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    Notas de cine (I): Bresson y el miedo

    Bresson y el miedo

    Notas de cine | I

    | NOTA: Todas las citas de Robert Bresson están extraídas de su libro Notas sobre el Cinematógrafo, Gallimard, 1975. |

    JESÚS ARMESTO |
    CINEASTA & ESCRITOR.


    Aquí hay miedo.
    Miedo a sentir demasiado y a no saber qué hacer con tanto.
    Miedo a ser descubierto. Miedo existencial. Miedo a ser.
    Miedo a que la cámara desvele tu identidad.

    Robert Bresson, Francia 1901-1999. Inolvidable. Criticado. Olvidado. Venerado. “Bresson es el cine francés, como Dostoievski es la novela rusa y Mozart es la música alemana”, escribió Godard, piedra filosofal de la Nouvelle Vague. Puede sorprender el título de este artículo; en el “qué” de Bresson no encontraremos miedo. No aparece en sus tramas. No asoma en las palabras. No está. Pero en el “cómo” se vuelve omnipresente. Bresson es el miedo.

    El miedo como tensión interior

    Quien se acerca por primera vez a Bresson descubre pronto una capa evidente: las emociones no se muestran; se contienen. El miedo no se expresa en gritos, frases del texto, persecuciones o amenazas externas, sino en un temblor íntimo, en la lucha entre una voz interior y un mundo que presiona para quebrarla. En Un condenado a muerte se ha escapado, el protagonista no enuncia ni una sola vez lo que teme. No hay arco dramático ni desarrollo psicológico del personaje sobre su miedo. Pero cada gesto mínimo, cada cerradura, cada respiración están guiadas por un terror existencial que nunca se verbaliza. El trabajo con el sonido —pasos, rozaduras, golpes, mecanismos— es un mapa de la tensión. Una selva de microgestos. A veces, este sonido es rítmico como un metrónomo (Lancelot du Lac), otras veces crea el leitmotiv de la escena, y otras arropa la presentación del personaje.

    En Pickpocket, el miedo del protagonista no es a la ley, sino a sí mismo: a ese impulso oscuro que lo habita. Bresson conduce la tensión hacia dentro, y la cámara hacia esos planos detalle que rodean la acción: manos que roban, cierres que se desplazan, miradas que no se sostienen. A esto se le ha llamado minimalismo. Y no puedo estar de acuerdo. En Bresson todo está dispuesto alrededor de una exactitud abierta a la imperfección, pero en ningún caso al vacío. Quizás sea ese el paradigma que guía su cine. “Ser yo mismo un instrumento de precisión”. Y también: “No tener alma de ejecutante. Encontrar en cada toma un nuevo toque para lo imaginado. Invención - reinvención inmediata.”

    En Al azar de Baltasar, el mundo parece cruel desde su raíz, y el miedo se vuelve atmósfera. Una niebla moral que envuelve a los personajes antes incluso de que actúen. Sobre ellos escribirá: lo importante no es lo que muestran sino lo que esconden.

    Bresson convierte el miedo en una vibración: algo que no puede verbalizarse, pero que existe con la misma solidez que un objeto. El miedo es presentado como un flujo interior que acaba plasmado en una materialidad, sonora y visual. En contraposición, por ejemplo, Hitchcock presenta el miedo como un elemento exterior que invade y detona la dimensión personal del protagonista. De fuera adentro.


    PICKPOCKET | UN CONDENADO A MUERTE SE HA ESCAPADO


    Los personajes: miedo a ser vistos

    Como es sabido, los actores de Bresson no son actores. Son “modelos”. Esto elimina lo teatral, la técnica, la elaboración de una suavidad en el personaje. Los deja desnudos. Un actor está en el cinematógrafo como en un país extranjero. No habla la lengua del lugar.

    El resultado: rostros quietos, gestos mínimos, voces casi monocordes. Esa desnudez genera una sensación constante de fragilidad, como si estuviéramos viendo a personas sin defensas, expuestas a una verdad que podría quebrarlas con un soplo.

    Ahí hay miedo.
    Miedo a sentir demasiado.
    Miedo a que la verdad se revele.
    Miedo a que la cámara sea un espejo demasiado fiel.
    Y, al mismo tiempo, una belleza inmensa que reconocemos de inmediato en un cine construido desde lo sensorial y guiado por una honestidad difícilmente replicada en el cine.

    El miedo como arquitectura sonora

    Bresson construye el miedo de forma casi musical: cortes secos, cine desnudo, ausencia de música emocional, insistencia en la materialidad del sonido (cerraduras, pasos, metal, papel, armadura, caballos).

    Lo cotidiano se vuelve amenazante. Lo invisible toma el protagonismo: estamos ante el cine del fuera de campo. DW Griffith, el que fuese autor de Intolerancia y de El nacimiento de una nación, lo definió así: “el cine es mostrar el viento en las hojas de los árboles”. Bresson es un militante activo de este predicamento. Y lo hará crecer en su filmografía.

    El miedo como vía hacia la iluminación

    En Bresson, el miedo suele ser la antesala de una iluminación (personal, interior). No religiosa, sino un recogimiento profundo que reordena al personaje desde dentro. Una forma extensa de conciencia.

    Es como si Bresson dijera: solo quien se enfrenta a su miedo puede reconocerse a sí mismo.

    Bresson no filma el miedo como tema

    Lo filma como estado. Su miedo no surge de la narrativa: surge del mundo físico. Y lo descubrimos en el roce, en el silencio, en el detalle. Como vibración interior. Como estructura de la mirada que, a la par, le obsesiona tanto dirigir como dejarla estar. Quizás su cine lo encontremos en ese ejercicio de equilibrismo, entre el esbozo libre del ejercicio primario del cinematógrafo, y la exactitud casi sinfónica de sus elementos: imagen y sonido. Dirá: “no se trata de dirigir a alguien, sino de dirigirse a uno mismo”. Quizás en esa insistente mirada interior, Bresson encontró sus propios miedos, y lo que hizo con ellos es ya historia del cine. ♦


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