|| Críticas | ★★★★☆ |
Aro berria
Irati Gorostidi
Cabe pensar
Aarón Rodríguez Serrano
ficha técnica:
España, 2025 Título original: «Aro berria» Dirección: Irati Gorostidi Agirretxe. Guion: Irati Gorostidi Agirretxe (adaptación basada en parte en la comunidad «Ostadar Familia» del valle de Ultzama en los 80, y las luchas obreras en el País Vasco de los 70). Compañías: Sr. & Sra. Films, Apellaniz y Sosa, Ion de Sosa. Festival de presentación: Festival de San Sebastián 2025 (Sección New Directors - Mención Especial). Distribución en España: Elástica. Reparto: Maite Muguerza Ronse (Eme), Óscar Pascual López (El Cinco), Aimar Uribesalgo Urzelai (Dotore), Edurne Azkarate (Fletxa), Jon Ander Urresti Ugalde (Tintxo). Con la colaboración especial de Jan Cornet y Oliver Laxe. Duración: 102 minutos.
España, 2025 Título original: «Aro berria» Dirección: Irati Gorostidi Agirretxe. Guion: Irati Gorostidi Agirretxe (adaptación basada en parte en la comunidad «Ostadar Familia» del valle de Ultzama en los 80, y las luchas obreras en el País Vasco de los 70). Compañías: Sr. & Sra. Films, Apellaniz y Sosa, Ion de Sosa. Festival de presentación: Festival de San Sebastián 2025 (Sección New Directors - Mención Especial). Distribución en España: Elástica. Reparto: Maite Muguerza Ronse (Eme), Óscar Pascual López (El Cinco), Aimar Uribesalgo Urzelai (Dotore), Edurne Azkarate (Fletxa), Jon Ander Urresti Ugalde (Tintxo). Con la colaboración especial de Jan Cornet y Oliver Laxe. Duración: 102 minutos.
La película arranca en el territorio del materialismo más brutal: la producción, la máquina, el cuerpo que arranca la huelga retratado en un extraño pero fascinante conjunto de miradas aéreas. Es la historia de la lucha obrera posfranquista, los materiales sobre el hierro que se hilvanan o se puntean con la reflexión ideológica. Es interesante cómo pasa del metal a los cuerpos y a su palabra: las condiciones de producción, la familia, la propiedad privada, el sexo. El propio lenguaje de la cinta tiembla y oscila del euskera al castellano. Hablan como piensan, piensan como cenan y como luchan, y de pronto, la película girará en redondo y se desprenderá a un extraño territorio lleno de colorido, piel, fábula, pero también de billetes de cinco mil pesetas primorosamente doblados. El salto de la película es como el salto de sus protagonistas: brusco, difícilmente explicable en nuestro tiempo, una especie de enigma, una caída en el vacío y hacia el vacío.
Irati Gorostidi rueda los ceremoniales de la secta —no me privaré de usar esa palabra, aunque entiendo que pueda llevar a controversia— con una libertad y una precisión exquisita. Hay que atravesar ese espacio, mirar, tomarse el tiempo, volver a mirar, escuchar los gritos y las respiraciones, los llantos y los aullidos, darse cuenta de cómo el ritual —por muy reconstruido, artificioso, incluso a veces ridículo que parezca— funciona. La mecánica de los cuerpos es un mecanismo preciso de sudores, luces, desnudos, colchones y esa exuberante tienda de un rojo brillante, un rojo cósmico al que la fotografía de Ion de Sosa le saca todo el partido. Un rojo ceremonial, como es la pintura en el rostro o el gesto del diablo que derrama las viandas contra el suelo. Se dirá que la película es «antropológica», pero probablemente es algo mucho más complejo e interesante: es un cuestionamiento íntimo, muy propio, deliciosamente personal, por lo que queda aquí y ahora —o lo que quedó tras la Transición— de aquel susurro continuo de los dioses. Cabe pensar que la palabra ahora se nos atraganta levemente, así que digamos «las energías» o «las fuerzas» o lo que usted prefiera. Lo importante es que la cámara de Gorostidi plantea la pregunta metafísica pero a partir de lo concreto de los cuerpos, y a veces, de su lenguaje. Cuerpos embarzados o que abortan, cuerpos en los que se intuye algo así como una sexualidad cósmica de lejanías —la referencia a Wilhelm Reich es precisa y preciosa—, una movida del orgón o cosa similar. Yo vivo a este lado de la tela roja o del telón de esos discursos, y sin embargo, me gusta que la película sea capaz de retratar con cierta responsabilidad —no diré «objetividad»— toda esa coreografía de gestos, posiciones y vaivenes.
La película se ha vendido como una suerte de exploración sobre el pasado de la directora, pero creo que es a la vez algo más y algo menos. Algo menos, porque la verdad se antoja siempre escurridiza, siempre en sordina, siempre dislocada. Los que no conocemos demasiado de la historia del grupo religioso en cuestión —hasta los planos finales, si yo no recuerdo mal, no se explicita la cuestión del arco iris— tenemos que perdernos en el metraje y asumir que algo se nos escamotea, se nos niega. Pero también es algo más, porque tiene un cierto regusto a pregunta generacional que uno no sabe si llega pronto o tarde, pero que llega. Hay una pregunta fundamental, muy viva, sobre las relaciones entre la espiritualidad y el fracaso ideológico de las propuestas de izquierda. Para una generación como la mía que ha pasado sin despeinarse del Sí se puede a comulgar (literalmente) con el último trabajo de flamenco pop pseudocristiano, en fin, parece una pregunta bastante pertinente.
Por lo demás, cabe pensar que Gorostidi puede estar llamada a ser una de las directoras más salvajes e interesantes del panorama nacional. Que ha encontrado una manera valiente e inquietante de construir sus imágenes está fuera de toda duda. Que tiene un olfato inteligente para organizar y desplegar sus intuiciones, también. A partir de aquí se abre la posibilidad de una carrera completa y compleja, en la que sin duda Aro berria será un más que dignísimo frontispicio. ♦
















