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    Crítica | 7 diosas

    7 diosas

    Quebrando el canon

    crítica de 7 diosas (Angry Indian Goddesses, Pan Nalin, India, 2015).

    La India es una nación de gran tradición cultural, geográfica o gastronómica que resulta muy atractiva para sus residentes y turistas, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Alcanzada su independencia en 1947 gracias al movimiento pacifista liderado por Gandhi, ha desafiado varios escollos materiales y salvedades teóricas para convertirse contra pronóstico en una democracia consolidada. O al menos así lo es en apariencia. Porque tras la fachada luminosa de su gente y sus costumbres, y tras sus normas e instituciones de influencia occidental, subyace una sociedad heterogénea y abigarrada repleta de pegas y trabas. Su demografía empuja a la desigualdad, y sus castas generan marginación, pero sobre todo nos interesa aquí otra lacra: la de las violaciones. Según varias estadísticas, este Estado es el de mayor índice de abusos en el mundo, y los mismos han ido creciendo cada año, hasta el punto de que en los últimos meses se han llegado a producir unos cien casos diarios. Además, este número es el que reflejan los organismos que estudian la materia, pero como ocurre con la mayoría de los episodios de violencia de género, son sólo una minoría los que salen a la luz. De hecho sus ramificaciones son profundas: más allá del citado delito engloban también actos de acoso, diferencias salariales o prohibiciones como el del matrimonio entre personas del mismo sexo, propias de una sociedad conservadora y patriarcal. En definitiva, la cuestión es grave y está omnipresente, aunque muchos la ignoran o prefieren mirar hacia otro lado. El cine, como forma de ocio y consumo de masas, sería entonces un buen instrumento para concienciar a la mayoría y mejorar la situación. Si bien en las producciones de Bollywood dominan el folclore y el entretenimiento, de la cinematografía india también nos han llegado cintas más serias y comprometidas con los problemas del país, como la reciente Tribunal (Court, Chaitanya Tamhane).

    Ahora se estrena en nuestra cartelera 7 diosas (Angry Indian Goddesses, 2015), película menos sutil que la recién mencionada pero a la vez bastante más divertida. En este sentido, no renuncia a algunos rasgos del cine nacional más popular, e incluso arranca con el rodaje de una escena típicamente bollywoodiense, aunque la misma sirve asimismo como contrapunto, tanto con la forma como con el fondo posteriores. La actriz de la susodicha secuencia es una de las amigas que, en sus respectivos ámbitos laborales, sufren algún tipo de discriminación de género, por lo que todas dimiten o se toman unas vacaciones para reunirse en la casa de una de ellas que se va a casar con otra. Se trata de un bonito lugar del estado de Goa, rodeado de frondosidad y al borde del mar, que les sirve a todas estas mujeres a modo de purificación y catarsis. Importan con ello la exteriorización de sus emociones hasta entonces contenidas, junto a las oportunas confesiones y revelaciones, para ir superando sus respectivos conflictos y afrontar el futuro con cierta esperanza, representado por ese alegre matrimonio que desafía las convenciones. Lo cierto es que no sospechamos que se les pueda escapar este objetivo, pues aunque desde su comienzo el metraje ha dejado patente sus intenciones de denuncia igualitaria, no parece que nada pueda perturbar la interacción femenina bajo protección que surge en esa nueva localización. Además, si bien nos recuerdan cada cierto tiempo lo irreal de su emancipación, como en la conversación que mantienen en una cena sobre el tema y las acusaciones que se vierten; o cuando una se atreve a decirle a la otra que es infeliz con su esposo y siempre lo ha sido y quiere divorciarse, predomina un tono ajeno a estas grises experiencias.

    7 diosas

    «7 diosas es un filme irregular y desconcertante, pero siempre llamativo y atractivo, y al que el desenlace final da un mayor alcance al conjunto del que transmiten sus partes aisladas, logrando así el objetivo que exponíamos al principio: combinar cine de evasión con cine de denuncia».


    Hablar aquí de un tono predominante no es con todo muy certero, ya que en parte por esa combinación de ligereza y gravedad, y por intentar desarrollar los conflictos propios de hasta siete personajes principales, asistimos a una narrativa un tanto alambicada. Incluso en una misma secuencia el cambio de registro puede ser repentino, y los estados de ánimo se alteran sin apenas solución de continuidad. De esta manera algunos detalles importantes de caracterización parecen introducidos con calzador, dada la falta de precedentes y la confusión que los rodea. Es el caso por ejemplo de las supuestas intenciones suicidas de una de las protagonistas, reveladas por su novio que se materializa como por arte de magia en el salón donde ellas se encuentran. A esta heterogeneidad contribuye una planificación alocada, con la cámara en constante movimiento y sin seguir caminos predeterminados, ya que curiosamente se combinan cuadros más sosos y anodinos con otros más excitantes y poéticos. En resumen, el estilo podría definirse como una mezcla de telenovela y videoclip: lo primero acorde a una temática melodramática propicia a los aspavientos, y lo segundo a una fragmentación visual en ocasiones unificada por canciones pegadizas que entonan o escuchan estas mujeres hiperactivas. Así pues el cineasta Pan Nalin se contagia en cierto modo del acelerado método de producción industrial del que como decíamos debería haber huido esta película, aunque solo fuera por sus intenciones. En otras palabras, una visión algo más coherente y pautada habría definido mejor su componente dramático y nos habría implicado mejor en las vivencias de sus personajes. Pero el esfuerzo por sortear las expectativas es evidente, y se agradece. Desde el apuntado prólogo, que con un montaje en paralelo busca revertir situaciones de dominación de género, seguido por una secuencia de créditos de lo más novedosa y animada, hasta el transcurso de la historia en que se van sucediendo los pequeños impactos, todo nos avisa de que uno mayor está por llegar. Por ello no es quizás un defecto el que la cinta vaya dando saltos de una acción a otra, manteniéndonos en vilo, pues aunque sea con un acento más liviano que el que se avecina, permite que haya cierta conexión y cobren mayor sentido los sucesos acaso incongruentes que hemos podido presenciar hasta ese momento. En definitiva, 7 diosas es un filme irregular y desconcertante, pero siempre llamativo y atractivo, y al que el desenlace final da un mayor alcance al conjunto del que transmiten sus partes aisladas, logrando así el objetivo que exponíamos al principio: combinar cine de evasión con cine de denuncia. | ★★★ |


    Ignacio Navarro Mejía
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    India & Alemania, 2015. Dirección: Pan Nalin. Guion: Pan Nalin, Subhadra Mahajan, Dilip Shankar & Arsala Qureishi. Productoras: Jungle Book Entertainment / ONE TWO Films / Protein Entertainment. Fotografía: Swapnil S. Sonawane. Montaje: Shreyas Beltangdy. Música: Cyril Morin. Diseño de producción: Aradhana Seth. Dirección artística: Tiya Tejpal. Vestuario: Ashima Belapurkar. Reparto: Sarah-Jane Dias, Amrit Maghera, Sandhya Mridul, Tannishtha Chatterjee, Pavleen Gujral, Anushka Manchanda, Rajshri Deshpande. Duración: 115 minutos.

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