repite esquemas formales (incluyendo algún zoom) para ambientar su historia-cliché en Rhode Island durante los primeros años setenta. No falla el abrigo, ni la presentación, ni tan siquiera el uso de una narrativa lineal, pero sugestiva y salpicada de flashbacks que se integran en el ahora, que funde cientifismo alegórico con terror prefabricado. De algún modo, Expediente Warren colorea artificiosamente la paleta de grises que poseen películas como El exorcismo de Emily Rose, y, de paso, recurre también el martillo sonoro de ésta y la siguiente película de Scott Derrickson, Sinister. Conscientes o no de ello, los guionistas —Chad y Carey Hayes— deciden consagrarse al relato puramente industrial, es decir, uno de fácil procesamiento y corto recorrido en nuestra memoria. Por mucho que sus rótulos precréditos anuncien con vocación documental eso de "basada en hechos reales". Y muy a pesar de la gran pareja que forman los demonólogos Ed (Patrick Wilson) y Lorraine Warren (Vera Farmiga) —ella es médium; él, la perfecta bisagra tecnológica entre dos mundos—, un matrimonio que se convirtió en la más eficiente máquina reveladora de hechos insólitos, de espíritus inhumanos, de maldiciones ancestrales y cosas así.

    Expediente Warren: The Conjuring

    Casi nada escapaba a su amplitud de miras. Y con esas llegaron —previo coloquio en una Universidad de la Costa Este— a la casa de la familia Perron, cinco hijas de corta edad, cuya paz se ve interrumpida nada más atravesar el decrépito recibidor de la casa. Sólo el perro, un precioso ejemplar mediano de Collie, se abstiene de cruzar el dintel de la puerta. Prefiere quedarse frente a la barrera invisible que separa el porche del jardín. Quizá forzosamente, no le queda más remedio que sentir —y advertir a voz en grito— las fuerzas oscuras que habitan aquel lugar insalubre, donde alteran el pulso sin medicina durante no pocas secuencias perfectamente hilvanadas. A duras penas soportas el impulso contemplativo de quien, previendo quizá el siguiente plano y conociendo ya la fórmula hollywoodiense, no encuentra ningún susto fácil: contra todo pronóstico, Wan no echa mano del temido recurso que suele desacreditar estas producciones. Cae no obstante en el mismo error de su antecesora criatura, Insidious: mostrar física y repetitivamente al monstruo del cuento. Aunque bastaba un antiguo reloj de pared teñido por la luz roja, y un sutil travelling de avance, para generar el más pavoroso de los terrores. La indefensión en el reino de Morfeo, la fragilidad de un niño hipersensible vampirizado noche tras noche por un íncubo. Bastaba, en fin, con insinuar en vez de mostrar explícitamente. Aquí, por mucho que escarbemos, no hay sorpresas ni giros más o menos prometedores. Empieza bien y termina regular, y entre tanta convulsión o (es)pasmo no han construido nada reseñable. El envoltorio (sí, ¿y qué?) es de primera categoría, mérito ineludible del franquiciado James Wan. Pero había más terror primigenio en el crepitante plano inicial de Sinister —una familia ahorcada grupalmente en el árbol de su propio jardín— que en los ciento veinte minutos de Expediente Warren: The Conjuring. ★★★★★

    Juan José Ontiveros.
    crítico de cine.

    Estados Unidos, 2013, The Conjuring. Director: James Wan. Guión: Chad Hayes, Carey Hayes. Productora: WB / New Line Cinema / Evergreen Media / The Safran Company. Música: Joseph Bishara. Fotografía: John R. Leonetti. Intérpretes: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Lili Taylor, Joey King, Ron Livingston, Mackenzie Foy, Shanley Caswell, Hayley McFarland, Sterling Jerins, Shannon Kook.

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