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    Crítica | La mejor oferta

    La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore

    LA PESADILLA DEL VIOLÍN ENFÁTICO

    crítica de La mejor oferta | La migliore offerta, Giuseppe Tornatore, 2013

    “Todas las falsificaciones tiene algo de auténticas (…) El falsificador no puede evitar traicionarse a sí mismo dejando su huella, un simple cambio en la pincelada que descubre su sensibilidad”, opina el subastador Virgin Oldman. Un gentleman canoso que vive rodeado de toda clase de lujos, que se tiñe el pelo con la intención de aparentar menos edad y que nunca, jamás toca ningún objeto con las manos: usa guantes —observen su maravillosa colección— y odia los teléfonos móviles. Es supersticioso, amaña las subastas para llevarse los mejores botines, pinturas antiguas de cualquier autor y latitud, principalmente retratos de mujeres, cuyos ojos se clavan en el viejo ermitaño cuando éste las contempla desde su sillón, mientras degusta un buen vino francés y sueña con los amores que no fueron, ni serán, dentro de la hermética sala que tiene en su piso. Virgil Oldman es el paradigma de la soberbia. Su tristeza es perdurable y deprimente, ningún lienzo llenará el vacío que siente en su interior; un espacio en blanco, en el último rincón del cubo que esconde una suerte de museo celoso e intemporal. La estética del solitario exquisito. 10.000, 20.000, 40.000… El director Giuseppe Tornatore ofrece 50.000 (y una fabulosa sección de cuerda: violines, violines, violines). ¿Quién da más? ¿Nadie? Adjudicado al responsable de Cinema Paradiso. Luego, Virgil conoce a una enigmática mujer que le propone tasar las suntuosas reliquias que hay en su mansión. Pero ella no da la cara. Se esconde, literalmente, tras la puerta camuflada en mitad del mosaico de la pared. Sufre agorafobia, y por un momento —quizá treinta segundos, soy muy riguroso— quien esto escribe sospecha que podría ser algo así como una mujer elefante, deforme, acaso un fantasma traumado que intenta deshacerse de los recuerdos, herencias que se incrustan como el moho en las paredes desconchadas. Pero la inquietante música de Ennio Morricone nos obliga a pensar en un thriller sin bisagras, paradoja del miedo al exterior. Y Virgil —aquí el siempre proteico Geoffrey Rush— camina firme como un alambre, empeñado en descubrir físicamente esa voz joven, rota, que se cuela a través de la cerradura.

    La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore

    No tardo mucho en empatizar con ese mecenas del arte, menos aún cuando se revela el rostro del fantasma enfermizo: Sylvia Hoeks. Quizá le falle el tacto (por aquello de los guantes), pero no el gusto para elegir mujeres. Asimismo, Virgil le contará sus peripecias a un confidente que, en tanto que escucha y aconseja, compondrá metódicamente un autómata del siglo XVIII, cuyas piezas se habían desperdigado por la casa de esa sensual huérfana. Jim Sturgess se introduce en la piel de un manitas superdotado, risueño y vagamente triunfador entre el género femenino. Nada especial. El chico no es una luminaria del cine, por muchos piropos que le lluevan desde amplios sectores de la crítica. El peso recae en Rush y Hoeks y, de cuando en cuando, en Donald Sutherland, ese amigo fiel (un aspecto éste, el de la fidelidad, muy sobrevalorado) que puja tramposamente por obras de arte que valdrán millones segundos después de su adquisición. Hasta ahí, La mejor oferta es una película dotada de magnetismo y el punto exacto de inquietud, con interpretaciones de alto calibre y un creciente malestar psicológico. Más curiosa que sutil, pero de cuidada factura. Inapelable durante no pocos minutos. Y, sin embargo, enseguida adviertes que los giros son muy previsibles: Tornatore acentúa sobremanera sentimientos y medias verdades, materializando así un producto de escaso relieve.

    El hecho de ambientar la historia en el ampuloso mundo del arte, responde casi exclusivamente al simbolismo propio del acto que pergeñan sus jugadores: basta con hurtar la belleza o, mejor dicho, convertirla en una ensoñación tangible. A punto de alcanzar equis nivel de concentración, el voyeur u observador ocasional pierde la referencia del paisaje y su arquitectura, y entonces sólo quedan hipótesis, disertaciones acerca de una mujer que nunca sabremos si quería sonreír o estaba a punto de lanzar una carcajada. ¿Acaso no hacía mohines el pintor? En La mejor oferta, cuyo primer tercio funciona sin tics melodramáticos, la modelo retratada insinúa algo muy turbio. Pero el autor es Giuseppe Tornatore y, por ende, asistimos a las flaquezas del viejo romántico. Hay violines. Clave menor. Sonido de piano. Y la música, del maestro Ennio Morricone, se torna en spoiler sin paliativos. Finalmente pienso que el argumento lo tenía todo para convertirse en una gran película, pero su falta de carácter o subversión, no ya de sorpresas —que también—, conforman un relato previsible. Como tener el museo en casa y acostumbrarse a la excelencia. Como mirar y no ver. O verlo todo con insólita claridad. ★★★★★

    Juan José Ontiveros.
    crítico de cine.

    Italia, 2013, La migliore offerta. Director: Giuseppe Tornatore. Guión: Giuseppe Tornatore. Fotografía: Fabio Zamarion. Música: Ennio Morricone. Reparto: Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Maximilian Dirr, Philip Jackson, Dermot Crowley, Liya Kebede, Kiruna Stamell.

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