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    Crítica | Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia

    Batman v. Superman: Dawn of Justice

    De dioses y hombres (otra vez)

    crítica de Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia (Batman v. Superman: Dawn of Justice, Zack Snyder, EE.UU., 2016).

    Dentro de las cada vez más amplias fronteras del fandom, siempre se ha fantaseado con la idea de enfrentar a los grandes superhéroes con el fin de saciar un deseo incontrolable de comparar el poder. La macabra curiosidad del fanático ha llevado a los creadores de historietas a engendrar duelos tan sanguinarios como delirantes —Superman contra Muhammad Ali (1978, DC Comics)—. Sin embargo, a la hora de la verdad, ningún aficionado quiere ver a sus grandes ídolos defendiendo extremos opuestos de un mismo fin, por la sencilla razón de que no soportarían la derrota y, por lo tanto, la desmitificación de cualquiera de ellos. Sólo en casos de extremismo ideológico el fanático es capaz de disfrutar con la muerte del superhéroe, como ocurría en aquella sensacional serie gráfica de Marvel Comics: Deadpool Kills The Marvel Universe, en la que la iconoclastia del personaje y la esperpéntica comicidad jugaban un papel primordial para la aceptación de los anunciados magnicidios. La premisa inicial de Batman v Superman: El amanecer de la Justicia resultaba pues muy valiente, al avisar de esa esperada gran batalla de los dos pesos pesados de DC Comics. La gran pregunta estribaba en si los estudios iban a llevar ese enfrentamiento hasta las últimas consecuencias o simplemente era un vil pretexto para inmortalizar a los defensores de la justicia juntos en un mismo plano. Y lo cierto es que tan sólo leyendo la sinopsis o echando un vistazo al tráiler promocional era suficiente para despertar del quimérico escenario: «Tranquilos ciudadanos del fanatic kingdom, la alianza está garantizada», parecían avisar los comerciales y los textos introductorios a la película que ha monopolizado las redes sociales durante las últimas semanas.

    La cinta comienza cachazuda con una voz conocida y presagiosa que augura lo que todos temíamos, «hubo una época sublime…»; el hombre murciélago no deja claro si se refiere a la ficción o a la realidad. Ese tiempo pretérito parece criticar lo que todos pensábamos, el género necesita tomar aire y que un puñado de cabezas se sienten en torno a una mesa redonda para tratar de volver a darle el enfoque novedoso que viene pidiendo a gritos desde que renaciera la leyenda del caballero oscuro. Y la verdad es que en el mundo de las producciones cinematográficas basadas en novelas gráficas hubo un tiempo sublime en el que se cambiaron los esquemas y la idiosincrasia del héroe y, por un instante, a lo largo de la primera parte de este díptico hagiográfico, la más introspectiva, hay momentos en el que soñamos con un resurgimiento del género. Los protagonistas se presentan como la cara y la cruz de la justicia que siempre han representado, aunque en esta ocasión se les ve cansados, dando por sentada su presencia entre la población tendente a la idolatría. Superman aparece con el juicio nublado por su verdadero talón de Aquiles: Lois Lane. La dureza represiva utilizada por el alter ego de Clark Kent despierta cada vez más suspicacias en torno a la permisividad con la que el tribunal de justicia —lo que quede de él— lo protege. Por otro lado Batman ha sufrido una involución similar, su crueldad y sadismo a la hora de detener a los criminales no es bien vista por los defensores de una justicia limpia. Como una epidemia se propaga un desencanto general hacia la figura del salvador. El ciudadano está descontento y eso se aprecia muy claramente en la figura de Superman, quien es elevado a la altura de una divinidad y, como tal, se cuestionará su culto y su existencia. De cualquier modo, lo que ambos héroes alcanzan a ver son los defectos y excesos de su homólogo vecino, precedente para el conflicto inicial. Y en este punto comienza lo verdaderamente interesante del filme: una lucha territorial de egos. Batman actúa influido por el miedo que le produce una figura indestructible y todopoderosa como la del hombre de acero. Salen a flote los verdaderos temores de un hombre que pensaba que ya era inmune a ellos y, en su primer enfrentamiento, será humillado y despreciado.

    Batman v. Superman: Dawn of Justice

    «Las evidentes guerras civiles, luchas de titanes y demás acciones bélicas han dado paso al concepto marcial más apasionante de todos: la Guerra Fría. Se trata de un momento de presunción de poder, el macho ha de dejar claro su dominio y ganarse el respeto para convertirse en el superhéroe alfa».


    Nos encontramos sin lugar a dudas en el mejor momento del metraje. Las evidentes guerras civiles, luchas de titanes y demás acciones bélicas han dado paso al concepto marcial más apasionante de todos: la Guerra Fría. Se trata de un momento de presunción de poder, el macho ha de dejar claro su dominio y ganarse el respeto para convertirse en el superhéroe alfa. Los misiles de Cuba se tiñen de verde kriptonita y se reincide con mayor fuerza y gravedad en el concepto de la lucha entre dioses y hombres, cuyo significado más profano y cercano a los enfoques mitológicos queda resumido en una amenaza sublime: «¡Sangrarás!». La estricta delimitación del discurso cinematográfico alcanzaba un sentido absoluto. Pese a que le sobraba más de media hora de divagaciones a esa primera parte, ahora el guion y el relato mítico se hermanan en perfecta armonía y, en contra de todo pronóstico, funciona perfectamente. Desafortunadamente todo fue un espejismo pues, antes de que nos demos cuenta, la película sufre una división conceptual que la convierte en todo eso que había criticado —o eso pensábamos— al comienzo. Finalmente el miedo y la inseguridad impidió que se forjara un nuevo cine de superhéroes y, en ese momento, aparece la figura del villano. ¿¡Por qué!? Si ya teníamos a dos héroes y dos villanos perfectos. Obviamente las productoras no tienen fe en el espectador. No conciben que éste pueda decantarse e implicarse tanto con un relato en el que ni ellos mismos confían. Así que volvemos a lo de siempre. El villano como centro de la trama y como elemento más atractivo con un Lex Luthor muy elocuente y de verbo rápido que viene como anillo al dedo para el corte cínico-intelectual de Jesse Eisenberg.

    Batman v. Superman: Dawn of Justice

    «La segunda mitad, mucho más expeditiva pese a lo convencional, gana en efectividad atractiva para el gran público, que agradecerá la rapidez y la vuelta a lo conocido en aras de un planteamiento que subraya la continuidad de la saga».


    La ciudad vuelve a cobrar una importancia absoluta. Gotham, defendida por el hombre murciélago, siempre a la sombra, al borde de la legalidad, esquivo, misántropo, solitario… enmascarado; y Metrópolis, con su orgullo nacional, el hombre de acero, amigo de la ley, del ciudadano y de los flashes que se vanagloria de su poder y su gracia. Su heroicidad es su escudo y su seña de identidad… desenmascarado. Dos ciudades icónicas que descubrimos además como vecinas. Una bahía separa ambas costas, por lo que ha sido un milagro que los caminos de estos dos salvadores no se hayan cruzado antes. Nos adentramos pues en una abyecta fase sobreexplicativa que, marcada por la fusión conceptual de los dos protagonistas en un mismo héroe, evidencia el entorno como elemento definitorio de su carácter. El excesivo ruido computerizado de sintetizadores se apodera de toda la acción y dificulta la transmisión de un mensaje que sólo retomará su alegórico simbolismo al final, con una escena metafórica religiosa que muestra las consecuencias de ese choque entre dioses y humanos en un monte del Calvario improvisado de gran poder visual. Nuevamente se muestra la lucha contra la corrupción, pero en ningún caso se combate contra el sistema que permite su presencia. Los enemigos de los superhéroes son seres con una visión polémica de la existencia, muy heracliteana, muy dialéctica. Se sostiene que todo necesita un cambio constante y, pese a ello, es el villano el único que tiene claro que la evolución está supeditada a la mutabilidad. Surge aquí la idea de inmovilismo del héroe, obsesionado por conservar los valores clásicos y condenar a la sociedad a un estancamiento. El héroe tiene terror al cambio, al progreso, al avance, representa de forma pedagógica los valores civilizatorios de la sociedad occidental, hoy personificada por Estados Unidos. A los héroes no les tiembla el pulso cuando destruyen y ponen patas arriba todo su entorno a costa de los pobres contribuyentes que tendrán que apechugar para levantar de nuevo todo de sus cenizas, empero, no se les ocurre que quizá, lo mejor, no es reconstruir, sino crear una nueva ciudad evolucionada. Los superhéroes legitiman el statu quo por medio de la violencia "necesaria" para mantener el orden imperante (no buscan el cambio, sino la estabilidad permanente) e identifican a sus enemigos físicos e ideológicos que amenazan la existencia de las supuestas paz, justicia y tranquilidad en las que se vive. Esta segunda mitad, mucho más expeditiva pese a lo convencional, gana en efectividad atractiva para el gran público, que agradecerá la rapidez y la vuelta a lo conocido en aras de un planteamiento que subraya la continuidad de la saga (Liga de la justicia) pero, ¿a qué precio? | ★★ |


    Alberto Sáez Villarino
    © Revista EAM / Dublín-Alicante


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2016. Título original: Batman v. Superman: Dawn of Justice. Director: Zack Snyder. Guion: David S. Goyer, Chris Terrio (Story: David S. Goyer, Zack Snyder). Fotografía: Larry Fong. Duración: 153 minutos. Música: Hans Zimmer, Junkie XL. Productora: Warner Bros. Pictures / DC Entertainment / Dune Entertainment. Montaje: David Brenner. Diseño de producción: Patrick Tatopoulos. Diseño de vestuario: Michael Wilkinson. Intérpretes: Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Jesse Eisenberg, Gal Gadot, Diane Lane, Laurence Fishburne, Jeremy Irons, Holly Hunter, Scoot McNairy, Callan Mulvey, Tao Okamoto, Brandon Spink, Lauren Cohan, Michael Shannon, Hugh Maguire, Jason Momoa, Ezra Miller, Ray Fisher.

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