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    Crítica en serie | Preacher (Primera temporada)

    Preacher

    Una blasfema búsqueda de la fe

    crítica de la primera temporada de Preacher.

    AMC / 1ª temporada: 10 capítulos | EE.UU, 2016. Creadores: Seth Rogen & Evan Goldberg & Sam Catlin, basados en los cómics de Garth Ennis & Steve Dillon. Directores: Seth Rogen & Evan Goldberg, Michael Slovis, Scott Winant, Craig Zisk, Guillermo Navarro, Michael Morris, Kate Dennis, Sam Catlin. Guionistas: Sam Catlin, Craig Rosenberg, Chris Kelley, Sara Goodman, Nick Towne, Mary Laws, Olivia Dufault & Seth Rogen & Evan Goldberg como argumentistas. Reparto: Dominic Cooper, Joseph Gilgun, Ruth Negga, Lucy Griffiths, W. Earl Brown, Tom Brooke, Anatol Yusef, Ian Colletti, Jackie Earle Haley, J. Nathan Simmons, Ricky Mabe, Rodger Larance, Graham McTavish, Jamie Anne Allman, Bonita Friedericy, Alex Knight, Catherine Haun, Keith Jardine, Luke Gallegos, Madelyn Henderson, Kristen Loree, Nathan Darrow, Dominic Ruggieri. Fotografía: John Grillo, Bill Pope. Música: Dave Porter.

    Los cómics de Garth Ennis y Steve Dillon, que empezaron a publicarse en 1995, son el punto de partida de los directores/guionistas Seth Rogen & Evan Goldberg para debutar en televisión, junto a Sam Catlin, guionista en Breaking bad (2008-2013), y precisamente en una cadena que busca perpetuar su éxito con las adaptaciones de novelas gráficas para tener un continuo año de audiencias millonarias. Preacher es una serie de AMC, con todo lo bueno y lo malo que eso supone, pero que en su actual oferta brilla bastante y sin problemas. Tiene un buen nivel de producción, la representación de la violencia puede llegar bastante lejos, los personajes son más que interesantes y el humor negro hace acto de presencia. Y mucho. La serie empieza con un golpe de efecto de los que aturden, con un plano que nos sitúa en el espacio exterior y una misteriosa bola de energía que llega a la Tierra a causar estragos. Rebota, explota, tiene fijación por los lugares de culto y nos introduce de entrada en lo sobrenatural, en un mundo donde hay vampiros, posesiones y poder de sugestión, donde la aparición de estos elementos se acepta sin muchos problemas, y donde los personajes se mueven por sus ansias de poder y su mero disfrute personal.

    Un mundo donde ángeles conviven con demonios, los vampiros pueden vivir en iglesias y Dios puede que haya abandonado súbitamente su lugar, agobiado por el mundanal ruido. Un mundo nuevo, reescrito con toda la libertad que da la página en blanco por Ennis y Dillon y que el trío de creadores ha decidido poner en imágenes, una operación que reboza carisma por los cuatro costados y que está cargada de esa característica energía que las mejores primeras temporadas tienen a veces, donde todo es posible y se vive solo para superar lo que se acaba de hacer. Así, cada arranque de episodio, antes de que entren los créditos, suele ser una bendita locura, una forma ejemplar e ingeniosa de captar nuestra atención para lo que viene después. Es difícil tildar un producto televisivo de original en pleno 2016, pero Preacher lo es, y bastante. Al menos en lo referente al desarrollo de la historia y el estilo para contarla. Las escenas de acción son imaginativas, los giros de guion inesperados y la manera de manipular el pasado y presente revela una mentalidad muy juguetona por parte del equipo creativo. Si sorprende lo que sucede es porque estamos predispuestos a pensar en que las historias tienen determinados límites, pero si se tiene la libertad suficiente, uno puede llegar lo más lejos que quiera y demostrar que las ideas preconcebidas no son reglas fijas.

    Preacher

    «Porque Preacher es un viaje puestos de mescalina, un constante estado de alerta y una blasfema representación de las dudas de la fe. El tono socarrón y excesivo encaja. Así como un reparto en absoluto estado de gracia (destacando una Ruth Negga espectacular), que entiende a la perfección lo que sus roles requiere».


    Respecto a la parte más emocional, el drama de personajes que debe existir para que la audiencia siga una historia por su factor humano, empieza en un pequeño pueblo de Texas donde el joven Jesse ha tomado el testigo de su padre como reverendo de la zona, aunque sus acciones hablan de tormentos interiores que quizá sean incompatibles con la religión. La historia humana de Preacher no ofrece nada especialmente nuevo, ni sus vericuetos ni lo que desarrolla en una decena de episodios que dejan con ganas de más; pero es su tono lo que la hace tan atractiva, lo que hace que uno quiera volver a este universo desde que empiezan los créditos finales. Su sentido del humor, lo trepidante de la acción y el talento de sus responsables para combinar ambas cosas (toda la presentación de Tulip, desde que entramos en la camioneta hasta que cae el helicóptero; la primera pelea en la iglesia por Génesis; el combate tres contra una en el motel) hacen que funcione, aunque se levante sobre una base ya vista. Eso sí, una base que a veces se inyecta de una bienvenida incorrección, que hace que la muerte de algunos personajes actúe como elemento cómico o que el cinismo se convierta en una parte importante del cóctel que corre por cada vena de la serie. Porque Preacher es un viaje puestos de mescalina, un constante estado de alerta y una blasfema representación de las dudas de la fe. El tono socarrón y excesivo encaja. Así como un reparto en absoluto estado de gracia (destacando una Ruth Negga espectacular), que entiende a la perfección lo que sus roles requiere.

    Lo que también es la serie, y es algo que ha cogido por sorpresa al que esto suscribe, es una hermosa carta de amor al cine y estilo de Quentin Tarantino. El oscarizado realizador ha tenido múltiples imitadores, pero lo que Catlin & Rogen & Goldberg logran aquí clama a los cielos por un hueco en la silla de director para el hombre, ya que hay referencias tanto explícitas (el flashback del atraco de Jesse, Tulip y Carlos bebe tanto de Pulp Fiction (1994) como de Reservoir Dogs (1992), y lo hace orgullosamente) como tonales, las cuales tienen mucho más mérito. Está en la música, el sentido del humor y la manera de reflejar la violencia, y está muy lograda como combinación explosiva. Pero todo lo apuntado no quita que la tanda no sea irregular, que no se empiecen tramas para luego abandonarlas o que algunas cosas sucedan porque lo dice el guion y no porque los hechos hayan llegado a un punto climático. La serie tiene tanta energía que se dedica a abrir frente tras frente para luego ser incapaz de atenderlos todos como debiera, y eso es lo que imposibilita que alcance todo el potencial de grandeza que tiene. Quizá por eso, o simplemente porque esas eran las necesidades de la historia, los creadores tomen la radical decisión de cargarse la ciudad en la que ha transcurrido la acción de la temporada y con ella a casi todos los personajes –protagonistas y recurrentes– a los que hemos conocido en estos diez episodios. Sólo Jesse, Tulip, Cassidy, Eugene, Fiore y el misterioso Vaquero (cuya subtrama es tan extraña como magnética) han quedado en pie, los primeros en una búsqueda –literal– de Dios, el cuarto atrapado todavía en el Infierno y el resto como buscadores de Génesis, que sigue viviendo en nuestro protagonista. Una postal de despedida irresistible, y que hace que la espera por la segunda temporada, de trece entregas, comience con altas expectativas. | ★★★★ |


    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


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