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    LA INVASIÓN DE LOS ULTRACUERPOS (1978)

    Invasion of the Body Snatchers
    LAS PLANTAS QUE LLEGARON DEL ESPACIO EXTERIOR
    La invasión de los ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, Philip Kaufman, 1978)

    Partiendo de la base de que La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) me sigue pareciendo uno de los clásicos de la ciencia ficción de los 50 más importantes y que mejor han resistido el paso de los años, me declaro un ferviente defensor de este magnífico remake de 1978. La obra original de Don Siegel fue en su momento una camuflada crítica al momento político que vivían los Estados Unidos, en una época en que el senador Joseph McCarthy desencadenó una caza de brujas contra cualquier persona sospechosa de ser comunista. Esta carga política desaparece por completo en la versión de Philip Kaufman, decididamente más anclada en el género de terror, sin dobles lecturas. Posiblemente estemos hablando de la mejor obra de un realizador simplemente correcto que, a al fin y al cabo, nos ha ofrecido títulos tan interesantes como Elegidos para la gloria (1983), La insoportable levedad del ser (1987) o Quills (2000).

    La invasión de los ultracuerpos (1978) adapta por segunda vez la novela corta de Jack Finney, publicada en 1955. Las diferencias más relevantes respecto a la versión de Don Siegel son el cambio de escenario (de una pequeña población californiana a una gran urbe como San Francisco) y un tratamiento más violento, bastante alejado de la ingenuidad que hoy nos puede producir el visionado de la cinta clásica. La esencia de la historia sigue siendo la misma: unas extrañas semillas de origen extraterrestre comienzan a germinar en los parques de San Francisco. Esto coincide con una oleada de extraños comportamientos en personas que parecen haber perdido cualquier rastro de emotividad. La psicosis y la desconfianza comienza a extenderse por la ciudad, al mismo tiempo que aumenta el número de individuos que parecen haber sido víctimas de una suplantación. La historia siempre me ha parecido muy atractiva sin ser del todo novedosa dentro del cine de ciencia ficción, ya que viene a ser una variante de El enigma de otro mundo (1951) o Invasores de Marte (1953), donde los humanos también eran suplantados por malvados seres extraterrestres. Lo verdaderamente destacable del filme de Kaufman reside en la lograda atmósfera de paranoia y angustia que consigue ya desde los primeros minutos en que vemos a un cura balanceándose en un columpio del parque entre un grupo de niños. Una escena aparentemente cotidiana y fuera de lo anormal que adquiere una desasosegante impresión de amenaza latente gracias a la climática música de Denny Zeitlin. La película acierta plenamente en no basar su terror en situaciones explícitamente violentas o sangrientas, sino en el miedo a lo desconocido y la desconfianza que se produce al no saber si la persona que tienes al lado es quien parece ser. Y todo esto en un paisaje urbano magníficamente fotografiado por Michael Chapman, que ya había retratado como nadie las noches de Nueva York para Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese. Esas calles de San Francisco donde la gente parece caminar sonámbula de un lado para otro con intenciones sospechosas en una especie de conspiración contra la humanidad, consiguen en el espectador una mayor sensación de claustrofobia que si la trama se desarrollara en un lugar herméticamente cerrado. La cámara se mueve con nerviosismo alrededor del personaje de Donald Sutherland en la escena en que realiza las llamadas telefónicas a las autoridades desde una cabina telefónica, avisando del peligro que se cierne sobre todos. El efecto que logra es que el público experimente la misma impotencia y crispación que sufre el personaje ante el hecho de que nadie crea lo que está sucediendo. También están rodadas con imaginación las escenas de persecución, en donde vemos como los pies de protagonistas y perseguidores van caminando por la calle a un paso cada vez más ligero hasta terminar en una carrera desesperada. 

    Leonard Nimoy Invasion of the Body Snatchers
    Leonard Nimoy en 'La invasión de los ultracuerpos', de Philip Kaufman

    La invasión de los ultracuerpos, pese a tratarse de una cinta de terror, está rodada con el realismo, sobriedad y vigor del mejor cine policíaco de los 70. Los escenarios y ambientes no están muy alejados de títulos emblemáticos de aquella década como The French Connection (1971), Harry el sucio (1971) o las películas de Sidney Lumet. Los efectos especiales, muy convincentes, cobran especial protagonismo en las escenas donde las vainas sufren la metamorfosis donde copian el cuerpo de sus víctimas. Kaufman sabe manejar muy bien la intriga y el ritmo in crescendo sin necesidad de abusar de dichos efectos, utilizándolos en momentos puntuales y sin restar un ápice de fuerza a la historia que cuenta. Otro de los platos fuertes de este filme reside en un magnífico elenco de actores, encabezado por el siempre infalible Donald Sutherland. Caras tan populares para el aficionado al género fantástico como Jeff Goldblum (La mosca), Brooke Adams (La zona muerta), Leonard Nimoy (el mismísimo Spock de Star Trek) y Verónica Cartwright (Alien) son un auténtico placer siempre. Como guiño a la cinta original cabe destacar dos cameos como los de Kevin McCarthy y Don Siegel, protagonista y director de aquella, respectivamente. McCarthy protagoniza uno de los momentos más tensos de la película cuando intenta avisar del peligro deteniendo el tráfico en medio de una autopista, perseguido por una jauría humana hasta acabar atropellado por un coche. A Siegel se le asignó el papel de un taxista de lo más sospechoso que lleva a los protagonistas a una emboscada. 

    Donald Sutherland Invasion of the Body Snatchers
    Donald Sutherland, en 'La invasión de los ultracuerpos', de Philip Kaufman

    El filme fue un éxito comercial destacado, ya que con un coste de 3,5 millones de dólares, acabó recaudando casi 25. Una jugada rentable. La novela de Finney ha conocido dos adaptaciones más a la pantalla desde entonces: Secuestradores de cuerpos (1993) de Abel Ferrara e Invasión (2007) de Oliver Hirschbiegel, ambas bastante prescindibles. Robert Rodríguez quiso rendirle un divertido homenaje con aquella cinta de terror teen titulada The Faculty (1998), que no fue entendida por la mayor parte de la crítica. La invasión de los ultracuerpos fue la prueba palpable de que se podía volver a contar una misma historia sin traicionar el espíritu del modelo original, enriqueciéndola con nuevos matices y mejorándola en muchos aspectos. Cuatro años después, John Carpenter volvería a constatarlo con La cosa, su obra maestra, que superaba claramente en todos los sentidos al clásico que actualizaba, El enigma de otro mundo (1951).

    Por todo esto, La invasión de los ultracuerpos es un título imprescindible para entender el cine de terror de los 70, modélico ejemplo de cómo manejar las atmósferas y mantener al espectador clavado en la butaca durante dos horas. Es también la versión de la historia más radical y apocalíptica, sin concesiones a finales felices gratuitos para complacer a la mayoría. Y para rematar la jugada, contiene una imagen final que merece pertenecer a la antología de los momentos más terroríficos que nos ha dado el cine, cortesía del gran Donald Sutherland. No se la pierdan.

    José Antonio Martín.

    Ficha técnica:

    Estados Unidos. 1978. Director: Philip Kaufman. Guión: W. D. Richter (Novela: Jack Finney). Productora: MGM. Presupuesto: 3.500.000 dólares. Recaudación en USA: 24.946.533 dólares. Localización: San Francisco. Música: Denny Zeitlin. Fotografía: Michael Chapman. Montaje: Douglas Stewart. Intérpretes: Donald Sutherland, Brooke Adams, Jeff Goldblum, Verónica Cartwright, Leonard Nimoy, Art Hindle, Lelia Goldoni.

    Días después, José Luis Forte dio réplica con la revisión del filme de Don Siegel 'La invasión de los ladrones de cuerpos' (1956), primera versión de este relato icono de la ciencia ficción.

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